BILBAO. Javier Labandón y su bandana son el motor y la imagen de El Arrebato, el proyecto de este músico sevillano que ha logrado, en once años, vender casi dos millones de discos. Su último disco, Músico de guardia (Universal), en el que amplía su universo rumbero al pop, el rock y las baladas, sonará hoy y mañana en Barakaldo Antzokia, con la colaboración de DEIA.

Explíqueme eso de 'músico de guardia'.

-Es algo de lo que me di cuenta el año pasado cuando intenté parar y descansar. Vi que lo que me hace feliz y desconectar es la música. Siempre he sido un músico de guardia, a la espera de una canción y de estar involucrado con ellas. Es lo que hago, lo que soy.

Vamos, que es su vida.

-Exacto. Soy un músico que vive.

¿Qué sería de usted sin ella?

-Alguna vez lo he pensado y creo que no sería yo, no me habría realizado ni sentido en plenitud. Siempre quise músico aunque dudé en algún momento por el fútbol. Jugué en el Sevilla C.F., en infantiles, pero la guitarra iba más con mi forma de ser, la de ir a los parques, cantar con mis amigos, las chicas... El fútbol es demasiado disciplinado y sacrificado; me daba pereza entrenar. Preferí la guitarra al balón.

¿Futbolero o sevillista?

-Soy muy futbolero... y también sevillista. Amo al club por encima de todas las cosas y ahora estoy feliz por su trayectoria en Liga y Champions. Y quiero destacar que el Sevilla y el Athletic, así como sus hinchadas, viven el fútbol de manera muy pasional y tienen semejanzas. Me gusta la filosofía del Athletic.

No le imagino sin bandana.

-Llegaron con el segundo disco. Es que me molesta que el pelo largo me caíga en la cara. Surgió en un estudio de grabación tras muchas fotos con traje porque me veía más natural con la bandana, los vaqueros y la camiseta. La bandana me quita el sudor en los conciertos y me da intimidad fuera de él. Al quitármela, no me conoce nadie. Es ya mi icono.

Le ha dado un traje más moderno a sus canciones en el último disco.

-Era algo buscado al trabajar con David Santisteban y se ha conseguido. Buscaba actualizarme aunque la esencia es la misma porque quien canta soy yo y son mías las letras. Eso lo impregna todo. Es como un traje nuevo, y quizás para el próximo me ponga otro.

¿Inquieto?

-Me gusta aprender y probar cosas nuevas. Va en el crecimiento personal absorverlo todo. Un artista con los ojos cerrados es una torpeza.

¿Se hartó de las rumbitas?

-Más o menos (duda). Me encantan, y las sigo haciendo, pero somos muy de etiquetas y quería demostrar que era creativamente más largo, que podía hacer pop, rock, baladas... Demostrármelo a mí mismo y a la gente.

Sus canciones giran casi siempre en torno al amor.

-Nos movemos por él, es lo que nos emociona en la vida cotidiana; no el trabajo, digan lo que digan. Me refiero al amor a nuestra tierra, la familia, la pareja, los hijos, los amigos... Es un disco muy positivo, con canciones sobre la superación.

Canta "poco a poco, todo irá bien".

-Soy patológicamente optimista. A veces, me llevo bofetadas por ello; otras, besos. Alguna vez me salen canciones más críticas sobre el momento social o político, pero quedan en la intimidad.

¿Y eso?

-La política y el arte... casan malamente. Hay intérpretes maravillosos de canción protesta, pero no me veo ahí. No se me ocurre nada bonito y últimamente es complicado ver cosas positivas.

Tiene muchos seguidores en Bizkaia. A Barakaldo viene dos noches.

-Les gusta mi música y repiten. Es gente abierta, de corazón y pasional; en el fútbol y la música.

Como se venden pocos discos, la gira tiene que ir bien para cuadrar cuentas ¿verdad?

-Las ventas han bajado, aunque me mantengo, pero en directo funcionamos muy bien. El concierto y el escenario es el fin de todo para quien se siente músico de verdad. El resto son medios y consecuencias. Estos conciertos de 2017 son El Arrebato en estado puro, todo emoción, positivo y enérgico. Con momentos recogidos y otros fiesteros, para que la gente se vaya con la sensación de que ha pasado un buen rato y tiene el alma .