madrid. Después de Juan Ramón Jiménez y de Antonio Machado, solo puede estar Luis Cernuda, escribe Francisco Brines. Mañana se cumplen 50 años de la muerte en México del autor de La realidad y el deseo y algunos homenajes recuerdan al poeta "que mejor escribió sobre el amor, la soledad y el sufrimiento". Así lo considera Antonio Rivera Taravillo, autor de la biografía canónica sobre el gran poeta sevillano de la generación del 27, con cuyo primer tomo ganó el premio Comillas.

"Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos/como nace un deseo sobre torres de espanto. Amenazadores barrotes, hiel dolorida/Noche petrificada a fuerza de puños/Ante todos, incluso el más rebelde/Apto solamente en la vida sin muros". Así escribe el poeta en uno de sus libros emblemáticos, Los placeres prohibidos, donde habla sin tapujos de su homosexualidad.

Cernuda nació en Sevilla el 21 de septiembre de 1902 y vivió allí hasta 1928, hijo de una familia burguesa. El 5 de noviembre de 1963 murió de un infarto en México, donde vivía desde hacía años en casa de Concha Méndez, madre de Paloma Altolaguirre, su amiga, quien le encontró tirado en el suelo, con la máquina de escribir al lado y un libro de Emilia Pardo Bazán sobre la mesa. Su participación activa a favor de la República hizo que cuando se marchó a Inglaterra para dar unas conferencias ya no pudiera volver por la victoria de los nacionales sublevados. Allí comenzaría su "destierro definitivo", con un peregrinar por Francia, Estados Unidos y finalmente México.

Independiente, aliado de la soledad constante, rebelde, con dolor y con nostalgia por una España de la que se separó no solo físicamente sino "espiritualmente", escribía: "Soy español sin ganas/Que vive como puede bien lejos de su tierra/Sin pesar ni nostalgia".

Cernuda sentía admiración por Unamuno, de quien decía que era el mejor poeta del estado. Y es que en la poesía de este sevillano también están el pensamiento y la emoción, la poesía pensada: él siente el pensamiento y piensa el sentimiento que dijera Unamuno.