Ray Lamontagne se le ven las costuras en su octavo disco, Monovision (RCA. Sony), pero no nos importa. Gran orfebre de la Americana y el folk-rock, le perdonamos sus clarividentes deudas con la Creedence, Van Morrison, Neil Young, Ryan Adams y James Taylor porque, al final, lo que cuenta son las canciones, su belleza y su capacidad de conmover y emocionar. Ray sabe mucho de eso, y nos entrega uno de los discos de 2020.

Imaginamos a Lamontagne mirando por el retrovisor. Part of the light, Supernova, Trouble o Gossip in the grain aparecen como piedras de una camino en el que se ha ido acompañando por profesionales como Ethan Johns (Rolling Stones, Clapton, The Who, Led Zeppelin) y músicos como Jim James, líder de My Morning Jacket, y Dan Auerbach, mitad de Black Keys y requerido producto.

Y, siguiendo imaginando, llegaría su decisión de regresar a los inicios, a los pasajes más sencillos y emotivos de su carrera. El resultado es Monovision, cuyo título ya deja entrever su contenido: una decena de canciones compuestas, producidas e interpretadas en todos sus instrumentos por él.

Monovisión está fechado en 2020, pero bien podía haberse publicado a fines de los 60 o mediados los 70, como Homegrown, la última novedad rescatada de un cajón por Neil Young. Es el más desnudo y, quizás, el más emotivo de su carrera, Grammy incluido por God willin' & the creek don't rise.

Lamontagne no es tan bueno como sus héroes, pero vive lo que canta, su voz se muestra pletórica de matices, y es un magnífico orfebre de canciones marcadas por la sencillez y la naturalidad. Con estas premisas ¿a quién le importa que su obra -de tono naturalista y repleta de grandes espacios, verano, lluvia, montañas, amaneceres...- suene a conocida si es sentida y está bien ejecutada?

En Monovision no hay devaneos orquestales ni viajes psicodélicos. Roll me mama, roll me abre el gozoso viaje con una voz que nos acaricia y después araña al trasladarse del folk al blues y cantar "no quiero una vida en la sombra... quiero las cosas reales". Y pronto llega la primera andanada emotiva con la balada folk I was born to love you -"fueron tiempos difíciles pero los superamos, nací para quererte"-, que recuerda al Ryan Adams más centrado. Summer clouds también nos encoge el corazón, con un guiño al más cálido James Taylor, justo después de que Ray juegue a ser el hijo de John Fogerty en Strong enough.

Sin tregua emocional y tras recuperar al Young de Harvest, Misty morning rain, joya de dejes soul y r&b, evoca al Van Morrison de Astral weeks antes de maridar a Young con Willie Nelson en Rocky mountain healin' y a Simon y Garfunkel con Everly Brothers en las armonías que atesora Weeping willow, que nos propulsa al rock acústico y más ingenuo. Lo dicho, !un disco de nota!