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TRAS varias exposiciones en Euskadi, Aitor Sarasqueta (Eibar, 1962), pintor autodidacta y ganador del Premio BMW de Pintura (1996), presenta ahora su última obra en Galeria Kur de Donostia, una muestra cargada de geometría, color y tensiones. Color y geometría que el pintor inscribe en esa onda caliente y algo tecnológica abierta por Richter, Uslé y otros autores postmodernos, en los que se mezclan y entrecruzan diversas corrientes y tendencias de las mejores abstracciones: la geométrica y la lírica, o gestual, para realizar con ellas una feliz síntesis.

Y es que Sarasqueta ha convertido el lienzo en espacio donde líneas y superficies, unas veces más geométricas y en otras más gestuales, se cruzan y se entremezclan para crear con todas ellas composiciones fuertes y tensionadas, cargadas de fuerzas vitales y de colores valientes, morados, rojos, naranjas, verdes y azules, hasta crear con ellos sinfonías de color salvajes, apasionadas y arriesgadas. Ciertamente el pintor corre un riesgo que sabe afrontar con mano audaz, entretejiendo un sabio puzzle entre la mejor pintura de Noland y la de Rohtko, la de los geométricos americanos y los más expresionistas europeos. Atrás quedan los tiempos de los grises y sobrios cuadros de Alfiles y Peones. Ahora todo es color, campos y fuerzas de color en acción, dinámica, diagonal y entrecruzada, para hacer con ellos un poema visual más sugerente y atractivo para la mente que para los puros sentidos; hay ahora un componente intelectual que antes no aparecía tan explícito. Pero hay también otra línea más tranquila y reposada, que empieza a aparecer y que siempre ha estado subyacente desde sus primeras obras, la del color exquisito y reposado: los rosas palos, los azules intensos, los blancos manchados, los colores pasteles que se cruzan y se empalman en el espacio, como esa gran composición del fondo de la galería (lo mejor de esta muestra).

La pintura de Sarasqueta va cobrando mayor seguridad y fuerza en sí misma, mayor claridad de conceptos y contundencia de trazos. Va caminando poco a poco por ese camino abstracto que han recorrido las mejores vanguardias del siglo XX, y por el que parecen caminar también algunas de comienzos de XXI.