YA era una leyenda cuando visitó el Jazzaldia por primera vez en 1979, año en el que los conciertos del certamen se trasladaron al velódromo de Anoeta: allí hizo disfrutar a la friolera de 7.000 personas. Un lustro después, B. B. King regresó al mismo escenario y coincidió con otro rey, en este caso del jazz, Miles Davis, y repitió en 1990, edición que contó con otros mitos como Ray Charles o Chuck Berry, con quien compartió una velada bautizada Del Blues al Rock ’n’ Roll. En 1995, cuando los conciertos ya habían vuelto a la plaza de la Trinidad, clausuró el Festival y en los dos últimos temas, Sweet Little Angel y Everyday I Have the Blues, le acompañó el guitarrista flamenco Raimundo Amador, en cuyo disco había colaborado B. B. King. Sus guitarras Lucille y Gerundina dialogaron animadamente en lo que constituyó un inmejorable “broche de oro” para la trigésima edición. “No cabía ni un alfiler en la Plaza de la Trinidad; muchos espectadores estaban encaramados a las laderas del monte Urgull y al tejado de la iglesia de Santa María”, recuerda Jesús Torquemada, responsable de comunicación del Jazzaldia, en el libro publicado con motivo del 40º aniversario del certamen.
El llenazo fue aún mayor en su retorno a la Trini en el año 2000: “Se metió en el bolsillo, con la profesionalidad que le caracteriza, a los 3.600 espectadores que abarrotaban la emblemática plaza, un récord hasta entonces”.
El reinado de B. B. King en el Jazzaldia concluyó en el Escenario Verde de la Zurriola el 21 de julio de 2011, fecha de su sexta y última visita al certamen con un show definido en estas páginas como “simpático pero irregular”. En lo artístico, el lógico lastre de sus 85 años pesó demasiado y el músico dio evidentes muestras de fatiga en una actuación a la que se sumó cuando su banda llevaba ya media hora tocando. Sonaron temas como Everyday I Got the blues, Key to the Highway, You Are my Sunshine o The Thrill Is Gone, y según la crónica del día siguiente, “el maestro tuvo un destello de brillantez en una preciosa balada soul antes de rematar con el espiritual Where The Saints Go Marching In”. Hubo demasiados tiempos muertos y B. B. King se mostró a años luz de sus anteriores visitas. Pero seguía siendo el rey.