bilbao - El espectador no puede dejar de sentir fascinación y, al mismo tiempo, inquietud, ante el kimono de la artista Chiharu Shiota, que se encuentra suspendido en una fina red de hilos entrelazados a la entrada de una de las salas de arte contemporáneo del Museo de Bellas Artes de Bilbao. La pieza, que lleva por título State of being. Kimono dress, procede de la galería Nieves Fernández de Madrid y permanecerá como Obra Invitada hasta el próximo 13 de noviembre, coincidiendo con la exposición sobre arte japonés que tiene lugar este verano en el museo.
La creadora japonesa, nacida en Osaka en 1972, lleva muchos años de una trayectoria brillante, con exposiciones en las galerías más importantes del mundo. Estudió Bellas Artes en Japón antes de trasladarse, en 1999, a Berlín, donde ha desarrollado una prometedora carrera. Está considerada como la heredera de la artista de origen cubano Ana Mendieta (1948-1985) y de una generación de creadoras feministas de principios de los años 70, entre las que se encuentra también Louise Bourgeois, según explicó ayer el director del Bellas Artes, Javier Viar, durante la presentación de la obra de esta artista, seleccionada para representar a su país en la 56ª edición de la próxima Bienal de Venecia, que se celebrará en 2015.
objetos cotidianos Shiota emplea en sus obras objetos cotidianos que han sido utilizados por personas anónimas, como ventanas rotas, pianos quemados, zapatos gastados o vestidos y trajes usados. Estos, por un lado, generan, por su estado, un inquietante sentimiento de aversión y, por otro, convocan recuerdos y pensamientos. Un buen ejemplo de este tipo de obra es State of Being, Kimono Dress, presentado ahora en la pinacoteca y que la propia artista, que no pudo estar ayer en Bilbao, describe así: “Utilizo vestidos porque para mí son la segunda piel humana. En este caso empleo un kimono tradicional japonés que encontré en Osaka. Es de seda y pertenece a la clase h?ömongi”, un traje de visitas, popular como traje semiformal desde hace siglos, que se viste en bodas, nacimientos o ceremonias del té. “Los kimonos de las bodas solo pueden ser utilizados una vez, pero estos pueden emplearse en más ocasiones y siempre en celebraciones alegres. Lo cual significa que este kimono ha experimentado muchos momentos felices. Sus dueños lo utilizaron para eso y ahora comparte con nosotros algunas de esas hermosas vivencias. Realicé esta pieza pensando e imaginando estos recuerdos, que quedaron dentro abrazados entre las trazas de la lana y la seda”, continuó.
En la obra está presente uno de sus temas artísticos más recurrente: la memoria. Y es que la persona que en algún momento llevó ese kimono no está allí, no está presente, pero sí su recuerdo. Los vestidos funcionan como una segunda piel y son cubiertos por lana, porque esta se puede tensar, liar o desenrollar como los sentimientos. Entramados que nos transportan a una atmósfera a veces claustrofóbica pero siempre poética. Es como una especie de tela de araña que con los años se fue tejiendo cuidadosamente y que atrapa nuestros recuerdos y sentimientos más profundos para que no se puedan escapar y que nunca lleguen a perderse en el olvido.
En la utilización de estos materiales también se percibe su fuerte militancia feminista. Chiharu Shiota emplea un antiguo oficio, el de tejer, tradicionalmente vinculado a la mujer y usado como un procedimiento de género por algunas artistas contemporáneas.
japonismo El programa La Obra Invitada dio comienzo en 2001 con el objetivo de presentar obras temporalmente cedidas por otras instituciones, que adquieren nuevo significado e interés al ser presentadas en el contexto de la colección permanente del museo. Patrocinado por el Banco Santander, en esta ocasión se ha elegido un trabajo de una artista contemporánea japonesa, realizado en 2012, como contrapunto a las obras clásicas que se presentan en la exposición Arte japonés y japonismo, que ocupará el museo hasta el 15 de septiembre. La muestra, que se puede ver en la Sala BBK del Museo, se ha configurado con dos centenares de piezas de la colección donada al museo a mediados del siglo XX por José Palacio, un coleccionista de origen uruguayo afincado en Bilbao.
Palacio, uno de los pocos especialistas en arte japonés de su época, logró reunir, en las subastas de objetos de arte nipón celebradas en el París de la época, una de las mejores colecciones de estampas, cerámicas, lacas y objetos ornamentales de la cultura japonesa, especialmente de los siglos XVII al XIX.