París era una fiesta. En los Campos Elíseos, la avenida de los grandes campeones, de las burbujas, el festejo y el champán, de la gloria, posó Tadej Pogacar, apena 26 años, el emperador del ciclismo, para la Historia, su unidad de medida.

El esloveno celebró en París, con las bailarinas del Moulin Rouge saludando los asaltos locos a la cota de Montmartre entre lluvia de emociones, su vida en amarillo.

Van Aert le expulsó del paraíso en el último paso por la cota, en Sacré Couer, para vencer en solitario en la Ciudad de la Luz. El belga logró su décima etapa en el Tour con una actuación de diez. Fue capaz de despeñar a Pogacar en el empedrado de la ascensión a zapatazos de ambición.

En un día de lluvia, capados los tiempos para la general, lució el espectáculo, sinónimo de Pogacar, que luchó con pasión, recuperada la alegría a la búsqueda del triunfo en la etapa de cierre de su cuarto Tour. Rey de reyes.

Van Aert celebra la victoria. Tour de Francia

Igualadas las ceremonias de coronación de Chris Froome, Pogacar, el ciclista sin límite, interpela al valle de los grandes mitos, donde descansan las hazañas de Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, los guardianas del templo sagrado de los cinco Tours.

En el frontispicio de la biografía de la Grande Boucle, inscribió Pogacar su cuarta fecha: 2020, 2021, 2024 y 2025. Un era de dominio solo aplacada por la cuña de Jonas Vingegaard, campeón en 2022 y 2023, y segundo en París. El podio en los Campos Elíseos lo completó, en su estreno, Florian Lipowitz

En esa foto, en la orla de un fulgurante y extenuante Tour, fue cuando más cerca estuvieron del fenómeno esloveno, un ciclista de otro tiempo y otra dimensión, más próximo a un Dios que a un humano.

Tadej Pogacar, campeón, con Jonas Vingegaard, segundo, y Florian Lipowitz, tercero, en el podio final. Efe

Varias galaxias separan al esloveno del resto. La superioridad mostrada por Pogacar durante la carrera invoca al futuro, que le pertenece. En realidad el futuro es él. Viaja hacia la leyenda, a la eternidad.

Cuatro etapas y la gloria

Solo Tadej, el hombre, parece interponerse en Pogacar, el competidor infinito que cerró su paseo triunfal con otro laurel dorado y cuatro victorias de etapa (Rouen, Mûr-de-Bretagne, Hautacam y Peyragudes) y la sensación de que pudieron ser más. En su idilio con la carrera francesa acumula 21 triunfos de etapa. Una edición del Tour al completo. 

Mientras se discute la existencia de Dios entre filósofos, científicos y hombres de fe, Pogacar ha evolucionado hacia una nueva raza superior: el superhumano, la hibridación entre el hombre y la máquina.

El esloveno, categórico en su autoridad, es una fantasía, algo que no existía hasta su anunciación. Pogacar es de ciencia-ficción. Un personaje de Isaac Asimov.

Un androide disfrutón, pizpireto y travieso que ha jugado con el Tour y con los humanos, con los que se entretiene para ensalzar su egregia figura. Un ciclista superlativo que ha dominado cada pulgada de la carrera a su antojo.

Pogacar celebra la victoria del Tour. Efe

La suya fue una victoria por aplastamiento decorada con logros extraordinarios que interpelan al sentido común. ¿Quién es Pogacar? O mejor dicho, ¿Qué es Pogacar? 

El nuevo Pogacar, el que nació tras el I’m gone, I’m dead, de su epitafio en el Col de la Loze de 2023, es un ser evolucionado, mejorado, inabarcable.

Ambicioso al extremo, el Tour del esloveno ha sido un paseo sin mácula en un ciclismo capaz de batir las marcas de décadas oscuras, pulverizadas al ritmo de una centrifugadora. Pogacar es una bomba atómica. Una tormenta de vatios.

El esloveno es una Epifanía que se mide con la Historia después de aplastar a Vingegaard, dos veces campeón del Tour, y a Lipowitz, frágiles humanos ante un campeón incorregible, implacable, inmisericorde.

La encarnación de un Eddy Merckx moderno. El Caníbal esloveno todo lo fagocita. Los visionarios que tratan de pronosticar el futuro, de perfilar cómo será el porvenir, lo tienen delante. 

"He llegado a un punto en el que me he probado a mi mismo que puedo tener buenos resultados. Ahora trato de concentrarme en otras cosas, en mi vida, en disfrutar del ciclismo. Y si bato récords históricos será formidable, pero no es mi objetivo"

Tadej Pogacar - Ciclista del UAE

Pogacar contra Pogacar

El Tour de Pogacar, que se medía a sí mismo, a su reflejo en el espejo, determina una era en la que no existe rival ni reto que se le resista. Cautivada cualquier emoción, disipado el debate, no se atisba nadie capaz de aproximarse a su intimidante figura.

Después de reservar la victoria 100 para exhibirla en el rutilante escaparate del Tour, el esloveno se elevó con dos actuaciones superlativas.

La crono en Caen, solo por detrás de Evenepoel, indicó el camino hacia el triunfo final. Ese día sometió a Vingegaard.

Obtuvo más de 1 minuto de renta sobre el danés, que combatió con orgullo, buscando el error del esloveno. Pogacar, que levita, es inmune a cualquier asunto terrenal. 

