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'Soleil et vie a dakar', del senegalés Camara Gueye

El artista reinterpreta el arte africano en sus obras expuestas en la galería Arteko de Donostia

'Soleil et vie a dakar', del senegalés Camara GueyeFoto: arteko

donostia

Amadou Camara Gueye (Bignona, Senegal, 1968), artista senegalés, presenta por primera vez su obra de manera individual en la galería Arteko de Donostia. Y lo hace además con elegancia y rotundidad, con esa consistencia que prestan al arte los artistas africanos, en quienes fijaron su mirada y sus estructuras las Vanguardias históricas del siglo XX. Quizá por ello también la obra de este artista destila aromas que tienen que ver con Picasso Léger y otros cubistas, y con las corrientes y estructuras de tejidos y textiles africanos. Todo se entrecruza y simplifica. Todo se enriquece y dignifica.

Telas de mediano gran formato, cargadas de pocos colores (ocres, grises, y algún rojo) y potentes estructuras de formas con marcadas líneas de cierre, encierran las visiones frontales que Camara Gueye ofrece de hombres, niños, animales, objetos, y arquitecturas, y que ofrecen un mundo frontal, rígido, y ordenado en sus propias imágenes. Hay un cierto desorden controlado, un cierto movimiento inmóvil, como en las estructuras de la escultura africana. Y es que Gueye asume lo mejor de la tradición del arte africano y lo reinterpreta tras la lectura realizada por la vanguardias europeas, pero eso sí, sin perder un ápice de sus propias esencias. Y en eso consiste parte de su valor, de su frescura, y de la calidad de sus propuestas, de mundo imaginado.

Ahí están los dibujos realizados con tinta china sobre cartón en cuadrículas y en los que plasma cabezas, animales y objetos, que lo ocupan todo. O esos otros que parecen telas o espacios afros con figuras superpuestas a los fondos ocres. Pero sin duda sus mejores telas son Wahambané (2010), figura de negro, de tres cuartos, sobre fondo rojo; Baraguinde, friso de dos negros con casas, fábricas, y animales; y Midia Dakar (2011), visiones frontales de niños, objetos y animales, en ocres, amarillos y rosas.

La potencia de la grafía y los tonos apagados y ocres crean un ámbito de gran fuerza y conexión con las vanguardias. Algo de muralista posee su obra, algo de poético encierran sus imágenes, que evocan un mundo urbano africano, el de la periferia de Dakar, que todavía no ha abandonado el bosque, el desierto, y la sabana. Su obra ha sido ya expuesta en Estados Unidos, Europa y Africa.