SEGURO que ha oído hablar de él, quizá conozca su significado o incluso puede que sea un mecenas que ha participado en algún proyecto. El micromecenazgo, más conocido como crowdfunding, su forma inglesa, se ha convertido durante los últimos años en una alternativa para la financiación de todo tipo de proyectos culturales y poco a poco va ganando terreno en tierras vascas, especialmente dentro del ámbito musical. Lo sabe bien el grupo navarro Altxatu, que a pesar de su corta edad -apenas cuentan con 16 años- acaba de lanzar al mercado Hitza, su segundo disco. Para la promoción del nuevo trabajo y la producción de un videoclip han apostado por una campaña de micromecenazgo que iniciaron en agosto y con la que han superado los 1.800 euros que inicialmente requerían. Un total de 88 mecenas, como se denomina a las personas que realizan las aportaciones económicas, han querido colaborar con ellos y recibirán su recompensa -término utilizado para designar el beneficio obtenido a cambio del dinero ofrecido- de forma personal, en función de la cantidad aportada.

Para Ibai Osinaga, vocalista y guitarrista de la banda, esta experiencia ha sido “positiva y enriquecedora”, ya que han tenido la oportunidad de conocer de cerca una vía de financiación hasta ahora desconocida para ellos. “No es una mera manera de contribuir aportando dinero, es un intercambio con tus seguidores, dar y recibir”, afirma. El navarro cree que el micromecenazgo ha abierto una puerta para dar a conocer nuevos grupos y que “oigan tu nombre en muchos más sitios”. Asimismo, destaca que este tipo de proyectos son muy activos, ya que las bandas tienen que “hacer mucho ruido”, sobre todo en redes sociales como Facebook o Twitter, “para que la gente sepa que estás ahí”. Y, ciertamente, lo han hecho. Sus perfiles de las redes sociales se han llenado de mensajes en los que tendían la mano a sus seguidores para que les acompañaran en esta nueva etapa y se convirtieran en “una parte directa y cercana de nuestro proceso”, según Osinaga.

PIONEROS Mucho ha llovido desde aquel 1989, cuando el grupo extremeño Extremoduro decidió recurrir a la venta anticipada para financiar la grabación de una maqueta. Al no disponer del dinero necesario, decidieron vender vales por valor de mil pesetas a amigos y conocidos, que posteriormente podrían canjear por una copia de su primer disco. Ocho años más tarde, en 1997, los seguidores americanos del grupo británico de rock Marillion consiguieron recolectar el dinero suficiente para llevar a Estados Unidos una gira que en principio se limitaba al continente europeo. Los grupos comenzaban ya a darse cuenta del gran potencial de este tipo de iniciativas, y la aparición de internet y las redes sociales dio lugar a la proliferación de proyectos creativos sustentados por aportaciones anónimas en industrias culturales como el cine, la pintura o la música.

ARMA DE DOBLE FILO Patxi Goñi, del sello discográfico GOR, explica que el concepto crowdfunding es un “viejo conocido” en el sector. Sin embargo, reconoce que existía un gran desconocimiento en torno a él. “Una tarde hace unos años estábamos varios representantes del mundo musical debatiendo en una mesa redonda sobre la financiación, cuando una persona del público nos sugirió la utilización del micromecenazgo”, desvela Goñi, “una idea que no se había probado aquí hasta entonces”.

Ante la creciente popularidad de este tipo de iniciativas, la discográfica decidió apostar por ello con dos proyectos diferentes, ambos impulsados desde la plataforma Verkami, en marcha desde 2010. Por una parte, el videoclip Munduko Alabak, de la artista Yogurinha Borova, y, por otra, la grabación de un vinilo del grupo Los Ganglios. En ambas superaron con creces la cantidad mínima necesaria para llevar adelante las propuestas.

Ese éxito se ha repetido con Altxatu, reafirmando, según el representante de la discográfica, que el micromecenazgo se perfila como “un arma interesante, no solo para promocionarse, sino para tener una relación directa con los seguidores y para llegar a muchas personas que de una manera habitual no llegarías”. Reconoce, sin embargo, que esa arma puede tener un doble filo, ya que la promoción de este tipo de proyectos de una manera reiterada puede “agotar al público, quemarlo, porque no tiene dinero para financiarlo todo”. Por ello, prefieren utilizar esta vía de manera puntual pero con una continuidad en el tiempo para “mostrar al público grandes ideas que de otra forma quizá no tendrían cabida”.

CON ACENTO VASCO Cada vez son más los artistas vascos que se han dejado seducir por este incipiente método de financiación que recaudó 19 millones de euros a nivel estatal el año pasado, según datos de la plataforma Goteo Euskadi. La última de estas iniciativas es la de los donostiarras Skakeitan, que cierran mañana la campaña que iniciaron el 11 de septiembre en busca de fondos para la grabación de su segundo disco, que están a punto de finalizar, y que será presentado a finales de noviembre.

La cantante Tania de Sousa también recurrió la pasada primavera al micromecenazgo para la obtención de fondos que han dado como fruto la publicación de Tania Tank, su primer disco en solitario. Otros grupos como ON o Guda Dantza han puesto en marcha sus campañas en la plataforma vasca llamada Karena, y se han sumado a una cada vez más larga lista de artistas y colectivos que disponen de otra oportunidad para darse a conocer mediante la iniciativa Stereosessions, impulsada por la empresa bilbaina Stereozona y en colaboración con el Gobierno vasco. Con ella buscan hacer visible el trabajo de grupos emergentes a los que ofrecen la posibilidad de hacer una grabación profesional financiada mediante micromecenazgo. Aumenta la fama de un, hasta ahora, desconocido crowdfunding, que suena con acento vasco y cada vez con más fuerza.