La Grande Boucle, que ha sido un esprint constante, no alteró al esloveno. Ni la caída cerca de Tolouse la víspera de la ascensión a Hautacam– otro lugar en su memoria, recordatorio de la derrota y la pena de 2022–, pudo amortiguar la derrota de Vingegaard, el único ciclista que trató de mirarle a los ojos. Se vengó de él con una victoria devastadora.

"La rivalidad con Vingegaard nos lleva a superar nuestros límites. El Tour genera mucho estrés pero volveré para defender el título. La segunda semana fue decisiva. Nos permitió abordar la tercera de manera más serena"

Tadej Pogacar - Ciclista del UAE

En una ascensión supersónica, lanzado por Narváez en una escena alucinante, el esloveno sentenció el Tour. Atacó sentado. Su nuevo patrón.

En la cima de una montaña donde se acumulan registros pringosos de los años más salvajes de la época, solo quedó en pie la marca de Riis, al que denominaban Mr. 60%.

Ese era el porcentaje del hematocrito que flotaba en su sangre viscosa. En Hautacam, Pogacar enterró cualquier disidencia y el Tour languideció desde ese instante. Apiló dos minutos sobre Vingegaard. La diferencia aumentó en la cronoescalada de Peyragudes. En los Pirineos, la Grande Boucle dejó de respirar.

Tour de Francia


Vigesimoprimera y última etapa


1. Wout van Aert (Visma) 3h07:30

2. Davide Ballerini (Astana) a 19’’

3. Matej Mohoric (Bahrain) m.t.

4. Tadej Pogacar (UAE) m.t.

5. Matteo Jorgenson (Visma) a 26’’

6. Matteo Trentin (Tudor) a 38’’

7. Arnaud de Lie (Lotto) a1:14

8. Kévin Vauquelin (Arkéa) m.t.

14. Alex Aranburu (Cofidis) a 1:22

48. Ion Izagirre (Cofidis) a 5:08


General final

1. Tadej Pogacar (UAE) 76h00:32 

2. Jonas Vingegaard (Visma) a 4:24

3. Florian Lipowitz (Red Bull) a 11:09

4. Oscar Onley (Picnic) a 12:12

5. Felix Gall (Decathlon) a 17:12

6. Tobias Johannessen (Uno-X) a 20:14

7. Kévin Vauquelin (Arkéa) a 22:35

8. Primoz Roglic (Red Bull) a 25:30

69. Ion Izagirre (Cofidis) a 3h35:02

81. Alex Aranburu (Cofidis) a 3h49:29


Regularidad

1. Jonathan Milan (Lidl)


Montaña

1. Tadej Pogacar (UAE)


Mejor joven

1. Florian Lipowitz (Red Bull)


Mejor equipo

1. Visma

Tour sentenciado

No había Tour, solo Pogacar. La tiranía de 2024 se reprodujo en 2025. En el cierre del tríptico pirenaico no quedaba rastro de competencia. Un erial.

Tal vez para no abusar, el líder mostró un tic de humanidad y generosidad en Superbagnères, donde triunfó Arensman, indultado por el líder. Esa tendencia se acentuó en el bloque definitivo.

Cuando el Tour entró en la última semana, con Pogacar sentado en el trono, sin más preocupaciones que arrancar hojas al almanaque para descorchar la gloria en París, anunciándose para la gloria del Mont Ventoux y el Col de la Loze, dos cimas que deseaba conquistar, algo cambió en el esloveno.

Pogacar, que ha derribado todos los hitos sin una mueca de esfuerzo, sin apenas transpirar, con la boca cerrada, alteró el modus operandi. El esloveno era otro. Distinto. 

Cambio de Pogacar

En el Mont Ventoux dejó que la fuga triunfase y solo quiso batir a Vingegaard en el impulso final para demostrar que tenía el poder pero que no quería ejercerlo.

Ese punto de condescendencia se elevó en los Alpes, un trámite tedioso por la impotencia de Vingegaard y el hastío que subrayaban los gestos de Pogacar, perdida la ilusión y la alegría.

En el Col de la Loze dejó hacer. En La Plagne repitió la escena de Superbagnères. Arensman sacó rédito de la lucha intestina de Pogacar y Vingegaard.

Tadej Pogacar, en una de las ascensiones a Montmartre. Efe

En ese tramo, ensombreció el gesto el esloveno, como si le molestara el Tour, la presión, o su personaje de ciclista invencible y por ello menos amado porque a la afición le gustan los campeones pero prefieren aún más la lucha.

Ese empacho de gloria, de retos logrados sin esfuerzo, parecen haber socavado el entusiasmo del campeón del Mundo, cada vez más cuestionado.

Pogacar se mostró taciturno y cansado en el cierre de la carrera. Exigido por su dominio, rehén de sí mismo, la obligación de ganar a modo de un autómata para corresponder a su virtuosismo parecen haber fatigado mentalmente a Pogacar, que da la impresión de no divertirse, de haberse convertido en un funcionario de la gloria.

Ese puede ser su único límite. La ausencia de motivación. Mientras se resuelve es incógnita, una verdad con el peso de las montañas del Tour se impone. El campeón en su soledad. “Volveré a defender el título”, dijo el esloveno. La saga Pogacar.