LA explosión erótica que revolucionó la cartelera con Nueve semanas y media cumple un cuarto de siglo. El filme que supuso posiblemente la cima del erotismo en Hollywood durante la década de los ochenta y consolidó a Mickey Rourke y Kim Basinger como mitos sexuales, cumple mañana un cuarto de siglo desde su estreno en EE. UU. Y si la película sigue aún en el recuerdo y el subconsciente de muchos, se debe en gran parte al You can leave your hat on, la famosa sintonía de Joe Cocker sonando de fondo mientras la actriz ejecutaba uno de los striptease más famosos de la historia del cine, al que Rourke asistía derretido mientras comía palomitas.

O también a la famosa escena en la que la pareja protagonista comparte placeres (comida y sexo), sentada frente a una nevera, entre risas, complicidad y la lengua juguetona de Basinger ávida de pasión y deseo. Una conjugación de erotismo y transgresión que hacen que, 25 años después, alguna de las escenas del largometraje perduren en la memoria de sus espectadores. El filme, dirigido por Adrian Lyne (Flashdance, 1983), se estrenó en EE.UU. el 21 de febrero de 1986 entre tibias críticas y apenas consiguió recaudar 7 millones de dólares (unos 5 millones de euros al cambio de hoy) en la taquilla estadounidense. Sin embargo, fue en el mercado del vídeo donde consiguió atraer a su verdadero público hasta adquirir la categoría de culto.

Tan fría resultó su acogida en las salas que incluso consiguió tres candidaturas a los premios Razzie, los anti-Oscar, a la peor actriz (Basinger), peor canción original (I do what I do) y peor guión, en el que colaboró Zalman King, uno de los gurús del cine erótico.

Lyne prosiguió su carrera con otros títulos de alto voltaje sexual como Una proposición indecente (1993), Lolita (1997) o Infiel (2002). Rourke, que venía de trabajar con Michael Cimino (Puerta del cielo, 1980), Lawrence Kasdan (Fuego en el cuerpo, 1981) y Francis Ford Coppola (La ley de la calle, 1983), alcanzaba así su momento álgido en una industria que no le perdonaría poco después sus problemas con el alcohol y las drogas. En cambio, Basinger, a pesar de que se usaran dobles en algunas escenas del filme, se erigía en una de las mujeres más deseadas del mundo y aprovechó el momento enlazando proyectos como Atrapados sin salida (1986), Cita a ciegas (1987) o Análisis final (1992).