GUERNICA, la ciudad más antigua de los vascos y el centro de su tradición cultural, fue completamente destruida ayer por la tarde por atacantes aéreos insurgentes”. De esta manera comenzaba el periodista británico George Steer la crónica enviada tras el bombardeo ocurrido el 26 de abril de 1937 en Gernika, un testimonio que llegó a copar las portadas de diarios como el Times y el New York Times.
En lugar de enviar la información, Steer dedicó la jornada posterior a la tragedia a recabar declaraciones de los supervivientes y decidió regresar a Gernika para vislumbrar con los primeros rayos de luz la tragedia que envolvía a una ciudad aún en llamas tras el ataque perpetrado por la Legión Condor.
Ese afán por contar lo que realmente sucedió, el espíritu de fidelidad para con la verdad es el mismo que irradia Henry Howell, protagonista de Gernika, la nueva película de Koldo Serra que encara desde hoy la séptima de sus ocho semanas de rodaje. Estas serán además unas jornadas decisivas para la cinta que dirige el getxotarra, ya que desde el pasado miércoles han comenzado a rodar las escenas del trágico bombardeo en escenarios como la localidad alavesa de Artziniega o la costera Lekeitio, además de la propia Gernika. Las tres recrearán la ciudad durante aquel lunes de mercado, mientras que dos pueblos abandonados de Zaragoza servirán para mostrar la desoladora atmósfera tras el ataque.
Durante estas últimas seis semanas, el equipo ha hecho retroceder los lugares más emblemáticos de Bilbao hasta 1937 para contar la parte de la historia más unida “a los personajes y a los sentimientos”. Esta recta final del rodaje, por el contrario, se centra en el bombardeo, la parte quizás más laboriosa pero, al mismo tiempo, más espectacular del filme, se atrevía a aventurar Serra hace unos días.
PROTAGONISTAS
Guarecido tras la señorial fachada del palacio Munoa de Barakaldo, otrora propiedad del empresario Horacio Echevarrieta, el equipo que lidera el cineasta vasco ultimaba el pasado martes las últimas secuencias situadas en tal escenario. Un cartel metálico situado junto a la puerta de entrada daba la bienvenida a propios y extraños: Sede del Departamento de Prensa y Propaganda del Gobierno de la Segunda República.
Dentro, ceniceros repletos de colillas, reflejo de tensas horas de espera. Frente a ellos, un séquito de negras Remington, cansadas de un constante traqueteo para trasladar lo ocurrido en el frente. “Mi personaje, una chica bastante joven, consigue un cargo importante en esta oficina de prensa porque es buena con los idiomas y además quiere ser escritora”, explica la actriz María Valverde, mientras contempla con mirada ávida cada rincón de la amplia habitación.
Ella es Teresa, “una mujer bastante fría y seria de primeras” que trabaja como censora en la oficina de prensa de la Segunda República. Allí conoce a otros periodistas que se encuentran cubriendo las informaciones de la Guerra Civil entre los que se encuentra Henry Howell (James D’Arcy), “uno de sus ídolos”. Poco a poco este periodista americano en horas bajas logrará hacerse un hueco en su corazón, lo que hará que Teresa le infunda ánimos para que cuente lo realmente ocurrido en Gernika.
“Así es, al principio a Henry le interesa cada vez menos lo que hace, pero cuando conoce a Teresa algo despierta en su interior”, describe D’Arcy. Ese algo conseguirá que el periodista recobre la pasión por la verdad y “le devolverá a la vida en todos los sentidos posibles”, añade.
La relación, no obstante, cuenta con un tercer vértice, Vasyl (Jack Davenport), el jefe de Teresa. “Con él tengo una relación especial y hay mucho cariño, por lo que se convertirá en un triángulo amoroso en el que Carmen, mi ayudante en la oficina, también estará por ahí”, adelanta Valverde, a lo que Davenport replica que esa relación especial hará que Vasyl se enamore de ella perdidamente. “Parece que podrían convertirse en algo más que compañeros de trabajo hasta que este (D’arcy) llega y lo desbarata todo”, afirma entre risas.
Valverde destaca que Gernika es una cinta “muy coral” que “bebe de todos los personajes”, con los que el espectador logra empatizar desde los primeros minutos. Con una sonrisa, confiesa que uno de los mayores retos a los que está teniendo que hacer frente es el idioma, ya que la película también incluye escenas rodadas en euskera. “La verdad es que no entiendo lo que digo, lo puedo entender luego pero mientras lo verbalizo no, así que me está ayudando todo el equipo diciéndomelo poco a poco”, explica.
Los tres protagonistas afirman sentir una “gran responsabilidad” por tener la oportunidad de trasladar al mundo la historia de lo ocurrido en el bombardeo. Confiesan que conocían los hechos a través del cuadro de Picasso y que la película les ha dado la oportunidad de meterse de lleno en la historia y sentirse “emocionalmente conectados” a ella. “En uno de mis días libres vino un hombre a contarme cómo su familia había vivido lo ocurrido y todas estas experiencias me han servido para darme cuenta de que lo que estamos haciendo es importante”, resume Valverde.