bilbao - “Hacer arte es despertar en un estado de ansia, de descargar resentimiento, ira... Me interesan los impulsos autodestructivos del artista. Pero hacer arte tiene también un efecto curativo”, confesaba la escultora estadounidense de origen francés, Louise Bourgeois (1910-2010), una de las creadoras más interesantes e inquietantes del siglo XX y XXI. Conocida en Bilbao, sobre todo, por su Mama, la gigantesca araña -mitad madre, mitad monstruo depredador- que custodia el Guggenheim, sus obras consiguen transmitir al espectador dolor, ansiedad, culpa, trauma, angustia, represión, obsesión, soledad, maternidad, miedo al abandono... Y es que Louise Bourgeois nunca separó arte y vida; su obra es autobiográfica, creó según vivió.
El Guggenheim Bilbao ofrece a partir del 18 de marzo la oportunidad de profundizar en una de las épocas más interesantes de su trayectoria artística, con una selección de sus Celdas, un trabajo muy tardío, de los años noventa, pero aglutinador de todos los conceptos que han girado en torno a su obra. En la muestra, organizada por Haus der Kunst (Múnich) en colaboración con el museo bilbaino, el público podrá conocer y experimentar 28 de estos espacios arquitectónicos, que se ubican a medio camino entre el panorama museístico, la escenografía y la instalación. Cada una de las celdas es totalmente diferente, y en ellas se reflejan las vivencias, recuerdos y memorias de la artista.
Con ocasión de esta muestra, las Celdas numeradas del I al VI se agrupan por primera vez desde 1991, fecha en que se reunieron originalmente en el Carnegie International de Pittsburgh. Para Bourgeois, el término en inglés, cell, tiene diversas connotaciones, pues se refiere tanto a la celda individual de una cárcel o de un monasterio como a la célula biológica de un organismo vivo.
La serie gira en torno al deseo de recordar y olvidar un tiempo. “Tienes que contar tu historia, y tienes que olvidarla. Olvidas y perdonas. Eso te libera”, afirmó Bourgeois en una ocasión. En este sentido, sus Celdas contienen referencias a personas y a experiencias del pasado. Las agujas, hilos y husos que se integran en las obras aluden a la niñez de la artista y al oficio de sus padres, ya que su madre era restauradora de valiosos tapices. Su obras también hablan de traición y de pérdida, en parte a causa de la gran tensión que se vivía en la familia Bourgeois. Por un lado, su padre engañó a su madre con la institutriz de la familia, que vivió con ellos durante casi una década. Por otro, en una inversión de los roles habituales, tuvo que cuidar de su madre, quien contrajo una grave enfermedad y le pidió que la ayudara a ocultar ante su padre cómo empeoraba. Louise se vio así inmersa en una trama de emociones encontradas: admiración y solidaridad, furia e impotencia. Un sentimiento que le acompañaría toda su vida y que le llevó a crear sus inquietantes y archiconocidas arañas.
Entre sus celdas más conocidas está Dentro y fuera (1995), en la que Bourgeois decidió mostrar a un hombre con la espalda arqueada, preguntándose si esta figura se encontraba en un estado de dolor o de placer. En Celda (Choisy) (1990-93) la escultora realiza una réplica de la casa de su niñez con mármol rosa, evocando la carne. La guillotina que se cierne sobre ella simboliza el pasado, que es amputado por el presente. Con La destrucción del padre, la artista presenta un acto de venganza ficticio.
Comisariada por Julienne Lorz y Petra Joos y patrocinada por el BBVA, la muestra se podrá ver en el Guggenheim hasta el 4 de septiembre.