Bilbao - Espido Freire (Bilbao, 1974) ha publicado recientemente su última novela De la melancolía, una historia en la que habla de las heridas que dejó la crisis económica y en la que aborda también la depresión, un tema que cree que “está poco tratado en la literatura”. El libro nació tras verse sumida en una depresión que logró superar, algo que también hará la protagonista de este trabajo, Elena. Además, asegura que es un libro que invita a “reflexionar” y “camina hacia la esperanza”.
¿Por qué ‘De la melancolía’?
-Porque es posiblemente la palabra más hermosa para referirse a la tristeza. Hay otras, en la novela lo que se aborda es la idea de la depresión, pero creo que por resonancias clásicas y también por su propia sonoridad era más bonito melancolía. Además era un homenaje a los antiguos tratados de la melancolía que analizaban desde perspectivas filosóficas problemas que ahora consideramos médicos.
¿Tiene algo que ver con usted, Elena, la protagonista de esta historia?
-La novela no es autobiográfica ni Elena es un trasunto de Espido. Lo que ocurre es que cuando comencé a hablar de ello en la promoción del último ensayo Para vos nací, me encontré con mucha gente que cuando me oían hablar de ello se acercaban diciéndome que ellos también habían pasado por lo mismo y que no sabían cómo contarlo y de ahí nace Elena. La depresión sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad y en la literatura.
Habla de la crisis económica. Mucha gente cayó en depresión por ello...
-Es impresionante el eco que está teniendo la novela por este motivo. Da igual que sea un hombre o una mujer, Elena podía haber sido perfectamente un hombre. Lo que le ocurre es que se le junta un momento complicado, en su caso también pierde el trabajo, se está separando y por otro lado, llega la sensación del tambaleo social que hemos sentido todos y yo no quería hablar tanto de un análisis económico, que eso ya se ha hecho, si no contar lo que le ha pasado a tanta gente.
¿Cuáles cree que fueron los problemas reales de esas personas?
-La falta de autoestima y de confianza, que eso sí que no se recupera. Hay una mezcla de vergüenza y fracaso interno y es lo que transmite muy bien Elena. A ella se le ha dicho muy bien que no cuente, que no se queje, que los demás no sepan? La literatura es una quiebra de ese silencio.
¿Qué personaje le ha sorprendido?
-Uno de ellos es Lázaro, el anciano con una vitalidad que da la impresión de que nos va a enterrar a todos. Y el otro es el personaje de la niña más joven porque aprendemos a juzgar ya que tampoco cuenta sus problemas y da la impresión de que pertenezca a esa generación millenial a la que es muy fácil decirle lo que tiene que hacer, pero ella tiene su propio camino.
Elena busca distintas soluciones para superar la melancolía.
-Sí. Además, es un libro esperanza, que camina hacia la luz. También habla de las redes emocionales, de cómo tejer una especie de colcha de protección. Uno de los problemas de una sociedad más capitalista es el individualismo, que también es una ventaja, pero cuando se convierte en un problema hay que saltar por encima y volver a ver que somos seres sociales, que necesitamos compañía, de hecho aparecen animales de compañía en el libro.
Ha habido una documentación exhaustiva en este libro para hablar del exilio.
-Fueron cuatro o cinco años desde que empecé. Lo que pasa que el personaje Lázaro, que iba a ser el principal la historia, pasaba por los campos de concentración nazis y luego recogí muchas historias sobre este tema. Así que me pareció muy importante hablar del exilio.
Tiene una relación muy estrecha con sus seguidores en redes. ¿Les manda mensajes de ánimo para superar la tristeza?
-Tengo seguidores y lectores muy jóvenes, entre 18 y 24 años, y les intento mandar un mensaje de autoestima, de que sigan formándose y de que no pierdan la esperanza, pero también de que hablen alto, que reivindiquen lo que quieren hacer y que hay que pensar lo que se dice.
Cosas que ha aprendido usted en estos 21 años como escritora.
-Sí, porque con 23 años lo tenía todo muy claro. Era mucho más rígida, el mundo era mucho más blanco y negro para mí. En cambio, he aprendido a callar más y a escuchar infinitamente más. Hay muchos méritos que he aprendido a valorar que al principio de mi carrera despreciaba.
Ha escrito muchos géneros literarios. ¿Le queda alguno por abordar?
-Género como tal no, pero hay nuevas posibilidades de géneros híbridos que se encuentran entre la frontera entre la narración convencional y la nueva narratividad, que me interesa muchísimo. La realidad aumentada, por ejemplo, y todo lo que nos permite. Yo no tengo miedo de la técnica y de que la modernidad o el progreso vaya a acabar con la literatura o las historias, pero ofrece muchas posibilidades. Y en lo otro, que llevo muchos años hablando de ello, es sacar la literatura del entorno puramente de los libros y llevarlo a otras cuestiones de ahí mis viajes literarios, la comunicación en redes?
¿Está trabajando ya en su siguiente libro?
-Trabajo con varias ideas a la vez. Es un poco aburrido porque voy más lenta, pero también saco más cosas. Estoy con un ensayo nuevo, con una novela juvenil y estoy empezando a esbozar una novela. Lo que ocurre con esta última es que es un poco difuso porque solo tengo la idea del tema de la pérdida, de qué perdemos y vamos dejando por el camino y de esa idea tan abstracta acabará saliendo una novela.