Miguel Zugaza se para delante de los Goyas de Zubieta y de algunas de las obras de la colección de María Josefa Huarte, que el Bellas Artes expone hasta el 12 de octubre. “El redescubrimiento de estos Goyas, haberlos podido estudiar y ahora exhibirlos durante siete años, tras el acuerdo llegado por la Diputación con la familia propietaria de las obras, es una de las grandes noticias que ha tenido el museo durante los últimos tiempos”, dice el director del museo en esta entrevista.Zugaza confiesa que está también muy orgulloso con la exposición dedicada a la colección de María Josefa Huarte, “que se ha inaugurado después de la pandemia, con ese gesto generoso que ha tenido el Museo Universidad de Navarra con nosotros, que nos posibilita poder presentar la colección de una gran mecenas de la segunda mitad del siglo XX”. A la entrada de la sala, se han dejado a la vista del público varias cajas que simbolizan el gran esfuerzo que ha supuesto mover estas obras de gran formato, como los grandes Tàpies o Palazuelos.

¿Cómo está yendo este verano tan atípico?

—La verdad es que estamos muy contentos, aunque somos conscientes de que hay que ir recuperando la normal relación del público con el museo. Junio fue un mes muy tentativo, prácticamente recibimos un 10% de las visitas que solemos tener en esas mismas fechas, y ya en julio se ha notado un cambio, con un mayor número de visitantes. Y también ha cambiado la procedencia, el 50% son locales y el resto, turistas estatales e internacionales.

¿Eran las previsiones que manejaban en cuanto a visitantes?

—Al principio de todo, pensábamos que no íbamos a poder tener abierto el museo en verano. En un momento determinado, se nos comunicó que era difícil abrirlo; finalmente estamos abiertos y estamos al servicio de la sociedad. Y según ésta vaya recuperando la normalidad, recuperará su relación con el arte, en un espacio seguro como es un museo. Es difícil encontrar tan seguros como los museos. El Bellas Artes es un espacio amplio, donde se pueden aplicar todas las medidas para mantener las distancias, por supuesto, con la incomodidad de tener que realizar las visitas con las mascarillas, pero a eso ya nos estamos acostumbrando todos los ciudadanos. A medida de que se vayan recuperando los hábitos de carácter social, se irán recuperando los de carácter cultural. Tenemos que ser muy pacientes, estimular al público para que nos visite, pero sin forzar. Estos dos meses es poco tiempo, pero la evolución está siendo muy positiva. Está pasando igual en toda Europa, hay que dar tiempo a la sociedad, pero es importante que disponga del espacio para que se acerque al arte en estos momentos.

¿Qué papel tiene la cultura en esta crisis sanitaria?

—Hay que defender el carácter terapéutico del arte en estos momentos. Es conocimiento, es placer estético, pero también es una forma de salud pública, podemos contribuir, insisto como espacios seguros, acercando el arte a los distintos tipos de público. De hecho, tendríamos que entender los museos como un servicio público. Crisis como ésta nos vuelve a situar donde deben estar los museos; al final, con lo que te quedas cuando sucede una situación como la que vivimos es con la misión fundamental del museo, que es la educación y la investigación. Lo que hacemos es conservar material, pero también ponemos una colección al servicio de la sociedad y que ésta la utilice como un instrumento de educación, de acceso al conocimiento. Eso, por supuesto, es compatible con atraer al público internacional.

¿Va a ver un antes y un después del covid-19? ¿Se acabaron los museos masificados?

—Todavía no sabemos realmente las consecuencias, sabemos las inmediatas, y un fenómeno es el parón del turismo cultural. A corto plazo va a tener una incidencia muy grande, va a tener que pasar un tiempo para recuperar un poco esa confianza, para que los ciudadanos vuelvan a viajar de país a país.

¿Se puede poner en riesgo el modelo de éxito de Bilbao, que ha apostado por la cultura como motor económico?

—Creo que no hay que poner en crisis el modelo de éxito que ha encarnado Bilbao, que se puede revalidar. Posiblemente, nos va a obligar a corregir cosas, a ir a ritmos diferentes, pero tenemos que intentar defender lo que ha sido la bondad de un modelo de gestión, presidido por la corresponsabilidad entre lo público y lo privado. Y creo que vamos a tener que afianzarlo de cara al futuro, corrigiendo lo que haya que corregir. En ese sentido, soy un defensor acérrimo del proyecto que surgió en Bilbao de convertir el are y cultura en un elemento de atracción de turismo cultural. No tengo ninguna duda de que se recuperará -no sé en qué plazo- ese beneficio que ha significado para nuestra ciudad y para el resto del país la apuesta por la cultura como un elemento de tracción. Tendríamos que tratar de revalidar esa misma apuesta que se hizo entonces, tratar de no perder tejido, que ha demostrado ser tan beneficioso no solo en términos culturales sino también económicos como hemos podido ver en estos últimos años.

