LA magnífica exposición de Zuloaga en el Museo de Bellas Artes de Bilbao nos da pie a relatar las relaciones del pintor eibartarra con nuestra ciudad. Si nos acercamos al museo por la entrada principal del edificio antiguo podemos contemplar, presidiendo los jardines en justo homenaje desde el 15 de junio de 1949, el busto de Zuloaga realizado por el escultor Julio Beobide y que pertenece al Ayuntamiento de Bilbao. Su amigo Unamuno escribe en La Nación (24 de mayo de 1908), un artículo titulado Zuloaga el vasco, donde defiende su pintura y su adscripción a nuestro país y dice: “Es indudable que Zuloaga ha hecho más por el buen nombre y el prestigio de su pueblo saliendo de él y paseando por Europa el alma de España reflejada en robustos lienzos que no cuantos, quedándose en el viejo solar, se han dedicado al arte patriótico de Baskonia -así, con b y k- o a difundir oleografías del árbol de Guernica”, (Cf. Miguel de Unamuno: Zuloaga y la pintura, Madrid, 2017, Casimiro libros, donde el lector podrá encontrar múltiples referencias en las relaciones de Unamuno con Zuloaga).

En nuestra colección permanente tenemos trece obras del pintor, de las cuales cuatro se encuentran en la actual exposición: su obra maestra, el magnífico Retrato de la condesa Mathieu de Noailles fue adquirido en un elevado importe -100.000 pesetas de la época- por don Ramón de la Sota y Llano en 1919 para ser generosamente donado al Museo; El cardenal (1912) y Paisaje de La Rioja (1939-1940) fueron incorporados gracias a un generoso donativo de don Javier Horn en 1967, mientras que el Retrato del conde de Campo Alegre (1892) fue adquirido por el propio museo.

También se encuentra expuesta La víctima de la fiesta (1910), depositada por la Hispanic Society que fue replicada al mismo tamaño por el desaparecido Eduardo Arroyo, según pudimos apreciar en su última exposición el año pasado en nuestro museo.

Debemos destacar los cuadros que ahora no se encuentran en la exposición como el Retrato de doña Adela de Quintana Moreno, que fue donado por el propio artista en 1915; el Retrato de doña Rosita Gutiérrez, adquirido por suscripción pública a propuesta de miembros de la Junta, también en 1915; así como La dama de la sombrilla, donada por los señores herederos de don Severino Achúcarro en 1926. A través de las sucesivas juntas del museo se aprecia el interés por contemplar una colección representativa del pintor en sus diferentes temas, estilos y épocas y apreciamos que ello ha sido posible realizarlo gracias al interés social que el museo ha despertado desde su fundación y a las iniciativas particulares que, de forma privada o pública, han contribuido, con enorme generosidad, a formar nuestro actual patrimonio. El museo se siente orgulloso de su colección Zuloaga, de la que la calidad de su selección está refrendada por la constante petición que se nos hace para participar en exposiciones internacionales. Entre las obras no citadas señalamos Desnudo de mujer, Un bohemio (Retrato de Pablo Uranga), Paisaje, Cementerio de Elgoibar, Retrato de doña María del Carmen Gómez Acebo y Retrato de Pablo Uranga, encontrándonos desde óleos y dibujos hasta un aguafuerte.

Zuloaga alentó a la fundación del museo, avivó el interés para crearlo y, desde sus inicios, trató de que fuera una importante pinacoteca. A través de su íntima amistad con Manuel Losada, siendo este director del museo, mantuvo contacto continuado, informando y asesorando sobre obras de interés en el mercado internacional, mediando en las relaciones que el museo pudiera establecer con artistas, galeristas y coleccionistas, aconsejando desinteresadamente y opinando e informando sobre posibles adquisiciones para elevar el nivel de nuestras colecciones. Son destacables, en este sentido, la recuperación del San Sebastián, de Ribera, una de las actuales joyas del museo, que el mariscal Soult incautó en el transcurso de la Guerra de la Independencia y del que Zuloaga gestionó su retorno, mediante una operación de compra a los herederos del mariscal; y, su propia aportación, con la donación del extraordinario Paisaje con figura del pintor azcoitiano Ignacio de Iriarte (1621-1685) -otro vasco enamorado de Sevilla- y que el museo recibió como regalo de Zuloaga al ser nombrado en 1918 Manuel Losada director. El lienzo había caído en sus manos en su época sevillana de anticuario y coleccionista.

Las posiciones propias de Zuloaga en Bilbao se remontan a enero de 1915 cuando expone con Pablo Uranga en la sede de la Asociación de Artistas Vascos en su inauguración. En 1919 en la famosa Exposición Internacional patrocinada por la Diputación en Berástegui se le destinan nada menos que tres salas.

En 1990 se celebra la antológica itinerante -de Bilbao a Madrid pasando por París, Dallas...- y en 1997 tiene lugar en el museo la famosa Sorolla-Zuloaga hasta llegar a hoy cuando contemplamos la mayor y mejor exposición antológica, fruto de cinco años de investigación, en la que se reúnen 95 obras procedentes de todos los rincones y que permiten contemplar cronológicamente el prolífico y variado desarrollo pictórico de uno de nuestros más grandes artistas, poniéndolo en su justo lugar y desmintiendo los tópicos de triste y solemne, con la variedad que tiene en su maestría del dibujo, del color y de la luz.