BILBAO - Como una pila alcalina. Helena Pimenta (Salamanca, 1955) es pequeña pero rebosa energía. Los vaivenes de una trayectoria densa no le han restado ni una pizca de ilusión y sigue luchando por una disciplina que adora: el teatro. Ahora recala en el Teatro Arriaga, donde presenta La verdad sospechosa, una obra peculiar escrita en el siglo XVII por un personaje no menos singular: el mexicano Juan Ruiz de Alarcón.
Podría inspirar una novela.
-Sí, es alguien muy sorprendente, que nació apenas un siglo después de La Conquista. Estudió en México y vino a España a estudiar; al final se instaló en Madrid. Allí le criticaron mucho, tanto por su aspecto físico como por su manera de escribir y por los celos que provocaba un extranjero venido de las colonias. Él se encuentra con grandes dificultades para encontrar su sitio como dramaturgo. Y todo eso a pesar de que era un hombre muy formado.
¿Qué le obsesionaba?
El tema que ocupa toda su obra es el afán por encontrar su propia identidad, su lugar en el mundo.
Pero en 'La verdad sospechosa' parecen aflorar otros temas.
Sí, porque él trata el tema identitario a través de ese mundo de mentiras y engaños. Y lo hace de la mano de Don García, un mentiroso compulsivo que en cierta medida es él, una persona a la que le cuesta aceptar la realidad, adaptarse a ella. El problema es que, además, está rodeado de una sociedad más mentirosa que él.
Cortesanos y cortesanas.
Una nobleza en decadencia, sí. Y la unión de estos factores hace que el espectador sienta una gran ternura hacia Don García y cierto reparo hacia la sociedad que lo rodea. De todos modos, hemos ambientado la obra a principios del siglo XX.
La mentira no pasa de moda.
No, y él hace un recorrido divertidísimo a través de las diferentes clases de mentiras: la piadosa, la destructiva, la necesaria...
"La mentira es una forma de apariencia". Una frase lograda que parece justificar tanta trola, ¿no?
Sí, su posición es muy tierna y el espectador duda entre perdonar o no al personaje principal.
En la obra la música cobra un protagonismo especial. ¿Es la única que no engaña?
Algo así, porque va directa al corazón. Tenemos al maestro Miguel Huertas, que tocará el piano en directo, con música mexicana, danzón cubano... Una maravilla.
Es usted una entusiasta. ¿Cómo mantiene la ilusión por su trabajo?
Porque me apasiona. No hay que perder la ilusión primigenia del niño.
Fundó la escuela de teatro de Errenteria, Ur,... ¿Sigue manteniendo vínculos con Euskal Herria?
Mi hijo mayor vive en Donostia, y sí, tengo una querencia especial por este territorio y siempre estoy buscando una excusa para poder venir. Añoro el País Vasco y siempre soy feliz aquí. Hasta la lluvia la echo de menos (risas). Aquí he aprendido mucho sobre mi parte más introspectiva. El País Vasco está metido en mi ADN.
Hablamos de los años 70 y 80. ¿Añora aquellos años?
Había una ilusión y una necesidad de búsqueda de la utopía, de transformar el mundo, de trabajo en equipo. La historia del teatro vasco es una de las historias más intensas y más fuertes que se haya podido vivir en este género. Fíjate las figuras que ha ido dando...
Está pensando en Ramón Barea.
Y en muchos más que están trabajando desperdigados por ahí. La historia de las compañías independientes fue muy sólida aquí, con mucho criterio estético, con muchas propuestas... Pero también hay que decir que se han perdido ciertas oportunidades con la formación.
El teatro vasco resiste, aunque hay compañías que están pasando por momentos agónicos.
Es cierto, pero hay que quejarse siempre para buscar que las cosas mejoren, no por sistema. Y también hay que ser autocríticos y ofrecer soluciones. En este momento, diría que el camino es volver a recuperar la ilusión de lo que era el teatro hace 30 años, de autogestión, de furgoneta... Eso no hay que olvidarlo nunca porque es el germen de nuestra libertad. Y luego exigir de la política cultural lo que consideremos oportuno.
¿Cuál es la poción mágica?
Mantener la ilusión y, cómo no, la excelencia. No acomodarnos.
¿Y cómo lleva la Compañía Nacional de Teatro Clásico que usted dirige la reducción de casi un 50% de su presupuesto en tres años?
En 2013 tuvimos un 40% más de espectadores y programamos mucho más. Todo eso lo mantenemos con trabajo y con cierta actitud. Y con una gestión muy apretada, claro.