DE la sala UFO de Londres, en 1967, dominando la ola de la psicodelia ácida de la época, a los estadios de todo el mundo durante más de 30 años, incluido el de Anoeta, en Donostia, en julio de 1994, ante unos 30.000 espectadores. Ese fue el camino de Pink Floyd, un dinosaurio del rock sinfónico que, a pesar de estar inactivo desde hace tiempo, sigue vigente medio siglo después de su debut, como prueban la reedición de su discografía y una exposición inaugurada este fin de semana en Londres. Con múltiples objetos personales, ofrece un viaje multisensorial por la obra de los creadores de Dark side of the moon y Wish you were here.
200 millones de discos vendidos a lo largo de su carrera avalan a Pink Floyd, una banda pionera de la psicodelia británica (junto a Soft Machine) que se configuró en los 70 como el mejor grupo de rock sinfónico (con permiso de Genesis) de todos los tiempos y cuyas ventas incesantes en el siglo XXI demuestran su carácter de clásico. Con motivo de la publicación de su último disco, el aceptable The endless river, hace dos años, en homenaje a su teclista Richard Right, fallecido en 2008, su guitarrista, David Gilmour, confirmó que “el río interminable” se había secado y ya no habría ni giras ni discos nuevos del grupo.
Sus millones de seguidores, los que periódicamente desempolvan sus canciones y se han apuntado a la operación de rescate que está realizando Parlophone/Warner, en algún caso con inéditos en directo, verán la luz con la exposición inaugurada este sábado en el Victoria &Albert Museum (V&A) de Londres, que sigue el modelo de la exitosa muestra previa centrada en David Bowie, que podrá verse en Barcelona (Museu del Disseny) a partir del próximo día 25, en el marco de las actividades ligadas al festival Sónar.
Pink Floyd: Sus restos mortales aparece como la primera retrospectiva que recorre, en un viaje multisensorial, el medio siglo de vida de historia de una de las bandas de rock más influyentes e icónicas de todos los tiempos, “tan reconocible por sus imágenes visuales únicas como por su música”, según Martin Roth, director del V&A. Música, diseño, exploración y éxito planetario confluyen en el grupo, pionero en la incorporación de la imagen a la música.
Esa confluencia se advirtió “desde sus más tempranas actuaciones de los años 60 con espectáculos experimentales de luz a sus espectaculares espectáculos de rock en el estadio”, explica el director del museo. “La exposición los situará dentro de la historia del rendimiento, el diseño y la producción musical presentando y complementando el material del propio archivo de Pink Floyd con las inigualables colecciones de arquitectura, diseño, gráficos y literatura de V & A”, apostilla.
Vaciado de cajones Roger Waters (el bajista e ideólogo), David Gilmour (guitarrista y responsable de sus solos líquidos) y Nick Mason (el batería), los tres supervivientes del grupo, han rebuscado en sus cajones para aportar diversos objetos personales a esta muestra antológica que conmemora el 50º aniversario de su debut discográfico, The piper at the gates of down, y de su primer sencillo, Arnold Layne, cuando su primer líder, Syd Barrett, se bañaba en ácido y salía a escena rodeado de una música lisérgica y exploradora (Astronomy Domine, Matilda mother, Interstellar overdrive...) ayudado por una tormenta de proyecciones giratorias y luces estroboscópicas.
Y esa conmemoración se efectúa realizando un recorrido cronológico por los discos del grupo, a través de sus canciones, sus letras, vídeos, recortes de prensa, las icónicas portadas de Hypgnosis, obras de arte (incluida una escultura de Jhonny Rotten, líder de Sex Pistols y conocido hater de los Floyd), instrumentos, fotografías y múltiples objetos, hasta 350, algunos inéditos hasta la fecha y sacados de los cajones de sus miembros.
Es un recorrido a lo largo de “más de una decena de salas” que incluye también diversos fetiches y recreaciones para sumergir al visitante en el particular y psicodélico mundo visual y sonoro de los Floyd. Como la recreación de la furgoneta que el grupo utilizó en su primera época para trasladarse, la de una de las míticas chimeneas de la fábrica eléctrica de Battersea (casi 10 metros) que ocupaba la portada de Animals, la sala oscura con un holograma que recrea la pirámide y el prisma de luz de Dark side of the moon o el agujero que hay que atravesar para acceder a la sala dedicada a The wall.
Inmortalidad La muestra incluye dibujos de cuando sus miembros estudiaban arquitectura y de cartas manuscritas, incluida una de Barrett a su novia antes de que el LSD hiciera incompatible su lucidez creativa con su vida cotidiana y la del propio grupo, y tuviera que ser sustituido por Gilmour. El repaso a los “restos mortales” de los Floyd concluye con una visión en unas pantallas gigantes de su última reagrupación puntual, en el Hyde Park de Londres, en el concierto Live8, donde, con Waters de regreso al seno del grupo, convirtieron en histórico el repaso de clásicos como Money, Wish you were here o Comfortably numb. La exposición, que a pesar de su título evidencia la inmortalidad del grupo, podrá visitarse hasta el 1 de octubre. Las entradas están a la venta https://pinkfloydexhibition.com/ por 20 libras y 24 el fin de semana.