bilbao - Aitor Gametxo (1989, Lekeitio) retrata mediante Cicha Symfonia (Una sinfonía en silencio) la ciudad polaca Wroclaw y a su comunidad de personas sordas. Un documental en silencio que explora las posibilidades del cine a partir del movimiento, de los gestos que ponen en relieve la potencia de una imagen sin sonoridad. Una ciudad a la que asomarse y ver su melodía.
Al inicio avisa con un mensaje: esta película no tiene sonido. Aun así, un espectador, en los primeros minutos, espera escuchar en su mente esos sonidos que pueden verse en su pieza, como el viento que zarandea una bolsa de plástico o el sonido del tren...
-Muchas personas me han dicho eso mismo, que buscan los sonidos en la imagen que están viendo y verdaderamente suena el ruido en su mente; suena la lluvia, suena el tren, aunque en el documental no haya ningún sonido.
A la hora de empezar a grabar, ¿tuvo que eliminar de alguna manera ese sonido de su mente?
-Eso precisamente era lo esencial: buscar formas para que el ruido o el sonido estuviesen en la imagen. Plantarte a observar lo que ocurría, en todo lo que dejaba mes y medio de estancia allí, claro. Alquilé una bici y recorrí la ciudad en diferentes momentos para poder retratarla a diferentes horas del día, en un orden secuencial haciendo este homenaje a las sinfonías urbanas. No hubo una escritura de guion, fui escribiéndolo a medida que iba grabando. El montaje, por ejemplo, también lo hice sin sonido, si no, me parecía que era trampa hacer un montaje con audio y luego quitarlo en la versión final...
¿Cuáles fueron sus objetivos?
-Antes de ir allí, tenía pensadas ciertas ideas para no ir con las manos vacías. Ahí me planteé como premisa poder retratar la ciudad. Entonces pensé en las sinfonías urbanas que buscaban retratar la ciudad, que carecían de sonido por la imposibilidad de unir audio e imagen en la misma, y pensé, de igual manera, en el montaje, que servía para darse cuenta del ritmo, de ruidos, de los silencios... en definitiva, de todo lo que tenía que ver con lo sonoro. En ese instante se me encendió la bombilla y me pareció que era pertinente hablar sobre las personas sordas que precisamente podían ver esas sinfonías urbanas, tal y como fueron concebidas, esto es, sin sonido. La decisión de dejarlo sin sonido también respondía a un guiño que quería hacer al momento en el que se viese esta película, ya que pretendía plantear una especie de equiparación de audiencias.
Cine a partir del movimiento. ¿Contaba con referentes?
-Iba con la idea de buscar momentos o secuencias significativas que habían trabajado otros cineastas. Tuve en cuenta, por ejemplo, la sinfonía urbana por excelencia, Berlín, sinfonía de una gran ciudad de Walter Ruttmann; cómo abre con las calles vacías, cómo pasa a una bolsa que da vueltas, los trenes... Encontré la referencia a la lluvia en la película Regen (Lluvia) de Jorins Ivens, también tuve en cuenta À propos de Nice (A propósito de Niza) de Jean Vigo. En esta también aparecen grietas en el suelo con las que Vigo plantea una dicotomía en esa ciudad entre burguesía y personas que viven en los márgenes. Por su parte, Wroclaw, como ciudad, también había vivido muchos cambios. Entonces, todo eso quedaba en la imagen. Además, me gusta plantear la idea de que yo presento una ciudad pero podría ser otra perfectamente. Creo que eso intentaban transmitir las sinfonías urbanas.
Homenajea también a la comunidad de personas sordas.
-Otra de las ideas era esa, porque en todas las ciudades existen estas comunidades. Además, como para apelar a un concepto usan diferentes signos, la imagen te permite apelar a un momento sin filtros de modalidad de lengua. La lluvia es la lluvia y ahí radica otro tipo de goce, uno que es visual. Esto coincide también con que justo compré una cámara con la que ves todo super grande y era un placer ver momentos aparentemente insignificantes que adquieren otra dimensión al verlos sin sonido, se acentúa su potencia.
Habrá sido un reto, sobre todo, saber dónde insertar la cámara.
-Fue casual y muy bonito entrar en una clase y ver cómo, por ejemplo, los niños estaban diciendo su nombre o cómo tenía que grabar al profesor de frente y a los chavales de espaldas. En el documental, cuando las personas mayores sordas van al museo, de repente hablan a través de reflejos con un cristal en medio. En ese momento te planteas de qué forma eso es posible. El otro día fui por la nueva entrada de metro y de tren, la línea 3, que es un sitio muy amplio, diáfano, donde hay un ventanal. Vi a una persona hablando con otra con un cristal en medio. Eso es fascinante, y eso no puede ocurrir entre tú y yo. Más allá de pensar que es una discapacidad, reconocida así tristemente, se abren una serie de posibilidades que el resto no tiene. Eso era lo que buscaba.
En ‘Cicha Symfonia’ pueden verse diálogos a oscuras.
-Eso quería abordar: ¿qué ocurre con esos signos que se dicen en la oscuridad? Ellos utilizan las manos para saber qué están diciendo, el tacto... La decisión de subtitular fue porque me parecía que también el documental debería dirigirse a una persona sorda y no hacer privilegiado al oyente. Hay una creencia universal que dice que todas las lenguas de signos son iguales, y no es cierto. Entoces, quería que una persona sorda de Polonia y una de aquí pudieran entenderlo por igual.
El lenguaje de signos siempre le ha llamado la atención.
-Sí. Estudié audiovisual, luego hice un máster de documental creativo y después, por curiosidad, me metí a hacer un grado superior en Interpretación de lengua de signos.