UN auténtico bar de rock and roll. Un punto de encuentro de las bandas de los 80 y 90, así como de personajes “de lo más variopinto”. Un lugar en el que sentirse como en casa y al que acudir no sólo para mitigar la sed de cerveza y de buena música, sino como refugio cuando escuece el alma. “El Umore Ona representa todo para mí, los grandes amigos -no colegas- que tengo ahora. Quizá sea la parte más importante de mi vida”, se refiere Xuxo al lugar en el que ha dejado “su corazoncito” durante más de veinte años.

El Umore permanece cerrado a la espera de poder ajustarse a la normativa de ruido. “Tengo la esperanza de solucionarlo y de que el bar pueda seguir abierto”, señala el actual propietario de un establecimiento que fundaron dos señores mayores -“era la clásica taberna bilbaina, con su chuleta y su merluza con la boca abierta en el expositor”- y al que, tras las inundaciones de 1983, convirtió en un exitoso y concurrido bar musical Txomin, su segundo dueño. Fue este quien le pidió a Xuxo que le ayudara a montar un mueble para los discos; de ahí pasó a pinchar música y ayudar en la barra a Ramón. “Él me ayudó a ponerme detrás de la barra, y es increíble cómo cambia la perspectiva cuando pasas al otro lado. Es como si de pronto te encontraras en otro bar”, comenta. Ya lo cantaba Fito, uno de los habituales del Umore, “tras la barra del bar, una vida se va?”. “Así es -admite Xuxo-; de hecho, la portada del primer álbum de estudio de Fito & Fitipaldis, A puerta cerrada, representa al Umore”. Su anterior banda, Platero y Tú, ofreció allí sus primeros conciertos, en un improvisado escenario montado con cajas junto a los baños, donde también tocaron grupos como los Flying Rebollos, Zer Bizio?, Sedientos o La Pedrá.

El carisma de Xuxo se convirtió pronto en un “gran catalizador de músicos y de música”, afirma Francis Díez, la voz de Doctor Deseo. “Es un aficionadísimo a la música y un colgado. Le recuerdo por ejemplo en una gira de Extremoduro, donde tan pronto hacía de dj como bailaba, con su camiseta transparente, en medio del inmenso escenario”. Puede que los recuerdos sean un tanto vagos y difusos por las horas en que se dejaba caer por el Umore, pero Alfredo Villaescusa, redactor en Heavy Rock, Kerrang y Mariscalrock.com, asegura que Xuxo ponía unos cubatas “de campeonato”, mientras bailaba y con un humor en honor al nombre del bar. “Una vez le pedí que pusiera los Doors y me contestó: Sí, y los tres y los cuatro”, cuenta entre risas. “Es innato en mí, si la música me gusta, me cuesta contenerme”, se excusa el anfitrión de esta casa del rock y del buen humor.

“¡Qué aguante tenía!”, añade Francis. “Muchas veces nos daban las 7.00 o las 8.00 de la mañana allí, de charleta, encantados de la vida, ¡coño, no queríamos salir de allí! Y ahí seguíamos con las luces encendidas, mientras Xuxo barría con un gesto que parecía decir: ¿Pero estos no saldrán de aquí nunca?”. En el Umore se estaba a gusto. Que se lo pregunten si no a Iñaki Antón, Uoho, quien de madrugada y en una esquinita de la barra, saboreaba un plato de jamón acompañado de una cerveza o de un buen vino. O a Txetxu, El Bailarín, “parte de la decoración viva del bar”, apunta Xuxo, quien cita a Mike Farris, de Screamin’ Cheetah Wheelies, como una de las visitas que más ilusión le hizo, entre la de innumerables músicos, actores y escritores. “Me han presentado a muchos músicos allí, donde también he conocido a grandes amigos, como Lichis, de La Cabra Mecánica”, valora Francis, quien se guarda para sí “historias incontables, llenas de morbo y muy bonitas”, ironiza.

Para el fotógrafo de conciertos Koldo Orue, el Umore fue un “soplo de aire fresco” que le descubrió nuevos sonidos de rock “en su más amplio sentido. No estaba limitado a un estilo”. El propio Xuxo lo confirma: “A mí me gusta la música, no el rock, desde Rossini a Camarón. No me avergüenzo si por ejemplo descubro que me gusta una canción de Paulina Rubio. Ese debate sobre la autenticidad me parece vacío. ¿Quién otorga ese título, Elvis Presley, Jim Morrison...? ¿Qué es auténtico? Estar vivo. Para mí, la buena música es la que perdura en el tiempo”, reflexiona.

Intención En los últimos meses el Umore había recuperado la fórmula de conciertos de pequeño formato cuyo criterio resume contundente Edorta Arostegui, otrora voz de los Flying; “había una línea clara: puro rock and roll”. Alejado de la escena bilbaina desde hace varios años (vive y trabaja en un barco), Edorta se ha encargado del asesoramiento musical en esta última etapa. “Ha sido una maravilla descubrir tantos grupos locales buenísimos, que encajan en la filosofía del Umore Ona, muy de andar por casa, de garito de amigos”.

Confiesa Xuxo que estuvo tentado de abrir un Umore 2 en otra ciudad, pero él nunca fue muy ambicioso. “El dinero a veces lo pudre todo. Para mí es importante ser honesto, aunque esto conlleve errores. La intencionalidad cuenta mucho”, sostiene el sexto Rolling Stone, mientras se ajusta su desgastada chaqueta de cuero y se aleja por la bilbaina calle Esperanza.