bilbao- De la electrónica a la música experimental y el post-rock. De El_Txef_A a defender su música con su propio nombre. Ese el trayecto vital y musical de Aitor Etxebarria, que defiende en Durango Nihilism Part. 1 (El Segell. Mute), disco apoyado por el sello de Nick Cave y que tendrá gira internacional. Está presente en la Azoka, en el puesto de Forbidden Colours, compartido con Erraia Diskoak. “Es una pasada que en tiempos de escuchas digitales contemos con este espacio, y que cada año sea más potente. Mi respeto total por quienes lo hacen posible”, explica.

De El_Txef_A a trabajar con su nombre. ¿Se cansó de la electrónica?

-El gran clímax que me llevó a reflexionar sobre por fin publicar como Aitor Etxebarria fue durante la composición de la banda sonora de Markak. Como El_Txef_A todo iba muy rápido: viajes, giras por el mundo, discos... Con el trabajo para el documental paré un tiempo y pude reflexionar.

Lo más fácil habría sido seguir el mismo camino...

-Es verdad que lo fácil habría sido seguir como antes, pero me muevo por intuiciones y algo me decía que era hora de lanzar algo potente con mi nombre. Sentía que había llegado la hora. Soy consciente de que ahora voy a tener que pagar un peaje, de incertidumbre en el publico quizás... También ayudó mucho la gira del documental con banda. Verme cantando y tocando el piano en Nueva York, Barcelona, Berlín o Bilbao me hizo abrir algún tope que tenía en mi cerebro. Sentí que era el momento de dejarme llevar.

¿Cómo le influyó ‘Markak’ como persona y artista?

-En la confianza. Me la dio Hannot Mintegia (exAudience) a la hora de contar conmigo para la composición de un largo. Siempre quise trabajar en cine y él me dio la primera oportunidad.

A la hora de componer ¿qué motivaciones o métodos han cambiado?

-Me lo tomo como terapia. Supongo que todo el mundo necesita de algo para sobrevivir mentalmente. Uno de mis pilares es la creación.

¿De dónde parte el título del disco?

-Nihilism es una palabra que en los últimos años me aparecía casi en mayúsculas en cosas que leía. He terminado con 3 o 4 libros en mi mesa de noche relacionados con el nihilismo.

Al trabajar sin imágenes, ¿es el proceso más libre?

-Es una conversación interna, claramente. Al no estar influenciado por un guion se trata de algo muy introspectivo.

Creo que las composiciones comprenden varios años de trabajo.

-Las 9 canciones están compuestas en el último lustro. He tenido como 20 borradores o composiciones donde elegir. Suelo oír mis trabajos muchas veces y durante un tiempo extenso antes de lanzarlos. Por eso se llama Part 1, incluyen aquellos temas que no me aburrieron.

Resulta curiosa su duración, de menos de dos minutos a casi 13.

-Es algo inusual en esta era en la que el arte está mercantilizado, pero así surgieron y no paré ni un segundo a pensar en si es coherente o no.

Es un disco difícil de catalogar: post-rock, sonidos experimentales, jazz, arreglos de cámara, tensión sonora, silencios... Pero sí existe una cierta sonoridad o estética común.

-Cierto, creo que el raccord está en la sonoridad. Como bien dices hay composiciones de cámara, jazz quizás algo excéntrico, baladas retorcidas... Pero todo tiene una sonoridad algo áspera que da una continuidad al álbum. Hay silencio, a veces un silencio total y otras veces cierto diseño sonoro casi inaudible que acompaña ese silencio inquietante.

Se atreve a cantar. ¿Usa la voz como un instrumento más?

-Es algo intuitivo, no me paré a pensar si voz o no voz. Obviamente no es un disco vocal, pero existe cierta presencia, como un instrumento más, como tú dices. Quizás no sería tan personal si no me hubiese dejado llevar por lo que mi voz quería aportar.

¿Tras el BIME hay intención de girar?

-Estamos cerrando las fechas de 2020, algunas internacionales. Soy consciente de que no es un producto súper amable, pero estoy muy contento con las reacciones.