Unos de las grandes perjudicados de esta crisis van a ser los artistas...

—Los museos no debemos ser solo un escaparate del arte, tenemos que cuidar mucho a la comunidad de artistas que trabajan en el entorno. Sobre todo, pensando en el momento actual, en este contexto en el que van a sufrir muchísimo. Tenemos que ser sensibles hacia el cuidado, la atención de la comunidad artística.

¿Por ejemplo? ¿Hay alguna iniciativa de cara a incentivar a la comunidad artística vasca?

—El Gobierno vasco ha puesto en marcha una muy interesante, creando un pequeño fondo para adquisiciones de obras de artistas vascos. Nos han pedido a Tabakalera, a Artium y a nosotros que seleccionemos obras de artistas que puedan formar parte de una colección compartida. Iniciativas de este tipo sintonizan con lo que necesitamos, somos un gran escaparate del arte y de la cultura en el ámbito internacional. El Guggenheim nos ha aportado esa visibilidad que no teníamos, pero al mismo tiempo tenemos que ser capaces de cuidar el entorno creativo, siendo tan rico como es en el conjunto del País Vasco.

¿Cómo va el proyecto de ampliación del museo?

—Las instituciones vascas que respaldan el proyecto aprobado por el patronato del museo han pedido que sigamos adelante con él. De hecho, hemos aprovechado estos meses de cierre durante el confinamiento para trabajar muy intensamente con el equipo de redacción del proyecto, pero también con las instituciones de las que depende la gestión administrativa. El plan de financiación de la obra es a través de un crédito a largo plazo, es decir, la inversión prevista se tiene que ir pagando a lo largo de un periodo de 15 años. Por lo tanto, no va a generar un estrés presupuestario en el momento más delicado, que es el presupuesto del año que viene y seguramente, el del siguiente.

¿Sigue siendo un proyecto prioritario en estos momentos?

—Si antes era importante, ahora lo es más, es más estratégico y prioritario. Si queremos continuar apostando por este protagonismo que tiene el arte y la cultura en nuestra comunidad, un proyecto como el de la ampliación del Museo de Bellas Artes es una inversión para quedarse.

¿Continúan manteniendo los plazos previstos?

—Vamos a hacer todo lo posible para realizarlo en los plazos previstos. Acaban de entregar el proyecto básico, luego habrá cinco meses para la redacción del proyecto de ejecución, y a partir de ahí, se realizará la contratación de las obras. La idea es iniciar las obras por estas fechas del año que viene, si todo va en orden.

¿La pandemia obligará a los museos a profundizar en la digitalización?

—Hay cosas que vienen para quedarse y ésa es una de ellas. Ya en nuestro plan estratégico se establecía que uno de los programas prioritarios es la transformación digital del museo. Con la pandemia hemos visto cómo se puede dar una experiencia diferente a la presencial, una cosa no sustituye a la otra. La visita virtual potencia la presencial, no hay marcha atrás, hay que generar un contenido cada vez más amplio en el ámbito digital, con una vocación educativa además. Por ejemplo, no hay que esperar solo a recibir a las visitas escolares en el museo, podemos llegar a las aulas a través de la actividad digital del museo.

El Museo de Bellas Artes ha decidido además sacar el arte a la calle este verano recorriendo varias localidades de la costa de Bizkaia.

—Los museos tenemos que hacernos un poco los encontradizos, acercarnos donde está la sociedad y con este tipo de proyectos tan callejeros nos permite un contacto más informal con los visitantes. Además, en el contexto actual creo que tiene un significado mayor; la posibilidad de ver las obras al aire libre es una oportunidad magnífica.

Siempre ha confesado que su amor al arte se lo inculcó su aita, Leopoldo Zugaza, a quien acaban de darle el premio Gure Artea.

—Es un reconocimiento merecidísimo. Y desde el Museo de Bellas Artes nos tenemos que sentir especialmente contentos, como hijo, por supuesto, pero como director del Bellas Artes también. Él capitaneó y lideró en los primeros años 80 un proceso de cambio extraordinario del museo, que ahora es muy visible. Muchas cosas buenas que tiene el Bellas Artes, en el ámbito de la educación, en la biblioteca, etc., se deben a ese momento. Y luego hay que destacar la contribución que hicieron a la colección en ese momento, con la adquisición de importantes obras, entre ellas, el Bacon. Fue un momento muy potente; por supuesto, él ha continuado haciendo muchísimas cosas a favor del arte en el País Vasco. Desde el museo nos sumamos a ese homenaje.