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El fuego latino de Maná ‘incendió’ anoche el BEC

Alrededor de 10.000 personas vivieron una noche festiva con los mexicanos

El fuego latino de Maná ‘incendió’ anoche el BECJuan Lazkano

Bilbao - Calientes, muy calientes, en ritmos y letras. Así son los Maná de 2015, como demostraron anoche en el BEC de Barakaldo, donde congregaron a unos 10.000 seguidores en el concierto de clausura de la gira estatal de presentación de su disco Cama incendiada. Con canciones recientes como La prisión o Mi verdad, versiones de El rey y Corazón espinado y éxitos como El muelle de San Blas o Clavado en un bar, saltando del pop al rock, el reggae y la ranchera, los mexicanos incendiaron el pabellón con un concierto de gran producción técnica que alternó la fiesta y el compromiso.

La pista y las nutridas gradas del BEC respondieron a la llamada vizcaina de Maná. El sonido acompañó, más escorado a la potencia que a la limpieza, casi desde el inicio del largo concierto, que arrancó con retraso, a las 22.00 horas, impulsado por la reciente y liberadora La prisión, canción a ritmo de bailable funk pop latino que remitió al antiguo matrimonio del ahora soltero Fher, cabellera leonina al viento, mucho más delgado que en visitas previas pero con su capacidad de comunicación intacta.

“Esperanza México, esperanza Euskadi. Ya les extrañábamos muchísimo”. Así introdujo Fher Lluvia al corazón, evidenciando que Maná es un grupo de trascendencia global; no en vano ha vendido más de 40 millones de discos. Por ello, los mexicanos, que congregaron a una multitud variopinta en edad y origen, con elevada cuota latina incluida, desplegaron en el BEC una producción solo al alcance de las estrellas. Frente a una escenografía minimal, con espacio para facilitar el movimiento de la banda, tanto las proyecciones como la luminotecnia resultaron espectaculares.

El cuarteto se vio siempre apoyado por 250 metros cuadrados de pantallas led distribuidas en tres espacios, dos laterales y uno centrado, al fondo del escenario, que alternaron las proyecciones de imágenes y colores potentes con las evoluciones de los músicos. Una lluvia de 320 luces móviles de última generación y un gran montaje visual completaron la propuesta de un grupo que se dio un paseo por un repertorio iniciado hace un cuarto de década.

Los mexicanos se mostraron efectivos en la elección de versiones, desde la compartida con Santana, Corazón espinado, a la mítica ranchera El rey. “Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero”, coreó la grada los inolvidables versos de José Alfredo Jiménez. Eso sí, el incendio del BEC llegó con sus éxitos, entre los rescates de un pasado lejano, caso de Clavado en un bar (“bebiendo tequila para olvidar”, se desgañitaron algunas), a otros recientes, caso de un Adicto a tu amor repleto de versos amorosos y sexuales, con manos dirigidas a la entrepierna de Pher incluidas. “Eres mi pasión y obsesión, eres mi adicción”, cantaba él mientras las chicas perdían el sentido.

Durante el recital, que demostró el collage de ritmos que practica Maná, saltando del pop-rock al reggae, pasando por las baladas, los ritmos latinos y las rancheras, también hubo un momento para la concienciación con la llegada de Cuando los ángeles lloran, dedicado al activista ecologista Chico Méndez y su lucha por la preservación de la Amazonia, con un efecto visual destacable provocado por las luces de miles de móviles y llamadas a preservar “la Madre Tierra”. El gentío siguió aullando con esa ranchera abolerada titulada Mi verdad, en la que se critica la mentira y el dolor que provoca, y en la que echó en falta la presencia física de Shakira, con voz grabada e imagen proyectada. El público estuvo muy presente al compartir con el vocalista, a voz en grito, el que es su último éxito.

Fher, fogoso y volcado constantemente en su celebración festiva con los fans, estuvo siempre bien secundado por su trío de cuates músicos, a quienes reforzaron tres instrumentistas a la percusión, guitarra y teclados. El ritmo fue cosa del comedido bajista Juan Calleros, que tuvo un papel protagonista en temas funk y bailables como La cama incendiada, y del batería Alex González, a quien apodan Animal. Resultó evidente la razón tras verle maltratar los parches cuando se marcó un solo entre llamaradas y a varios metros de altura.

Por su parte, Sergio Vallín volvió a confirmar que al mástil se defiende con soltura tanto con lo latino como lo eléctrico, cuando jugó con los riffs rockeros, de ascendencia heavy, aunque acabaran sonando algo efectistas y convencionales. Además, mantuvo un curioso duelo con un guitarrista local, Daniel Martín Fuentes, que ganó un concurso y pudo demostrar sus habilidades al mástil de su instrumento durante la interpretación de Me vale, a ritmo de ska acelerado y con voz de Álex.

en acústico

El calor en el BEC fue subiendo enteros, con el público entregado y sorprendido con un segundo escenario más pequeño -simulaba la cama de hierro fundida por el fuego de la portada de su último disco- en la que jugaron, en formato acústico, a casi fundirse con el público vasco -del que alabaron sus “ganas de beber, jugar y joder”- al interpretar baladas antiguas como Te lloré un río . Vivir sin aire y Bendita tu luz, en la que una joven del público consiguió su sueño de compartir unos minutos compartiendo micrófono con el grupo.

A la hora de cerrar esta edición, rayando la medianoche y con el público totalmente caliente y ya casi ronco, se esperaba la llegada del bises, en el que los mexicanos suelen ofrecer un trío incontestable de canciones, adaptadas ya como himnos por sus fans. Alternan presente y pasado al combinar el reggae de Oye mi amor con el pop rock de Labios compartidos y la mirada “desesperada” al inicio de su carrera de Rayando el sol. Fueron casi dos horas de entrega en las que Maná, siempre entre vítores y arropados por las banderas mexicanas que les tiró el público, completó una celebración de música mestiza y de masas centrada en el corazón y la entrepierna que dejó a todos extenuados. Encima y sobre el escenario.