BILBAO - Hace tiempo que Toño y Pepe Risi dijeron adiós, pero Jhonny, teclista, miembro fundador de Burning y ahora también cantante, ha logrado que el grupo haya cumplido 40 años dedicados al rock. La eléctrica tarta de cumpleaños es Vivo y salvaje (Warner), doble CD y DVD que recoge un concierto en el que la banda, reforzada hasta los 12 miembros, se acompaña de Bunbury, Carlos Tarque, Rubén Pereza y Luz Casal, entre otros. Este viernes ofrecerá un acústico y sesión de firmas en la FNAC de Bilbao (19.00 horas), antes de sus conciertos eléctricos en Iruñea (Zentral Kafe, día 15) y Bilbao (27 de noviembre, Santana 27).
El día del concierto sería especial ¿no?
-Muy especial, sí. Fue el 9 de mayo, los días que murieron Risi y Toño, y cumplí un sueño muy grande al resumir cuatro décadas de rock’n’roll con amigos y la banda ampliada con metales, dos coristas femeninas y un percusionista. ¡Como los grandes!
Buring es una banda de garito pero sonó en plan estelar.
-Somos de garito y de ver las caras al público pero estuvo bien darle a la gente la oportunidad de ver a doce músicos en escena. Tocaba tras cuarenta años y nos sentimos bien.
Esa noche hubo “emoción y abismo”, reconoce.
-Tocaba en la ciudad que me parió y los días previos me convertí en un huraño. Sería la responsabilidad de tocar para gente que vino de muchos sitios y había que hacerlo bien porque se gastaron una pasta. Hubo nervios pero empezó el guitarreo y todo se olvidó.
Doble CD y un DVD con el concierto íntegro en tiempos de crisis. ¿Cómo se engañó a Warner?
-Le dimos el trabajo hecho gracias a los chicos de Tremolina Films, que producen también la película que está ultimando Fernando Colomo sobre el grupo. En ella, hay ensayos de la banda, camerinos, conciertos, imágenes antiguas de los 70, de televisión y el No-Do? Se trata de ver cómo vive un grupo de rock’n’roll y se verá en cines en Navidad.
Al inicio del disco grita usted “rock’n’roll”? y todo se dispara.
-Sale del alma y explica a qué hemos venido y qué vamos a ofrecer. La complicidad es completa. Es como el grito de guerra de Tarzán (risas). Es como decir “aquí estamos y es lo único que sabemos hacer”.
También se oye ‘rock por la cara y con todo el corazón’
-Sí, lo digo por el primer invitado, Star Mafia Boy. Es así como vivimos la música, el grupo y los invitados. Y a Star apenas se le conoce, se paga sus discos y nos vemos reflejados en él. Me recuerda a Burning en los 70.
¿Cómo eligió el repertorio, que va desde los inicios a la actualidad?
-Costó bastante porque hemos grabado casi 180 canciones. Algunas son obligadas, los clásicos como Jim Dinamita o Qué hace una chica como tú? Esas suenan sí o sí, como Jumpin’ Jack Flash, de los Stones, en sus conciertos. Y rescatamos I’m burning, nuestro primer single, que hacía 35 años que no tocábamos, hasta llegar a temas del último CD, Pura sangre. Al principio éramos muy glam, de pintarnos y mariconeo, aunque nos tachaban de machistas. Buscábamos montar el pollo y salir del barrio.
Los colaboradores son ‘coleguitas’, antes que músicos ¿no?
-El 99%, sí. El último ha sido Bunbury, que puso en su Facebook que le había gustado nuestro último disco. Nos conocimos en el camerino en uno de sus conciertos y empezamos a gestionarlo. Del resto, qué voy a decir: Luz es coetánea, Josele Santiago es puro rock de Malasaña, Rubén, de Pereza? Cortamos la lista para que no fuera un disco de duetos y se quedaron fuera otros grandes como Loquillo y Rosendo, porque ya habían estado en el directo de 1991. No quisimos repetirnos.
Lo de Luz Casal fue especial ¿no?
-Un momento álgido. Y fue muy valiente al salir con un vestido elegantísimo ante tanto rockero de camiseta raída. Salió como una diva. Es una dama del rock y se nota. ¡Cómo cantó Corre conmigo!
Hay un cariño global por Burning. ¿Son ya una institución? Rubén, de Pereza, dice que de pequeño soñaba con ser un ‘burning’.
-(Risas). Jamás me veré como una institución o una leyenda. Tengo la suerte de disfrutar del rock y de hacer lo que quiero, pero soy un tipo de barrio, hijo de mecánico. Empezamos Burning ensayando después de los trabajos, tras salir del taller o del curro de fontanero. Pero es cierto que muchos músicos han empezado tocando nuestras canciones, pero es algo lógico. Nosotros lo hacíamos con los Stones, Gary Glitter o Slade.
Empezó queriendo ser Mick Jagger o Jim Morrison. Ahora, los chavales sueñan con convertirse en Messi o Cristiano.
-(Risas). Algo hemos hecho mal, tío. Hay poco romanticismo en eso y lo asocio con la fama y la fortuna.
Una canción sin chulería, sexo, noche, calle y excesos, ¿puede ser rock?
-Va todo eso unido. Si haces rock hay que vivir intensamente. Hay que buscar cada noche lo especial, sobre todo de joven. Si no, ¿a qué le vas a cantar, cómo vas a componer? Yo ahora estoy un poco retirado de esos excesos.
Cuarenta años de noches memorables y otras de abismo y dolor.
-No reniego de nuestra historia, ni de una coma. Hablan de malditismo por las muertes de Risi y Toño? Ellos tienen un lugar inolvidable y yo, que sigo aquí, he arañado el cielo y he visitado el infierno. He estado fatal, sí, pero la vida es así. Se apuesta por algo y lo pasas de puta madre, pero el palo llega por algún lado. A pesar de todo, me quedo con lo positivo.
¿Se ve con muchos años por delante para hacer “soñar y sudar”?
-¡Y yo qué sé! (risas). Llevamos miles de kilómetros y conciertos, y ahora estamos disfrutando de este pastel de los 40 años, en la parte alta de la ola. Yo sigo tocando y componiendo, dejándome llevar y disfrutando.
¿Los achaques se olvidan en el escenario?
-Todos. El rock es la mejor medicina y le doy gracias a Bartolo (risas) porque tengo la voz estupenda. Me cuido, ya no empalmo la noche entera y solo busco ensayar y hacer disfrutar a la gente.
Propone una birra fría para disfrutar de Burning y de este disco.
-¿Qué puede haber mejor? Bueno, tu gente querida. Y si es tu piba, mejor todavía. Este disco es como el grupo, sano y de corazón.