BILBAO - Muchos pensaron que The Jayhawks, una de las bandas pioneras del country alternativo junto a Wilco, estaban heridos de muerte tras la marcha de uno de sus líderes, Mark Olson, hace casi dos décadas. El otro, Gary Louris, decidió seguir adelante e impulsó la creación de tres interesantes discos que no lograron los parabienes que merecían. Ahora, se reeditan, con temas inéditos y en directo, y evidencian la altura artística de una banda clave a la hora de mezclar la Americana con el rock y el pop.
The Jayhawks siguen en activo y acaban de concluir una gira estatal que, por vez primera en su carrera, no ha pasado por Euskadi tras la última y segunda espantada de Olson. La primera se produjo en 1995, para cuidar de su enferma pareja de entonces, la cantautora Victoria Williams. El grupo, con Gary Louris al frente, decidió seguir adelante en su carrera tras haber firmado dos obras maestras como Tomorrow the green grass y Hollywood town hall. Antes de disolverse temporalmente, grabaron tres discos a reivindicar que ahora se han reeditado.
El primero, de 1997, es Sound of lies, un disco con letras que fluctúan entre “la verdad y la mentira”, y que es fiel reflejo del “momento oscuro que vivía”, reconoce Louris, que se enfrentaba compositiva y personalmente a un “doble divorcio”, el de su compadre Olson y el de su esposa. El fruto fue el trabajo más olvidado The Jayhawks, un CD que, sin Olson, abría aires nuevos a su maravilloso halo folk y acústico (siempre trufado de armonías vocales empastadas y fantásticas melodías y estribillos) con incorporación del rock en temas como Think about it y pasajes más complejos y progresivos en Dying in the vine. “Hay más emoción en ese disco que en cualquier otro del grupo”, según Louris, para quien “perdimos al cantautor y ganamos una banda”. La emoción sigue viva década y media después en la melancolía de The man who loved life, el impacto emocional de Big Star o el encantador violín de Stick in the wind. El CD incluye también la enorme balada autobiográfica Trouble, en la que se oye “problemas, eso es lo que hemos tenido/ y todo lo que se va, vuelve en un lamento agridulce/ mi corazón se ha roto/ busco un sonido más dulce y un día más luminoso”.
El segundo disco reeditado es Smile (2000), un trabajo que muestra a unos The Jayhawks ya estables pero cabreados con su situación económica. Pensaban (pensamos) que merecían mayor reconocimiento e intentaron con este CD llegar a las multitudes que preferían a Wilco. Para lograrlo, contrataron al productor Bob Ezrin, colaborador de Pink Floyd, Kiss o Alice Cooper, músicos de escasas similitudes artísticas y comerciales. “Queríamos sonar más modernos y explorar”, reconoce Louris.
El resultado no dejó contento a casi nadie: ni a sus seguidores más ortodoxos, ni a ese gran público que hizo caso omiso al barniz contemporáneo de unos Jayhawks que se atrevieron con arreglos electrónicos, en algunos casos bien adaptados a su esencia, como en What led me to this town y Somewhere in Ohio; otras exagerados, como sucede en (In my) wildest dreams. A pesar de algún traspiés, Smile es un gran disco, en el que pervive el espíritu clásico de siempre, en cortes country como A break in the clouds, en la folk Broken harpoon y hasta en la rockera Life floats by. Y en la optimista Smile, con un estribillo revelador: “sonríe cuando estés deprimido/ encuentra algo en tu maravilloso interior”.
Vuelta a la raíz El último de los discos reeditados es Rainy day music (2003), con el grupo impulsado por el trío que formaban Louris, el fundador y bajista Marc Perlman y el batería y cantante ocasional Tim O´Reagan. “Con Smile fuimos tan grandes como podíamos ser. En ese momento, decidimos hacernos pequeños”, según su líder. La búsqueda del éxito comercial resultó fallida y el trío decidió regresar a la esencia, a sus inicios y hacer un guiño a sus fans de siempre con un CD glorioso, dulce, imperecedero y de sonido roots.
El cambio de productor contribuyó a ello mediante la contratación del mítico Rick Rubin, ayudado por el prestigioso Ethan Johns. “No hubo ni una computadora a la vista”, según Rubin, que reivindica el sonido orgánico, en vivo y con aroma a local de ensayo de este fantástico repertorio. El disco, de sonido melancólico, para escuchar en días de lluvia, alterna canciones más claras y pop, como la coescrita con Mathew Sweet, Stumbling through the dark, o Tailspin, un dardo melódico, con otras mas introspectivas. El resultado es un acierto, como prueba Angelyne; la minimal y folk Madman, la beatle Don´t let the world? o la postrera y estremecedora Will I see you in heaven.