Bilbao - “Soy feminista; me avergonzaría de no serlo, porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar, como persona, en la obra total de la cultura humana”, escribía María de Maeztu en un artículo. La pedagoga y humanista nacida en Gasteiz en 1881 y fallecida en la argentina Mar del Plata fue una de las impulsoras y fundadoras del Lyceum Club Femenino, una asociación que funcionó en Madrid entre 1926 y 1939, en la que participaron mujeres de ámbitos culturales, siguiendo el ejemplo del primer Lyceum creado en Londres. Un club donde no solo se realizaron actividades culturales, sino que se convirtió en un lugar de encuentro donde se estudiaban temas como la situación social de la mujer en España y su lucha por la igualdad y la emancipación.

Estas características no fueron bien acogidas por parte de los intelectuales conservadores y de la Iglesia. “Incluso el propio Rafael Alberti se burló del club mientras daba una conferencia allí. Se consideraba a la asociación como un casino femenino y sus socias fueron acusadas de excéntricas y desequilibradas”, explica Josune Ariztondo, directora de la Fundación Bilbao 700, entidad dependiente del Ayuntamiento de Bilbao, que produce la obra de teatro Lyceum Club Femenino, nominada a dos premios Max. Concretamente, al mejor espectáculo revelación y al mejor autoría revelación, este en la persona de María Goiricelaya.

“En 2017 nos presentaron la idea. Inicialmente era una obra corta, pero nos pareció una idea tan bonita y tan interesante que decidimos ponerla en marcha y representarla en el Museo Vasco dentro de las actividades de la Noche Blanca. Se estrenó en junio de 2017 y tuvo tal éxito que nos sentamos un día con María Goiricelaya y le propusimos alargarla y le producimos en esta nueva versión, que se representó en el Centro Municipal de Distrito de Begoña, en Rekalde, en Deusto y el 20 de diciembre en el Edificio Ensanche. El pasado año les llamaron desde Pabellón 6 y también se ha visto en Sopelana, en Ermua... El 6 de marzo se representará en el Arriaga, en dos sesiones, como homenaje a esas mujeres que sentaron las bases del feminismo y emprendieron el camino de la lucha por la defensa de los intereses de la mujer”, explica Ariztondo.

Presencia vasca Las actrices Ane Pikaza, Nagore González, Olatz Ganboa y Getari Etxegarai interpretan a cuatro mujeres intelectuales y fundadoras de Lyceum Club. A Pilar de Zubiaurre, que gestionó la vida y obra de sus dos hermanos pintores, que eran sordomudos, experta grabadora y una de las fundadoras de la revista Hermes; a Carmen Baroja, escritora, etnóloga y hermana de los también escritores Pío y Ricardo; a la escritora y lingüista Zenobia Camprubí, casada con Juan Ramón Jiménez, y a la pedagoga María de Maeztu. Tras el estallido de la Guerra Civil española, todas ellas se escriben desde el exilio. Echan de menos su tierra y recuerdan, junto a sus compañeras, cómo crearon juntas el Lyceum Club.

“A través de lo que cuentan en sus cartas, se palpa la historia del Liceo Club. Cuentan cómo hombres progresistas y comunistas se reían de la idea de formar la asociación, el propio Alberti las preguntaba, burlonamente, si iban a hacer calceta. Fueron unas mujeres muy valientes y muy avanzadas. Además, las actrices están espléndidas en el escenario, cantan, bailan... Realmente se vacían en el escenario”, señala la directora de la Fundación Bilbao 700.

Entre sus socias, se encontraban también nombres como los de la escritora y diplomática Isabel Oyarzabal, la abogada Victoria Kent, María Teresa León, Ernestina de Champourcin, Concha Méndez, Elena Fortún, Clara Campoamor, Victorina Durán, Hellen Phillips, Amalia Galarraga... Ariztondo destaca la gran presencia de mujeres vascas en el Lyceum Club. “En Euskadi se ha vivido una historia de mujeres de una gran vitalidad, que no se han resignado a mantenerse en un papel secundario en la sociedad”, asegura, y pone como ejemplo a Emakume Abertzale Batza, asociación creada en 1922 que “trataba también de visibilizar la tarea de la mujer”.

Intensa actividad Desde su constitución hasta su disolución en septiembre de 1923, cuando fue prohibida por la dictadura de Primo de Rivera -y algunas de sus socias, encarceladas-, desarrollaron una intensa actividad, organizando cursos para aprender euskera, creando grupos de teatro, de hilanderas, organizando salidas al monte, y canalizando la participación de las mujeres nacionalistas en la propaganda y en actos públicos jelkides. “Siempre dejaron presente que querían participar en la vida pública y eso en unos tiempos que eran dificilísimos, cuando las mujeres no tenían ni siquiera derecho al voto”, asegura Ariztondo.

Para la directora de Bilbao 700, las nominaciones a los Max de esta obra indican que “somos capaces, una fundación modesta, con medios muy limitados, de crear productos innovadores. No hace falta tener grandes capitales para hacer cosas realmente interesantes, que lleguen, con mucha calidad. Nuestra apuesta en los últimos años ha sido no encargar un evento o un programa a un tercero, que te lo da hecho, sino embarcarnos en los proyectos, lo que significa producir o coproducirlos”.

Como la colección Bilbogileak-Memoria de Bilbao, cuyo objetivo es recuperar la obra y la identidad de personas e instituciones que dejaron su huella a lo largo de nuestra historia.