Un gesto característico, una pose diferente, un momento especial. Ese instante. Koldo Orue (Bilbao, 1969) aguarda, paciente pero expectante, a la imagen perfecta, esa que representa de la manera más fiel y a la vez original el concierto de turno. Son muchos los bolos rockeros que porta a sus espaldas. “Llevo toda la vida yendo a conciertos”, asegura este fotógrafo, que expone una selección de sus instantáneas del rock en la taberna K2 del Casco Viejo bilbaino.

Bajo el explícito título Rockanrola, la muestra puede visitarse hasta el próximo día 17 de este mes. “Es la segunda vez que expongo aquí, de nuevo en unas fechas que coinciden con el Bilbao BBK Live”, explica el autor de los retratos en vivo a leyendas del rock como Michael Schenker, Springsteen, Michael Monroe o El Drogas, entre otras muchas.Las imágenes de Rockanrola han sido tomadas en festivales como el Azkena de Gasteiz o el citado Bilbao BBK Live, así como en el BEC, en la desaparecida Rock Star de Barakaldo o en el Kafe Antzokia bilbaino (“una de las salas con mejores condiciones fotográficas”, según Orue).

Los festivales ofrecen ventajas como espacios reservados a los fotógrafos (el foso), “muchas bandas en un solo día” y, en general, buenas condiciones de luz. Además, una vez cumplida la norma no escrita de “tomar fotografías durante tres canciones y salir del foso”, los amantes del rock como Orue pueden disfrutar del resto del concierto.

Pero no siempre es tan idílico. Algunas bandas se lo ponen difícil a los fotógrafos, derivándoles a zonas altas y alejadas como el recinto vip. Es el caso de Blondie, que sólo permite que la fotografíen desde lejos... “Debe de llevar mal lo de la edad -deduce Orue-; cuando estuvo en el BBK hizo lo mismo, en el Azkena ni me he molestado en hacerle fotos”.

No es la única que pone tierra de por medio entre el objetivo y el micrófono. Thirty Seconds to Mars, banda liderada por Jared Leto, puso la condición de fotografiarles desde la zona vip. “Con un tele(objetivo) de 70-200 milímetros, las fotos desde el foso pueden quedar bien, pero desde más lejos se queda corto”, explica.

Con todo, lograr el aval de un medio de comunicación para acreditarse en un festival es el principal quebradero de cabeza para un fotógrafo freelance como él. Gracias a que colabora en varias revistas especializadas, hasta ahora ha logrado acceder sin problemas, si bien aún se le resisten festivales allende las fronteras vascas como el Resurrection Fest de Galicia o el Hellfest de Francia. “Ahora, por ejemplo, estoy a la espera de que me acrediten en el festival Músicos en la Naturaleza (Hoyos del Espino, Ávila), donde actúan Rosendo y John Fogherty? ¡Fíjate, yo que renegaba de la Creedence en mi época heavy!”, admite entre risas.

AC/DC es otra de las bandas míticas que Orue tiene en el punto de mira, así como Ian Fraser, Lemmy, Kilmister, de Motörhead, “porque representa como nadie la imagen del Rock”, a juicio de este fotógrafo bilbaino, que compagina su pasión por la música con el trabajo, la familia y demás compromisos. “Hago fotos porque me gusta la música; por lo demás, no llevo la cámara conmigo para retratar paisajes ni nada por el estilo”, aclara.

heavy precoz El “veneno” del rock le caló hondo a muy temprana edad. Apenas contaba 10 años cuando al escuchar el tema Highway to hell, de AC/DC, se le antojó como una especie de revelación. “He sido muy heavy”, admite risueño. Su particular escuela de rock fue la tienda de discos que había debajo de su casa, con Police, Queen o Status Quo como primeros maestros, para seguir con Iron Maiden, Black Sabbath o “la banda”: Led Zeppelin. En los 80, se empapó de la escena hardcore/punk/trash metal que inundó el Casco Viejo. “Con el tiempo, he ampliado el abanico musical, ahora incluso tengo rachas muy jazzeras”, apostilla.

Fue a raíz de esa melomanía que descubrió su faceta fotográfica, al amparo de la clandestinidad. “Empecé haciendo fotos cutres, colaba pequeñas cámaras de usar y tirar sin más ambición que guardar un recuerdo del concierto”, rememora. Pronto quedaron atrás aquellas primeras fotos clandestinas a artistas como Bob Dylan. De la cámara compacta pasó a la profesionalidad que implica una réflex.

Asegura que su formación ha sido totalmente autodidacta. “No he realizado ningún curso, todo lo que sé lo he aprendido a base de tirar muchas, muchas fotos”. En los conciertos, Orue trata de encontrar “una pose diferente”, lo menos estática posible. “Valoro más el movimiento, aunque la imagen esté desenfocada o quemada”. Conocer a la banda en cuestión “ayuda bastante” a la hora de anticipar el momento. No se considera mitómano, pero agradece a la cámara su buena relación con bandas como The Dictators o “momentos impagables” como la vez en que Glenn Hughes le sirvió champán en una fiesta privada.

La búsqueda de la luz adecuada protagoniza una de las leyes de Murphy del gremio. “Siempre tengo la sensación de que hay mejor luz cuando ya he salido del foso tras las tres canciones de marras”, observa. Orue resalta el “buen rollo” que predomina entre los colegas de profesión -“todos nos conocemos”-, aunque ello no obsta a que después miren con disimulado recelo la foto que ha hecho éste o aquel. En tono más serio, Orue critica que la fotografía de conciertos esté minusvalorada frente a otras modalidades, y reconoce que más de una vez ha tenido que lidiar con la férrea disciplina de algunos vigilantes de seguridad. “A veces parece que no se dan cuenta de que nosotros también estamos trabajando”, defiende. Nada que ver con la situación que gozan en países como Inglaterra, “donde a los fotógrafos casi se les trata cual estrellas del rock, con todo tipo de facilidades”.

En el apartado de anécdotas, Orue cita el concierto de Tito & Tarántula en la Rock Star de Barakaldo. “Me fijé en una señora muy distinguida en la primera fila. No pegaba en ese ambiente de greñosos. Tras la actuación de las teloneras (Las Culebras), me preguntó que cuándo salía David. ¿Qué David?, repliqué. Me mostró la entrada para el concierto de David de María, ese día y a esa hora, ¡pero en la Rock Star de Bilbao! Salió despavorida, ¡qué disgustó se llevó!”, relata.