BILBAO - Diversidad y excelencia. Esas son las claves de la subsistencia de la Sociedad Filarmónica de Bilbao, que cuenta sobre sus espaldas con más de 119 años de tradición firme. La histórica apuesta por la música clásica se traduce este año en una nueva temporada, cargada de sorpresas. Además, las acciones puntuales que han llevado a cabo en 2015 para atraer al público más joven han dado resultado. Por primera vez en estos últimos años, la Filarmónica gana adeptos (cuenta con cerca de 900 socios y socias). “Ahora podemos decir que tenemos más altas que bajas y se frena la tendencia de los últimos años”, desvela Asís Aznar, presidente de la entidad privada. “Estamos con ganas y con ilusión, y somos relativamente optimistas”, reconoce. No son los únicos síntomas positivos que detecta: “En estas últimas fechas, estoy viendo más información sobre música clásica en los periódicos, y también se está empezando a vender bien la música clásica en vinilo”.
La receta para promocionar la Cultura, en general, y la música clásica, en particular, no es sencilla, aunque Aznar cree que pasa por “concienciar a la gente de que la Cultura es imprescindible, y en esa labor debiéramos implicarnos todos: nosotros, las escuelas y también los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales”. Aznar invita a las personas que se han mantenido ajenas a la música clásica a acercarse a la misma “sin prejuicios” y a que “se dejen llevar”. “Hay personas que te dicen que no saben nada de música clásica, y yo les digo que no hace falta: puedes ser un profano en música y recibir unas emociones que no te llegan por otros cauces”, asegura, a la vez que se muestra preocupado porque “estamos perdiendo la capacidad de concentración, quizá por la agitación de la vida que tenemos”.
La temporada arranca mañana, con el concierto de la pianista Buniatishvili, que interpretará “un programa de gran dificultad técnica”. Aznar subraya que la georgiana “está haciendo una carrera meteórica; tiene todas las facultades para ser excepcional”. En total, el programa se engalana con 31 conciertos, repartidos en orquestas de cámara, solistas, música de cámara y “un grupo pequeño de voz”. Un cúmulo de emociones repartidas en 9 meses, porque, para Aznar, la música es, sobre todo, “un lenguaje emocional”.