HASTA el 18 de mayo una de las salas de San Telmo será un remanso de paz y contemplación gracias al jardín japonés instalado por la artista Esther Pizarro (Madrid, 1967). El visitante podrá contemplar sus coloridas plantas, pasear sobre un mar salado y entregar sus cinco sentidos al disfrute de una original experiencia con la que el museo donostiarra se acerca a las raíces filosóficas del jardín nipón y a la cultura del país del sol naciente.

La exposición Un jardín japonés: topografías del vacío está coproducida por Matadero Madrid, donde inició su andadura en enero de 2014, y por Casa Asia, que después acogió el jardín en Barcelona. Tras su paso por el Hospital de Granada y antes de viajar la Casa de la Moneda de Segovia, la muestra recala en San Telmo por decisión de su autora y por la comisaria del proyecto, Menene Gras Balaguer.

Jardín seco El tipo de jardín elegido es seco, sin agua, y pertenece a la categoría karesaunsui, muy común en los templos japoneses y utilizado por los monjes zen para meditar. Su base suele ser de gravilla, aunque en la exposición se ha sustituido por un mar de 20 toneladas de sal marina por el que puede caminar el visitante tras calzarse unos patucos de plástico. Las plantas suelen ser musgos o líquenes, vegetación que no necesita ser regada. En la muestra se han empleado especímenes reales pero que no están vivos, sino que fueron sometidos a un proceso de liofilización para su mejor conservación y para resistir a la itinerancia de la muestra. En realidad, solo necesitan estar en un ambiente húmedo.

A la hora de acometer el proyecto, Pizarro se planteó el “reto” de “investigar” todo lo referido al jardín japonés, construido sobre los ideales de la simplicidad elegante y la belleza del vacío, para llevarlo a su “terreno” artístico. “No podía hacer un jardín japonés porque no soy japonesa ni paisajista”, declaró la madrileña, que optó por levantar su jardín sobre la planta del mapa geopolítico del archipiélago japonés, dividido en ocho regiones que se corresponden con las piezas o jardineras diseminadas por San Telmo.

Así, la artista dice haber creado “un jardín cartográfico pero también una cartografía vegetal”. De igual modo que en los jardines japoneses “nada es azaroso”, todos los detalles de su obra tienen un significado, especialmente la elección del color de la vegetación, que alude al mapa de densidad de población del país: los rojos señalan las zonas más pobladas y después se incluye una degradación progresiva de naranjas, amarillos, verdes claros y verdes oscuros, para las zonas menos pobladas. Además, 20 bonsáis creados por la propia artista se ubican en las urbes más pobladas de Japón.

“En la cultura japonesa el jardín es una representación del mundo, un microcosmos en el que nada se deja al azar y todo está meditado, igual que en esta obra”, insistió Esther Pizarro, con amplia experiencia en el campo de la escultura, la creación de instalaciones efímeras y las intervenciones en espacios públicos. Bajo la idea de que su jardín sea “una experiencia para todos los sentidos”, ha instalado una iluminación que en cinco minutos simula el paso de un día y un audio en el que se pueden escuchar las olas rompiendo sobre un acantilado o el rumor de los pájaros y un riachuelo. “Recomiendo disfrutarlo en silencio porque es tremendamente relajante; invita a encontrarse con uno mismo y a meditar”, agregó.

La comisaria señaló que el jardín no solo es un lugar que “provoca placer e invita a la contemplación”, sino también “una construcción que identifica la cultura japonesa” y “responde a un concepto de espiritualidad relacionado con la identidad nacional” y las raíces filosóficas del país. Asimismo, Menene Gras Balaguer destacó el creciente interés de Occidente por la cultura nipona, especialmente por su arquitectura, su literatura y su filosofía.

Por su parte, la responsable municipal de Cultura, Nerea Txapartegi, calificó de “sugerente” esta exposición “de gran valor estético”. A su juicio, un museo centrado en la cultura vasca como San Telmo también “debe acercarse a otras culturas”, en este caso a la japonesa”, para entender otras formas de vida.

Actividades paralelas La exposición tendrá también actividades paralelas, algunas de las cuales se han organizado en colaboración con la Fundación Cristina Enea. Entre otras propuestas, destacan dos show-cookings de comida japonesa y un taller de bonsáis, además de la conferencia de Menene Gras Balaguer el 15 de abril o el taller y la visita guiada que dirigirá la propia Esther Pizarro el 25 y 26 de abril, respectivamente. También habrá un paseo por Cristina Enea comentado por el biólogo Jakoba Errekondo (11 de abril) y charlas con el escritor Pako Aristi y el cantante Benito Lertxundi (29 de abril) o Alicia Chillida (7 de mayo).