uN total de 1.139 kilómetros separan Bilbao de Mánchester. Una distancia que June Gil (Getxo, 1984) recorrió hace cinco años para instalarse en la ciudad del Reino Unido y comenzar una nueva vida. Al igual que ella, miles de jóvenes han hecho las maletas para aventurarse a vivir en el extranjero e intentar mejorar su futuro.

La beca Erasmus fue el arranque de la aventura de June. Le permitió viajar al Reino Unido y le dio el impulso para descubrir facetas de su persona que, de haberse quedado en la zona de confort, tal vez nunca hubiera desarrollado. “Trabajar de lunes a viernes, vivir en la casa familiar, viernes y sábado con la cuadrilla al Casco Viejo? Y así, todos los días de nuestra existencia”, comenta.

2009, crisis in crescendo. Fue el año Erasmus que llevó a June hasta Gales (más tarde regresaría al norte de Irlanda con la beca Leonardo Da Vinci). Al término de este periplo consiguió trabajo en su campo, la sociología, en una empresa de Deusto. Sin embargo, pronto comenzó a sentir que no progresaba. Entonces se planteó estudiar un máster relacionado con el marketing. “Como era carísimo, busqué en Reino Unido y encontré uno que me interesaba -mucho más barato- en Mánchester”. Así que una vez más, hizo las maletas y acopio de sus ahorros y se desplazó a tierras mancunianas. “Siempre he sido un culo inquieto”, reconoce. Durante un tiempo, compaginó sus estudios con su trabajo en Bilbao, pero la crisis empezó a pasar factura a la empresa y por ende, a sus trabajadores. “Dejé mi puesto por burofax”, apunta.

En septiembre de aquel año (2010) terminó su tesis, pero había pagado el alquiler de su vivienda para todo el año. “Así que me quedé y me dediqué a buscar trabajo”. Las noticias desde Getxo tampoco eran demasiado halagüeñas. “La crisis estaba generando mucha inquietud”. Pese a que en ningún momento se planteó fijar su residencia en Mánchester, la idea de “vivir fuera” le atraía. Nuevos amigos, nuevas vivencias? No todas buenas, claro está. June recuerda una desagradable experiencia en el Job Center, el centro para la ayuda en la búsqueda de empleo. Tuvo mala suerte y quien la atendió no estaba por la labor de ayudarla, precisamente. “Me decía que con mi experiencia y un máster que a ver qué esperaba encontrar. Fue indignante y cuando salí de la entrevista pedí una hoja de reclamaciones”, relata.

June achaca esta mala experiencia al recelo de ciertas personas ante un posible abuso de los benefits o ayudas sociales. Al contrario de lo que aquel trabajador del Job Center pudiera sospechar de June, ella exprimió sus ahorros hasta que estos se agotaron y al no encontrar trabajo, entonces reclamó una pequeña ayuda para el alquiler del piso. Por suerte, esa situación de inseguridad económica no duró mucho tiempo, pues encontró trabajo en una empresa dedicada a la publicidad en Google (pay-per-click). Permaneció allí dos años, pero de nuevo empezó a albergar la sensación de que no había visos de promoción alguna. Y entonces, se lanzó a la piscina: “Me hice freelance, sin saber muy bien dónde me estaba metiendo”, admite. Empero, “el miedo a volver a casa sin haberlo intentado y sin un duro” era mucho mayor que la nueva empresa que acometía. Gracias a experiencias como aquella aprendió “a sacarse las castañas del fuego”, a la vez que se animó a hacer cosas que nunca antes se había planteado, “como coser?”, desvela aún con cierto asombro. También se apuntó a un grupo de teatro donde, además de forjar buenas amistades, ha desarrollado su vocación artística. Ha ejercido de directora musical, además de actuar, cantar y lo que se tercie. Es un grupo amateur y el entusiasmo engrosa la mayor parte del presupuesto. “No soy Judy Dench, pero no lo hago mal”, comenta entre risas. Su vena artística no se queda ahí, pues toca la guitarra y canta por varios pubs de la zona en la que reside, Chorlton. “Aquí he empezado a hacer cosas nuevas, he creado mi vida? Puedes ser lo que quieras ser”.

Tras trabajar en algunos proyectos con la Universidad de Lancaster como freelance, el que hoy es su jefe la contactó para contratarla por horas. La empresa de marketing en cuestión creció y hoy June es una empleada en alza que agradece “haberse librado del peso de ser freelance y todos sus quebraderos de cabeza”.

Sin perder esa sensación de sentirse “de paso”, disfruta de su vida en una ciudad como Mánchester, la cual considera creativa e inspiradora. “Claro que hecho de menos Euskadi, y cada vez me cuesta más volver de allí cuando voy de visita. ¡Si es que se vive mejor!”, admite.

Pese a todo, su espíritu nómada e inconformista tantea ahora Estados Unidos, Australia? “Quiero ver mundo -asegura-; y tampoco me veo con 60 años tomando una pinta en el pub? ¡Con este frío!”, bromea. Además, anima a salir de la zona de confort y a “acostumbrarse a estar incómodo”. “Si quieres crecer, lánzate y hazlo, ese miedo que sientes puede ser una oportunidad”, alienta.

La vida tras el ‘Brexit’ “Hasta ahora me ha sido tan fácil vivir aquí, que nunca me imaginé una situación como la del Brexit. Tampoco podía votar?”, explica. Los “tintes xenófobos” de los últimos meses la empezaron a preocupar no obstante, y reconoce que no durmió la noche en que Reino Unido decidía si salía de la Unión Europea. El resultado fue un shock: “No me lo podía creer, de repente sentí que no era bienvenida en este país”. Sus amigos la intentaban animar: “Yo he ido a votar para que puedas quedarte”, decían. “El Brexit me parece una estupidez abismal y creo que ahora hay mucho arrepentimiento general. La mayoría de la gente con la que me relaciono está a favor de quedarse en la UE, así que busqué gente que hubiera votado salirse, para intentar comprender sus razones. Aún recuerdo a una señora mayor del grupo de teatro que celebró el resultado brindando? ¡Mientras estaba de vacaciones en Grecia! ¡Es absurdo!”, sostiene, al tiempo que se resiste a culpar a la población mayor del Brexit.

“Ellos fueron a votar al fin y al cabo, mientras un tercio de los jóvenes no lo hizo? Curiosamente, la votación coincidió con (el festival de) Glastonbury”, observa. “Parece que parte de Inglaterra quiere replegarse y vivir aislada en su isla, volver a los años 20? ¿de dónde viene esta mentalidad tan cerrada?”, se pregunta.