MADRID. Tampoco un año más tarde, cuando se hizo con el Premio Pulitzer, que otorga la universidad neoyorquina de Columbia, el de Minnesota se personó a recogerlo sino que delegó en uno de sus hijos, el cineasta Jesse Dylan.
Aquel 29 de mayo de 2008, Robert Zimmerman, que así se llama Dylan, no se subió a ningún escenario, pero sí lo hizo un día antes y un día después, cuando, dentro de su tour por Europa, llevó su música a la ciudad danesa de Dinamarca y a la noruega de Stavanger.
Ahora que, contradiciendo todas las quinielas de favoritos aunque él "sonaba" desde 2007, le acaban de conceder el Nobel de Literatura, Dylan está nuevamente en pleno tour por su país natal. Una gira que, según su sitio web oficial, tocará a su fin en Fort Lauderdale (Florida) el próximo 23 de noviembre.
Ningún evento programado con anterioridad debería, a priori, impedir la presencia de Dylan en Estocolmo el próximo 10 de diciembre, cuando la Academia sueca le entregará oficialmente el Premio Nobel de Literatura "por crear nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense".
En fechas anteriores a la concesión del Príncipe de Asturias y el Pulitzer, el compositor de himnos como "The times they are a-changin'" o "Lay Lady Lay", dejó por escrito en sus "Crónicas" (2004) la "peculiar" experiencia de una ceremonia a la que sí acudió en 1970, cuando le hicieron doctor "honoris causa" por la Universidad de Princeton.
Pese a que reconoce que le "sería útil" el reconocimiento, el "ponente" del acto encendió la "furia" de Dylan al referirse a él como la "auténtica expresión de la conciencia inquieta y militante de la América joven".
"Estaba tan enfurecido que me entraron ganas de pegarme un mordisco", rememora Dylan sobre su reacción ante aquellas palabras, que, dice, podrían haberse sustituido por "detalles sobre su música".