bilbao - Una vez calmada la emoción de haber sido nombrado Académico de las Artes y las Ciencias Cinematográficas del Estado, el realizador vasco Ander Duque se encuentra sumergido en un nuevo rodaje entre Madrid y Barcelona. El director de Zoe, largometraje presente en el famoso Festival de Málaga, confiesa que su objetivo como cineasta es “dar luz” a toda la oscuridad.

Después de más de 15 años dedicados a la producción, ya tocaba un reconocimiento a este nivel. ¿Qué supone para usted este nombramiento?

-Nunca esperas reconocimiento, pero cuando llega lo agradeces y para un cineasta, este es el mayor de ellos. El cine documental es muy diferente al de ficción. Aquí no hay alfombras rojas ni celebrities; somos bregadores silenciosos de la realidad con alta dosis de paciencia (sonríe).

Cabe recordar que antes de ello estuvo en el mundo editorial de Barcelona. ¿Cómo fue aquello?

-He sido batería en dos bandas de indie rock a principios de siglo, también diseñador gráfico y editor. He tenido la suerte de poder explorar todo aquello que me interesaba y hacer de ello mi profesión durante un tiempo. Luego llegó el cine y ahí me instalé.

¿Cómo decidió dar el paso del mundo editorial al ámbito del contenido autovisual?

-Lo entiendo como un proceso natural. La literatura y el cine están íntimamente ligados, fue una transición natural, no lo recuerdo como algo drástico. Sigo conviviendo en ambos mundos.

Su primer corto fue Sugus y Brandy ¿Qué expectativas tenía respecto a la acogida del público?

-Fue un experimento de ficción para ponerme a prueba. Quería contar una historia personal pero sin referentes claros. El corto funcionó muy bien en festivales de todo el mundo, recuerdo que el canal Showtime de EEUU compró los derechos. A partir de ahí mi transición hacia el documental fue paulatina; me interesaba más la inmediatez del momento, la realidad, el contexto humano y todo aquello que tiene que ver con el individuo y su diversidad.

A partir de aquí llegó UVEME A.V.C.E. ¿Cómo surgió la productora?

-Como respuesta a una necesidad: las producciones iban aumentando para desarrollar proyectos más ambiciosos se demandaba una mayor estructura. También porque me gusta controlar todo el proceso.

¿Es decisión propia en qué centrar los documentales?

-Toda película pertenece a un solo director y es quien tiene que sentir la motivación para realizarla. Las historias siempre se encuentran por azar, concepto al que le doy máxima importancia. El azar y la intuición para saber que ese proyecto va a funcionar.

En sus trabajos da especial importancia al ser humano y se centra en ciertas personas que, a lo mejor, la sociedad trata como “invisibles”. ¿Es una forma de darles la voz que merecen?

-Sí, me interesan las historias universales en vidas sin nombre. Personas interpretándose a sí mismas en su propia realidad en un proceso casi terapéutico. Hay que dar luz en esa oscuridad, es mi objetivo como cineasta.

También ha mostrado en documentales como El sueño de Juan, El tacto del jabalí, Un señor de la casa o Morarte, a personajes conocidos. Juan el guitarrista de El Sueño de Morfeo, el paratriatleta Diego Velázquez, el periodista José Ángel de la Casa o el torero Morante de la Puebla. Ha mostrado un perfil de ellos que para el público era desconocido.

-Son retratos íntimos fuera de los focos y del personaje construido por y para los medios. Todos compartimos las mismas miserias y miedos, descubrir la intimidad de esas personas es ejemplificante.

Después, en 2016, dirigió un largometraje de ficción llamado Zoe en el que intenta mostrar la crisis desde la mirada de la protagonista que es una niña. ¿De dónde nace la idea de pasar del ámbito documental al de ficción? Y, sobre todo, ¿cómo surge el argumento del filme?

-Mis documentales fusionan ficción y documental en una frontera difusa, a veces invisible. Quería saber si esas maneras se sostenían en una obra más de metraje con el mismo espíritu experimental. De ahí surge Zoe, con personas reales instaladas en un marco de ficción secuenciado. Construí el argumento junto a Rosalinda Galán, actriz y cantante sevillana, que también es la actriz protagonista y pieza clave de la obra junto a su sobrina Zoe.

En numerosas ocasiones ha afirmado que Zoe se rodó “de forma privada”. ¿Cómo se consigue realizar un largometraje con una sola cámara y un presupuesto tan reducido, y que llegue al Festival de Málaga?

-La clave en todos mis trabajos es sentir que estás siendo honesto. Que por encima de los recursos técnicos o estilísticos, estás sintiendo la verdad muy de cerca. La naturalidad, la improvisación y la belleza de construir algo conmovedor sin trucos. Me gusta que los personajes de mis historias se olviden de que estoy ahí y sean ellos mismos. Me gusta construir la historia sobre la marcha y dejarme llevar sin interferir mucho. Por eso creo que nunca me dedicaré a la ficción pura.

Además dice que quiere mostrar un cine social de una manera que “no incomode”.

-Es difícil empatizar con las realidades ajenas. Hay que tratarlas de tal manera que resulten de interés, emocionen y, aunque sea por un instante, provoquen una reflexión. Hay que hacer llegar al espectador la crudeza de esas realidades y hacerlas atractivas con un discurso accesible, pero maduro. Esa es la difícil labor de los realizadores en estos tiempos.

Volviendo a los documentales, se puede apreciar que en cada uno de ellos logra que el personaje de interés se sincere ante la cámara. ¿Cómo lo consigue?

-Respeto muchísimo a mis protagonistas. Creo que es importante sentir que, ante todo, has sido honesto con ellos y siempre son muy generosos conmigo. Desde aquí el mayor de los agradecimientos para todos ellos.

Por último, ¿está actualmente trabajando en algún proyecto de ficción o continuará sumergido de lleno en el mundo documental?

-Sigo y seguiré en la no ficción, en esa búsqueda incesante (sonríe).