LA historia de la cultura, y de la música popular en particular, está llena de artistas que o bien se han mantenido fieles a un estilo durante décadas, ajenos a los cambios, como del ejemplo contrario, aquellos que ven en la reconversión estilística un signo de avance. En el segundo paquete habrá que enclavar a los británicos Mumford & Sons, que han agitado festivales de medio mundo con su hedonista y saltarín folk en los últimos años hasta que en su tercer disco, Wilder mind (Universal), han optado por olvidar su banjo y abrazar la electricidad. La mutación se podrá comprobar en directo en julio en Bilbao, en el BBK Live, donde la banda es cabeza de cartel.

El giro estilístico de Mumford & Songs, cuarteto liderado por el vocalista, guitarrista y batería ocasional Marcus Mumford, está levantando una furibunda controversia entre la crítica y sus seguidores. Los hay que abominan de él mientras otros defienden con vigor el desafío que supone, la valentía y el riesgo que conlleva dejar de lado las guitarras acústicas y, especialmente, el banjo que convirtió en un éxito planetario la apuesta personal de estos cuatro colegas que debutaron en 2009 con el disco Sigh no more.

Su continuidad, Babel, editado en 2012 y que adelantaron en su primer paso por el Bilbao BBK Live, reincidió en la propuesta campestre y épica con éxitos como I will wait, que catapultaron a la banda a las listas de éxito. Con esos antecedentes, incluidos grupos a su estela como The Lumineers, los estatales La M.O.D.A. y Monsters and Men, no se les puede negar valentía al optar por una mutación estilística de tal calado en el tercer disco. Wilder mind, que incluye una docena de canciones, se grabó en los Air Studios británicos y su escucha evidencia los colaboradores con los que ha contado. De un lado, un productor de éxito como James Ford, famoso por su trabajo con grupos de música alternativa como Arctic Monkeys y Florence & The Machine. Del otro, el trabajo realizado previamente en el minúsculo estudio (un garaje) de la casa de Aaron Dresner, miembro de The National. El trabajo compartido con esta pareja confirma que Mumford & Sons no quería hacer un Babel segunda parte.

evolución “El sonido del disco evidencia un desarrollo y una evolución, no un punto de partida”, según Marcus. “Hemos pasado 2014 componiendo y grabando este álbum. Ante todo y lo primero son las canciones. Después, la música, el sonido que mejor las complementaría. Ha sido divertido”, apostilla el líder del grupo, que ve “natural” el cambio. “Nos hemos vuelto a enamorar de la batería. Es así de sencillo”, añade sobre un CD que sigue buscando las grandes audiencias, aunque quizá los estadios se llenen ahora con otro tipo de público.

Lo que es cierto es que el cuarteto demuestra personalidad, ya que el olvido del banjo y de los pasajes acústicos no impide reconocer su particular estilo en un disco con baterías muy presentes, melodías claras, coros épicos y constantes cambios de ritmo y búsquedas de clímax. Más cerca del rock mayoritario que del folk, Wilder mind está centrado en lo arduo de las relaciones del amor y las penas que acarrea. No en vano, la mitad del grupo ha roto con sus parejas. En Believe, Marcus canta “no sé si creer todo lo que tratas de decirme”, mientras en Only love lamenta “estar solo otro vez”.

El disco se abre con su mejor tema, Tompkins Square Park, dedicado a un parque de Nueva York donde suelen ir los amantes. Ahí están ya las guitarras con distorsión y la atmósfera elegante que remite a The National. No es la única donde aparecen enclaves de la ciudad estadounidense, ya que Brooklyn surge en Ditmas y Manhattan en Broad-shouldered beasts. El impactante arranque prosigue con los sintetizadores y texturas de Colplay en Believe, que incorpora una guitarra con distorsión, y que será una de las más coreadas en el BBK Live, junto a la eléctrica y rockera The wolf, otra levantaestadios. El CD baja después, con medios tiempos más mainstream como Wilder mind y baladas acarameladas de sonido actual como Monsters, aunque repunta con los crescendos de Snake eyes, la folkie Cold arms (remite a Damien Rice y Glen Hansard) y el estribillo coreable de Ditmas.