UN estudio publicado en la American Journal of Clinical Nutrition revela por qué los adolescentes eligen las grandes porciones, las tallas XXL y los tamaños gigantes de bebidas y comida, casi siempre muy calóricas y con porcentajes excesivos de grasas y azúcares. En la adolescencia se conforman y asientan los buenos y los malos hábitos y el riesgo de padecer obesidad en el futuro es alto. La moda de la comida rápida en tamaño XXL ha pasado, pero todavía prevalece en muchas manifestaciones.

Aún son necesarias las medidas tomadas para paliar la tendencia de agrandar las raciones de comida rápida, bebidas gaseosas y dulces. Es el caso del Código PAOS, que regula la publicidad que promueve estilos poco saludables, como beber y comer de manera excesiva y la oferta de productos con demasiadas grasas y azúcares. Nadie discute ya la relación directa de esta ingesta con el aumento de los casos de obesidad y los hábitos de vida poco saludables y sedentarios. Los investigadores tratan de descubrir por qué sucede.

Igual que percibieron que los niños no buscaban más alimento, los científicos comprobaron que si se les propone demasiada comida, comen mucho más de lo que quieren desde el apetito y la apetencia. Este comportamiento es todavía más evidente en la adolescencia. Puede heredarse de la infancia o desarrollarse en los años del cambio. La acción de no medir la cantidad y desaprovechar la disposición a conformarse con lo justo puede derivar en el aprendizaje de malos hábitos.

El tamaño de los alimentos y las bebidas importa, y mucho, a los adolescentes. Con productos más grandes a igual precio se ha gestado un fenómeno que, sin duda, ocasiona obesidad: el aumento del consumo es paralelo a las raciones más grandes.

El adolescente escoge y se acostumbra a porciones enormes de alimentos calóricos y pobres en nutrientes, sin percibir que ni necesita esa ingesta ni la disfruta. Sin embargo, se la ofrecen a él y a su pandilla. Y es difícil ser diferente cuando uno trata de saber quién es.

Los anuncios dirigidos al público infantil y adolescente fomentan el consumo de productos que propician la obesidad, con demasiados azúcares y grasas, tal y como constató el equipo de nutricionistas de Eroski Consumer en una investigación.

Entre los alimentos de tamaño gigante comunes entre la comida de los jóvenes figuran:

-Panes de molde. Hay rebanadas de gran tamaño, de modo que el contenido del sándwich, ya sea queso, jamón, embutido o chocolate, será proporcional a la cantidad de pan.

-Panes para hamburguesa. A mayor continente, mayor contenido. En una misma comida se multiplican las grasas, las proteínas, la sal, el colesterol y las calorías.

-Yogures. Los hay incluso de medio litro. Para muchos adolescentes y niños menores, una vez abierto el yogur, es difícil resistirse a dejar algo en el envase.

-Bolsas de aperitivos salados, tipo patatas fritas y similares. Por poco más dinero se puede comprar una bolsa de mayor tamaño, una invitación (o tentación) a comer hasta agotar el alimento. Al final, el consumo energético, de grasas y de sal es desproporcionado a las necesidades individuales y nocivo para la salud.

-Zumos de fruta, bebidas refrescantes y azucaradas. Hace unos años, estas bebidas se vendían en envases de 250 ml., mientras que ahora el tamaño común que se entiende como normal es el de 330 ml.; 100 ml. más que redundan en un extra de azúcar y 40 kilocalorías. Sumado a otros pequeños excesos, el equilibrio dietético diario se estropea.

-Raciones de palomitas en los cines. El envase que hace una década correspondía al grande, hoy es el mediano. Si en un principio eran un aperitivo, ahora, por el tamaño que representan, se deberían contemplar como una comida (poco equilibrada en calidad, pero suficiente en cantidad), que se compensaría con una ensalada, una crema de verduras o una sopa vegetal.

Los autores del informe alertan de que el aumento del tamaño de las porciones significa un incremento de la ingesta de sal y de grasas, sin alterar las pautas de dietas. Sin ser conscientes, a lo largo del día y sin alterar las costumbres de horas, e incluso de alimentos, se multiplica la ingesta de calorías y el cuerpo se acostumbra a esas nuevas medidas.

El aporte diario de una dieta equilibrada se estima en unas 2.200 kilocalorías. La mitad deben provenir de carbohidratos. De estos, se aconseja que los azúcares no superen el 15-18%, es decir, entre 330-400 calorías, que se traduce en 80-100 gramos de azúcares al día. Si se bebe en un día un refresco (330 ml, 30 g. de azúcar) y un puñado de chucherías (50 g., 50 g. de azúcar), ya se ha tomado el azúcar simple recomendado para todo el día. El aporte calórico de las grasas debería rondar 600-770 calorías.

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