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Arroyo, pintor en mayúsculas

El artista madrileño, uno de los representantes de la figuración narrativa, regresa al Museo de Bellas Artes tras 25 años con una exposición que cuenta con cuadros de gran formato y algunas esculturas realizadas los últimos años

Arroyo, pintor en mayúsculasFoto: José Mari Martínez

Apesar de que el paso del tiempo se refleja también en los pliegues y surcos de sus manos, que llevan décadas materializando ideas y pensamientos, Eduardo Arroyo y David Hockney siguen dando vida a lienzos en blanco con sus pinceles y paletas. No han soltado sus pinturas y, a sus 80 años, continúan organizando grandes exposiciones y escribiendo la historia del arte.

Ambos nacieron en 1937, han marcado a una generación de artistas y, casualmente, los dos están exponiendo sus obras en Bilbao. Mientras que la muestra del pintor inglés se inauguraba el pasado 10 de noviembre, el creador madrileño abrió ayer en el Museo de Bellas Artes Eduardo Arroyo. Le retour des croisades, una colección que estará hasta el 9 de abril abierta al público y que reúne 43 obras del artífice, algunas de ellas realizadas este último año, coincidiendo con su 80 aniversario. Acompañando al polifacético autor, considerado uno de los principales representantes de la figuración narrativa que renovó el arte europeo a mediados de los setenta, estuvieron Gorka Martínez, director general de la Fundación BBK; Fabienne Di Rocco, comisaria de la exposición y Miguel Zugaza, director de la pinacoteca.

La Sala BBK acoge las piezas del también escultor, escenógrafo teatral, grabador, ilustrador y escritor. Un espacio que, precisamente, abrió sus puertas por primera vez en 1994 con Eduardo Arroyo. Tamaño natural, 1963-1993, que a modo de retrospectiva reunía pinturas de grandes dimensiones del autor. “Esta muestra ha sido para mí una sorpresa. Hace cuatro meses no sabía que iba a llevarse a cabo, pero se ha convertido en una gran exposición”, explicó Arroyo durante la presentación. Más de 25 años después -y tras pasar este verano por la Fondation Marguerite et Aimé Maeght de Saint Paul de Vence- el creador regresa a la capital vizcaina para, en ese mismo espacio, repasar las pinturas y esculturas que ha creado en los tres primeros lustros del siglo XXI. En cuanto a estas últimas, destacan piezas como el Unicornio de Laciana, que inaugura el recorrido y está realizada con materiales como troncos y bloques de piedra procedentes del valle leonés de Laciana, donde reside el artista en época estival. Sin embargo, aunque cada vez le interesa más la escultura “con minúsculas”, porque afirma que le permite trabajar la dualidad de los personajes que en ellas representa, la mayor parte de las obras de la muestra son pinturas en las que confronta a distintas personalidades. Ejemplo de ello son Falstaff y Orson Welles, Tolstoi y el personaje de cuento Bècassine, el jefe indio Gerónimo y Cyrano de Bergerac o La tirana, de Goya, con la bailarina, cantante y actriz del siglo XX Joséphine Baker.

Pero Arroyo vive actualmente una etapa distinta. Hace 8 meses que no pinta nada y, tras asegurar que ahora solo escribe, confesó que cada vez le interesa más la escultura, por lo que tiene pensado que su próxima obra sea una talla: “Estoy escribiendo, pero quiero hacer una escultura estas navidades, cuando logre terminar el libro”.

Homenaje a zuloaga El título de esta exposición, Le retour des croisades, está tomado de uno de los grandes lienzos pintados por Arroyo este mismo año, una obra definida por el propio autor como un “homenaje” al cuadro de Zuloaga La víctima de la fiesta (1910), donde aparece un abatido picador de toros volviendo de una corrida. “Hace varios años me topé con esta imagen de Zuloaga, y supe que quería hacer algo sobre él. Pasaron los años y finalmente llegó esta pequeña réplica, que es más bien un homenaje y una muestra de admiración, nunca una confrontación”, concretó el pintor. Arroyo agregó que, “aunque en muchos aspectos España crece, el país vive ahora lo que viven estos dos personajes del cuadro: un ambiente de desolación y como de retorno del combate, un combate casi siempre perdido”.

Ambas obras se muestran por primera vez juntas, pero no es el único reconocimiento que ha reflejado Arroyo, ya que Le retour des croisades está plagado de guiños y referencias a la historia de la pintura y a los pintores. Es el caso de La lucha de Jacob y el ángel, inspirados en el mural de Delacroix de la iglesia de Saint-Sulpice de París, Cordero místico, versión de políptico de Gante de los hermanos Van Eyck, imágenes que están presentes en la sala junto a otras piezas dedicadas a Van Gogh o Ferdinand Hodler.