Para dar que pensar
Sainz Morquillas expone sus obras en la sala Vanguardia de Bilbao con la intención de que la muestra anime a la reflexión
bilbao
José Ramón Sainz Morquillas (1947) y Txomin Badiola (1957) son dos referentes en el arte que se hace en Euskal Herria. Los motivos de su importancia son diferentes. Lejanos están los días cuando se unen en aquella galaxia de creadores que fue EAE (1983), y también atrás quedan estrategias expositivas no menos históricas como la muestra Mitos y Delitos de la Escultura Vasca que se presentó durante 1985 en Barcelona y Bilbao. Ahora coinciden con sendas presentaciones de sus trabajos. El primero lo hace en la galería Vanguardia y el segundo, en Carreras Múgica, ambas de Bilbao. Son exposiciones con muchos textos y para dar que pensar bastante tiempo. Percibir supone reparar en las numerosas reflexiones que, dentro o fuera de las obras, se han incorporado a las salas. Con las claves del conceptismo barroco y la asociación del humor negro surrealista, el primero propone muchos temas, pero sobre todo implica críticamente a la institución arte, no como una isla sino situada en medio de los distintos poderes. El segundo valora y cuestiona la condición del creador y el trabajo artístico desde el interior de los porqués y sus consecuencias. Ambos forman relatos no exentos de confesiones, directas o más veladas, que muestran un pasado convulso.
muchas cuestiones La exposición de José Ramón Sainz Morquillas supone retomar el pulso perdido. Tras un tiempo de no existir como artista, después de su lucha en los tribunales con el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Su retorno quiere ser un ajuste de cuentas. Contra las instituciones, contra la corrupción judicial y política y hasta contra el mundo artístico en general. Siendo demasiadas cosas al mismo tiempo, las cuestiones dan para muchos capítulos. Juntar supone un gran esfuerzo de síntesis y los enlaces producen confusión en el espectador más cómodo y menos preparado. Pese a las dificultades, no sale mal parado en el empeño. Sazona los productos visuales y materiales con textos introductorios en cada una de las salas, así como con un largo informe personal en el que presenta lo sucedido. Las imágenes muestran a un creador cuya rabia queda impuesta por la sutileza, el conocimiento y la sensibilidad que le caracterizan. Haciendo referencia a José Arrúe, los críticos collages post industriales sobre el panorama vasco son incomparables. El uso de la historia del arte de la mano de El origen del mundo de Courbet, también denota un gran acierto. La introducción de cucarachas, lagartijas y otra fauna no resulta repulsiva y es sencillamente eficaz. Pero no se queda en la mera denuncia. Tal y como piensa el abogado y escritor Artemio Zarco (1930), que acaba de fallecer con la llegada del nuevo año, "el humor, a través del ridículo, es un arma para criticar la sociedad y la política". Morquillas utiliza todas las figuras con ironía y mordacidad. Describe las situaciones no con aire notarial y al dictado exclusivo de los hechos, sino como una pieza literaria y artística en sí misma. Está haciendo historia y dentro de poco habrá tesis doctorales que incorporen esta indeseada situación.
La cuestión es que era un creador que se las prometía muy felices. El Museo de Bellas Artes le distinguía como uno de los grandes pues le había contactado para realizar una gran individual entre sus paredes. La situación cambia cuando el director Miguel Zugaza abandona el centro y llega el nuevo equipo. Los problemas empiezan a surgir pronto. Buena parte de los textos recuerdan los sucesos desde una óptica personal. Para quien está en el mundo de las exposiciones, nada nuevo bajo el sol. Es bastante normal que puedan ocurrir desencuentros en las peticiones y reclamaciones por ambas partes. La lista de incumplimientos y desajustes parece tan grande como los aplazamientos. La cosa se tensa cuando los problemas se judicializan y comienzan a existir gastos. Está claro que una cosa es el presupuesto firmado en 2004 y otra muy diferente su actualización tres años después. Los jueces dan la razón a la institución, aunque sin materiales no puede haber obra ni presentación expositiva y nunca según se indica va a aprobarse el pedido de la última entrega. De modo que quien iba a hacer la muestra soñada se ve, al final de un recorrido que comienza en 2001 y culmina en 2007, con buena parte de su trabajo deteriorado en los almacenes y sin poder desarrollar el proyecto que ha ido ajustándose.
los museos y el arte El museo es una institución al servicio de la cultura y no de intereses políticos, económicos y privados. Lo que quiere decir que entre sus objetivos están los de velar por las obras y los artistas. Sin ellos no hay arte, incluso no existiría el museo. Sus fines deben ser inexcusables: proteger el patrimonio común, divulgarlo, promocionarlo, valorarlo y estudiarlo, nunca deteriorarlo ni vapulearlo. ¿Resulta creíble que estando al servicio de la cultura se quiera zanjar la carrera de un autor que reconoce como importante? Con tal inquina no se hubieran podido realizar numerosas obras cuyos creadores han querido ampliar los costos y prorrogar los plazos de las entregas. Son muchísimos los ejemplos en la historia del arte. Es el caso del bilbaíno Homenaje a Arriaga de Francisco Durrio cuyo monumento iba a colocarse en 1906 y se inauguró en 1932. Nunca es tarde para rectificar: Luz y taquígrafos. Un poco de sensatez. Aunque la aventura sea loca, el aventurero debe estar cuerdo, como solía decir Oteiza. Se trata de trabajo y buenas prácticas. Nadie tiene sólo derechos. Es un tema para la mediación del Defensor del Pueblo o de la Academia Vasca de las Artes y las Ciencias. No hay que mirar hacia otro lado: Todos estamos implicados. El artista tiene que saber que no puede ser maximalista al pedir lo imposible, sino llegar a estrategias de comunicación, amparo y consenso, pero sin perder los derechos sobre la libertad de expresión que se querían conculcar por la vía contractual. La institución, a su vez, no puede ser cicatera y cerrarse en banda a toda innovación que suponga un rédito artístico de mayor importancia y enriquecimiento público, pues cuando le elige debe pensar en el desarrollo de un programa del más alto interés y no una manifestación complaciente, trasnochada y aborregada. Todos salimos perdiendo. También existen deberes éticos, artísticos y culturales. Para el progreso, la creatividad y la disidencia son necesarias y tienen beneficios sociales incuestionables.
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