Bilbao
JIMMY Ibarra se santigua varias veces antes de comenzar el salto mortal sobre uno de los dos anillos que conforman la Rueda de la Muerte, que giran a gran velocidad- llegan a 40 kilómetros por hora- impulsados por el artista colombiano Ronald Solís. A ambos lados se aprecian dos redes de seguridad, pero ambos son conscientes de que en caso de tener un percance, a 14 metros de altura que alcanza la rueda, jamás llegarían a caer sobre ellas. "Más que nada las ponemos para proteger al público. Pero nuestra intención no es despertar miedo, sino ofrecer un chute de adrenalina", advierte Ibarra.
Y no es para menos. Su número consigue cortar la respiración de los espectadores. Los dos colombianos protagonizan una de las actuaciones estrellas del espectáculo Kooza, que hoy estrena El Circo del Sol en Bilbao, por el que desfilaran contorsionistas, equilibristas, trapecistas, malabaristas, alambristas, prestidigitadores, payasos y números de alto riesgo.
Durante todo el día de ayer, la gran familia del Circo ultimaba los detalles para que todo esté a punto hoy, cuando se enciendan las luces de la gran carpa blanca situada en la explanada de Botica Vieja, y comience el espectáculo. Sobre el escenario, Jimmy Ibarra y Ronald Solís ensayaron una y otra vez, hasta alcanzar la perfección, su actuación en estas gigantescas anillas, que pesan más de 750 kilos y que fueron construidas en Montreal, basándose en los espacios en los que los astronautas de la NASA se entrenan para viajar al espacio. No hay otra rueda igual en todo el mundo, por estilo y por tecnología. "Tenemos que saber un poco de física porque para mantener el equilibro hay que controlar nuestro peso, el de la rueda y la fuerza de la gravedad. Ahora, por ejemplo, estamos comprobando las corrientes de aire que hay en este escenario porque, algo que parece tan poco importante como eso, puede dar al traste con nuestra actuación y hacernos perder el equilibrio". Una pérdida de equilibrio que podría costarles la vida.
Tanto Jimmy como Ronald salieron de Colombia cuando apenas eran unos niños con sus maletas cargadas de sueños y después de sortear muchas vicisitudes, de trabajar en varios circos de América Latina y Europa, finalmente llegaron al circo más famoso del mundo. Jimmy, de padres, abuelos y bisabuelos circenses, lleva trabajando en esta compañía canadiense más de siete años y Ronald, ocho meses. Ibarra es "el volante", el que hace los trucos, y Solís "el fuerza", el que le da la estabilidad que precisa, aunque solo llevan ocho meses juntos, porque es, dice Ibarra, muy complicado encontrar una pareja que le siga en su carrera por "complicarse al máximo". Los dos coinciden: "Trabajar en el Circo del Sol es lo máximo, el sueño de cualquier artista".
Ahora, han decidido dar una vuelta de tuerca más a su número, al situarse los dos en algún momento fuera de la rueda. Lo más difícil todavía. El resultado es verdaderamente escalofriante. "Aunque- aclaran- , es mucho más peligroso cuando estamos dentro de la rueda, porque se pierden muchas referencias". La Rueda de la Muerte cruza el escenario en diagonal, de derecha a izquierda, para que la acción se desarrolle lo más cerca posible del público, incrementándose así la sensación de peligro.
El número de la Rueda es tan peligroso que los fisioterapeutas están al lado de la pista por si acaso, aunque lo cierto es que en los casi 30 años de historia de Circo del Sol solo han registrado un accidente mortal y son contados aquellos en los que alguien se ha roto un hueso.
Otro de los números que hacen que el corazón comience a latir más rápido es el alambre alto. Oriundos de Madrid, los miembros de la familia Quirós (cuatro generaciones dedicadas al circo) son los otros encargados de poner a los espectadores la adrenalina al límite con su arriesgado número. Estos funambulistas llegan incluso a montar en bicicleta sobre una cuerda a siete metros de altura y lo hacen como si tal cosa. Con gran agilidad, los artistas realizan en el aire movimientos que el resto de los mortales encontrarían difíciles de llevar a cabo incluso en tierra firme. Ellos fueron pioneros en recorrer el alambre caminando y saltando, no deslizando los pies, y son la referencia en el mundo en esa especialidad, porque han convertido un número sinónimo de pánico y lentitud en algo alegre y emocionante.
El público también podrá ver la actuación de La báscula, en la que se lanza al aire a los acróbatas, que ejecutan primero unos quíntuples saltos mortales antes de repetir el mismo ejercicio a una altura de nueve metros con uno o dos zancos metálicos atados a las piernas. .
No faltarán, por supuesto, los clásicos aros, las contorsionistas capaces de retorcer su cuerpo como si fuera de goma y los payasos que depararán alguna sorpresa haciendo participar al público. Porque Kooza hunde sus raíces en los orígenes circenses de la formación, demostrando que el más difícil todavía es posible.
esencia del circo En Kooza (título inspirado en la palabra sánscrita koza, que significa caja, baúl o tesoro), todo comienza cuando la magia del circo brota de una caja. Creado por David Shiner (un payaso estadounidense cuya relación con el Circo del Sol comenzó en 1990), el espectáculo busca volver a la tradición, recuperando las raíces más puramente circenses de la compañía.
El escenario recrea una plaza pública que se transforma en la pista de un circo. "Deseaba captar la esencia del circo creando un entorno escenográfico que ofreciera proximidad al público y le permitiera palpar el peligro de cerca", ha explicado el escenógrafo, Stéphane Roy.
Tras triunfar en el mítico Royal Albert Hall de Londres y en Madrid, Kooza llega ahora a la capital vizcaina donde permanecerá hasta el 16 de junio.