madrid. Hace 110 años, un prestidigitador llamado Georges Méliès vio en el cinematógrafo la mejor manera de crear una ilusión de 14 minutos llamada Viaje a la Luna, que inició el romance entre ese arte joven y un público de mirada ingenua que creyó que esas imágenes eran demasiado bellas para ser falsas. "Nos hemos hecho mayores y el cine también. Ahora hay más efectos especiales, pero sabemos que nada de lo que vemos es verdad. Antes los trucos eran obvios, pero la gente era capaz de creer. Ahora se dice 'es demasiado bonito para ser cierto'. Entonces, era 'demasiado bello para ser falso'", explica Serge Bromberg.

Bromberg, junto a Éric Lange, se ha encargado de restaurar la copia coloreada a mano de Viaje a la Luna que se encontraba en la Filmoteca de Catalunya y, de ese proceso de reconstrucción de más de siete años, ha surgido el documental El viaje extraordinario, que emite hoy TCM autor. "Fue maravilloso, como entrar en las pirámides de Keops y encontrar la tumba de Tutankamón. Pero también ha sido una gran responsabilidad. Restaurar una película no necesita una interpretación artística, requiere paciencia, dinero, tecnología y, al final, todo ello con el objetivo de que tu trabajo desaparezca, como si la película hubiera sido siempre así", asegura Bromberg.

El viaje extraordinario reflexiona también sobre la vigencia de la fascinación que crea la figura y la obra de Georges Méliès en realizadores como Costa-Gavras, Jean-Pierre Jeunet, Michel Gondry - "el director actual más parecido a Méliès", según Bromberg- , Michel Hazanavicius y Tom Hanks. "La película no es tan impactante como impresionante por su poesía, por su tono inocente. Es como un libro para niños y tiene la magia de hacernos sentir niños otra vez. Méliès era un soñador con la capacidad de contagiar sus ganas de soñar, de devolverte a la infancia, y hay pocos directores y pocas películas que tengan esa habilidad", reflexiona Bromberg.