Los lectores de DEIA podrán adquirir mañana, al precio de 12,95 euros, Lekeitioak (Elkar), doble disco en el que Mikel Laboa recopiló su obra más libre y experimental, sus célebres y arriesgados lekeitios, en el que el músico euskaldun buscaba “una expresividad nueva” con sonidos, melodías y un uso de los idiomas y onomatopeyas “poco convencionales”. El álbum se engrandece con el arte gráfico de su amigo y artista Zumeta.
Laboa, donostiarra orgulloso nacido en 1934 y fallecido el 1 de diciembre de 2008, es, sin duda alguna, el músico euskaldun más influyente, valiente y experimental que ha dado la música vasca en el último siglo. Agitador cultural desde el seno de Ez Dok Amairu, en el tránsito de los 60 a los 70 su voz mágica partió de la tradición popular -no solo vasca, también latinoamericana, con la influencia vital de Atahualpa Yupanqui- y alcanzó sus cotas artísticas más elevadas con los lekeitios.
El disco que ofrece DEIA a sus lectores agrupa todos ellos, algunos en versiones diferentes y con múltiples colaboradores. “El título de la serie hace referencia a Lekeitio, por cuanto algunas de sus piezas tienen como base la musicalidad del habla del lugar”, según Laboa, que se refugió con su familia en el pueblo vizcaino durante la Guerra Civil. “Reflejan el esfuerzo por encontrar una nueva expresividad. La palabra concreta, a veces vacía de sentido, se combina en ellas con sonidos y melodías poco convencionales, e incluso con el gesto y el movimiento. De los compuestos entre 1968 y 1998, solo dos tienen como base un poema en el sentido tradicional del término (Lekeitio 3 y Lekeitio 10). En el resto, la palabra es un juego y apenas aparece”, apostillaba Laboa.
Los lekeitios de Laboa combinan juego, exploración y arte en estado puro, saltos idiomáticos (euskera, castellano, inglés, portugués?), instrumentos eléctricos, acústicos y electrónicos, falsetes, recitados, minimalismo? El disco se abre con el mítico Baga-biga-higa. Lekeitio 2 (el primero se perdió porque ni lo cantó en público ni lo grabó) con su versión sinfónica en directo de 1999 (con la Joven Orquesta de Euskal Herria y el Orfeón Donostiarra) y la inicial, de 1974, que dio título al espectáculo del mismo nombre de Ez Dok Amairu, entre 1970 y 1972. Entre el juego infantil y el “conjuro de brujas”, es su lekeitio más popular: “baga, biga, higa, laga, boga, sega, zai, zoi, bele, harma, tiro, pun!”.
El doble CD también incluye Dalektikaren laudorioa. Lekeitio 3, editado en 1980, casi 10 años después de su estreno debido a la censura, en este caso en su versión de 1988, con Iñaki Salvador a los sintetizadores. Recitada, concluye “los vencidos de hoy son los vencedores del mañana, y el jamás se convierte en hoy mismo”. También ofrece una “canción símbolo”, Gernika. Lekeitio 4, en su versión inicial (1971) y la de 1988, que finaliza con un guiño a Haika mutil, con una interpretación vocal sobrecogedora. En origen, es un relato básico del bombardeo: narración-grito, lamento, elegía a las víctimas y, al final, un canto de esperanza,.
Laboa tenía dos años cuando se produjo el bombardeo y vivía en un baserri, entre Lekeitio e Ispaster. Los aviones de la Legión Cóndor sobrevolaron su caserío.
Y no podían faltar Cherokee. Lekeitio 8, inspirado en un escrito de Atxaga; Kiromantzidxa. Lekeitio 10, con texto de Sarrionandia; Mugak. Lekeitio 9, en tributo a Camarón de la Isla y al minimalista John Cage; y Komunikazio-inkomunikazio. Lekeitio 5. La versión de 1988, de casi 25 minutos de duración, es un espacio creativo abierto donde el juego y la fonética tienen una importancia capital, así como la dramaturgia. Utiliza a Amália Rodrigues, Yupanqui, Dylan, Brel, los presocráticos, la ópera, el flamenco y Cantinflas, el caos y el orden, para reflexionar sobre la incomunicación.
Ser euskaldun Ramón Lazkano, en el afiche del CD, asegura que Laboa “nos pide que afrontemos una nueva situación de la música vasca” con los lekeitios. “Haciendo de la lengua el instrumento de la poesía y la música, hemos de interrogar el ser lingüístico para aunar sus particularidades con la multiplicidad de lo que ya es. La misma elección del nombre, lekeitio, nos explica (ex-pliega, lo sitúa fuera de sus pliegues) que el lugar y la época son contingencias de esa explicación”, indica. En su opinión, “la música, que se agita en una realidad determinada, se convierte en nuestra historia porque Laboa se agita en una realidad determinada; su obra es un reflejo de ser euskaldun hoy: en lugar de retraerse y esconderse, es el reflejo del euskera que se expone y se proyecta, inmerso en el laberinto del mundo”.