bilbao - Goran Bregovic (Sarajevo, 1950) se dio a conocer como el autor de las melodías de las películas de Emir Kusturica. Asentado como uno de los músicos más reputados de Europa, el balcánico recalará hoy en Bilbao, en Euskalduna Jauregia, para repasar su carrera y su último disco, Three letters from Sarajevo (Universal), una metáfora sobre la utopía y la tolerancia. "La música no es necesaria porque no es comida, aire o sexo. Es como la sal, se puede comer sin sal, pero no es lo mismo", defiende.

¿Nueva fiesta en Bilbao?

-Me gusta pasarlo bien en escena, como al público que viene a verme. Si disfruto hay una probabilidad alta de que la gente también. Así que me pongo mi traje blanco y ¡a pasarlo bien!

¿Con su Banda de Bodas y Funerales?

-Es que los músicos de mi orquesta son especialistas en bodas y funerales. De donde soy, la tradición marca que en las bodas se toca la música favorita del novio y en los funerales, la del fallecido.

¿Qué papel juega la música en esas celebraciones humanas? ¿Habríamos sobrevivido sin ella?

-No es realmente necesaria porque no es comida, aire o sexo. Es como la sal... y se puede comer sin sal, pero evidentemente no va a ser lo mismo.

¿Fue usada para alejarse de la barbarie de la Guerra de los Balcanes?

-Está bien contar con música en toda situación, incluso en la guerra.

Grabó los discos 'Alkohol' y 'Champagne for gypsies'. ¿Beber resulta obligado en la fiesta?

-Vengo de una familia traumatizada por el alcohol. Mi padre era alcohólico y coronel, y en los tiempos comunistas los coroneles bebían mucho. Por eso no bebo normalmente, pero me gusta tomarme un vaso de algo que me guste en escena.

Pero el alcohol sí está muy enraizado en la cultura centroeuropea.

-Soy de un lugar donde no se tenía una gran educación sobre la música. Se usaba siempre para beber. Y algunas de mis piezas se basan en la tradición, en bodas, funerales, fiestas y eventos donde el alcohol está muy presente.

Viene del rock y de las orquestas. ¿Le echaron del Conservatorio?

-Así es. Nunca he obtenido una sólida formación musical, lo que no es malo. Me da libertad para considerar mi desconocimiento como algo único y como mi propio estilo.

¿En Italia tocó para 'strippers'?

-A los 17 años, y ya me gustaba lo que hacía. Lo tomé como una señal de Dios que me decía "a esto tienes que dedicarte".

Tocó para Tito con su grupo Bijelo Dugme. ¿Comunismo y rock?

-El rock fue más importante para los países comunistas que para el resto. Había necesidad de expresar algo, por eso fue más importante en el Este. Probablemente no musicalmente, pero sí como fenómeno cultural.

¿Qué papel jugó el pueblo gitano en popularizar la música balcánica?

-Europa debería reconocer el fuerte arraigo de los gitanos en nuestra cultura. Han estado asentados aquí durante más de seis siglos. No soy el único compositor influenciado por la música gitana, como se ve en el mundo clásico. Y no cuentan con un historial de violencia como otras razas. Una idea bonita y moderna es que hay que vivir el presente, y ese concepto es gitano.

La multiculturalidad es el signo del siglo XXI, pero se enfrenta a movimientos con miedo al diferente.

-El racismo denota una falta de educación porque todas las culturas son producto de las mezclas. Solo la barbarie es auténtica. Deberíamos aprender a convivir con otras culturas. El ser humano antes era más simple, mataba al diferente. Ahora, por suerte, eso ya no es posible, así que tenemos que aprender a vivir juntos.

En estos conciertos presenta su disco 'Three letters from Sarajevo'. ¿Qué pretendió con él?

-Viene de una periodista que entrevistó a una anciana judía que rezaba en el Muro de las Lamentaciones desde hacía sesenta años. Pedía a Dios que las guerras entre cristianos, judíos y musulmanes cesaran, pero parecía que le estaba hablando a un muro. La historia refleja que Dios no nos ha enseñado a convivir. Tenemos que aprender por nosotros mismos.

Entonces, Sarajevo es una metáfora, ¿no?

-Claro, lo que se vio en Sarajevo en los 90 pasa en todo el mundo. Un día podemos ser buenos vecinos y al día siguiente nos matamos entre nosotros. El violín es el instrumento que más uso, aunque no lo toco bien. Lo hago a la manera cristiana, judía y oriental, como otras tres metáforas.

¿Le resultó sencillo implicar a cantantes y músicos tan diversos y de orígenes diferentes?

-Me gusta el rock, así que suelo estar rodeado de gente. Fue una bonita experiencia contar con Bebe, Rachid Taha, Riff Cohen, Sifet o Mirjan Neskovic, entre otros. Esta es una de las razones por la que amo la música, porque se puede unir y hacer algo maravilloso. De eso va. Con Bebe todo lo ruidoso se convirtió en elegancia pura.

Reniega del carácter político de este disco, pero no de su lado utópico.

-Es utópico aportar ternura en tu trabajo ante el caos en el que vivimos, pero todas las grandes ideas de los seres humanos empiezan como una utopía.