OS aficionados al rock tienen en Wilco uno de sus máximos placeres actuales. Resulta secundario si se les encuadra en la categoría de americana o country alternativo, porque los de Jeff Tweddy han ofrecido discos y conciertos apasionantes en sus primeros 25 años de vida, desde que publicaron su debut, el minusvalorado A. M. (Warner), que abrió la puerta a un viaje gozoso en el que el rock, country, folk, pop y vanguardia colisionan, según época y discos.

Escuchar a Wilco es una experiencia apasionante en la que uno se da de bruces con violencia eléctrica, arreglos vanguardistas o melosas caricias. Y con el rock contemporáneo también, ese que no desdeña sino que se proyecta desde la mejor tradición de la música estadounidense de raíces, con ambas patas asentadas en el folk y el country, pero sin obviar la calidez del soft rock e, incluso, el pop escuela The Beatles. El compositor, cantante y guitarrista Tweedy formó Wilco en Chicago en 1994, tras la disolución de Uncle Tupelo, el grupo que colideraba con Jay Farrar. Las tensiones creativas y personales entre ambos forzaron la disolución de un proyecto que editó cuatro discos.

Curiosamente, Uncle Tupelo sí influenció a multitud de bandas de country alternativo -cruce de influencias punk y hardcore con Hank Williams y la Carter Family- e impulsó la creación de un medio de comunicación vital para el movimiento No Depression, que tomó el nombre del debut del grupo. Tras la disolución, Farrar y Mike Heidorn formaron Son Volt, mientras que Tweedy y el resto de miembros decidieron seguir adelante como Wilco.

Aunque sus últimos discos están artísticamente lejos de trabajos como Summeteeth y los más experimentales Yankee Hotel Foxtrot y A ghost is born, Wilco sigue vivo 25 años después de un debut, A. M..

Sus trece canciones pueden pecar de tradicionales y poco arriesgadas, sí. ¿Y qué? Su repertorio resulta, todavía hoy, incuestionable. Se abría con I must be high, un tema de melodía fresca y potencia guitarrera que sigue vivo en sus conciertos. El resto admite también pocas dudas. De los ecos de los Stones de Casino Queen, a medios tiempos de guitarras luminosas como Box full of letters, piezas acústicas de folk pop como Pick up the change, baladas de aires country o bluegrass, y el guiño eléctrico y punk de Too far apart. Un gran disco con ecos de Eagles, Beatles, Neil Young, Minutemen...