valladolid
MUCHOS cineastas suelen dedicar a sus padres los galardones que reciben. Una formalidad que no siempre es del gusto del público, que no entiende la repetición de esa ceremonia. En este caso, la dedicación y el agradecimiento del director guipuzcoano Oskar Tejedor (Legazpi, 1968) estaba más que justificado. Cuidadores, un gran documental sobre las personas que se encargan de cuidar diariamente a sus seres queridos aquejados del alzheimer, es también su historia. Al final del documental dedica su sincero trabajo a su padre y "a su heroína": su madre. Una aportación que no ha pasado desapercibida en la Seminci, que se clausuró ayer. El Jurado le otorgó el tercer premio de la sección Tiempo de historia, la misma en la que competía Nagore, de la navarra Helena Taberna. El primer premio fue para Voices Unbound: The Story of the Freedom Writers (Voces sin límites), de Daniel Anker.
Los documentales han sido parte de la gran atracción que ha despertado la presente edición. El cine es el arte de contar historias. Y eso es lo que ha hecho Tejedor, que no ha tenido que trasladarse geográficamente para contar la experiencia familiar que comparte con los cuidadores de las personas que sufren alzheimer. Un gran ejemplo de generosidad de un grupo de familiares que se reúnen cada quince días en la Asociación del Alzheimer en Gipuzkoa. Una terapia de grupo necesaria para todos sus miembros (en su mayoría mujeres, amatxus o hijas) que lanzan sus miedos, inquietudes, preguntas y quejas a una sociedad cada vez más reacia y perezosa con la diferencia y la dificultad. Como ha advertido el director, lo más importante es que se hable del tema para que la gente sea consciente del proceso emocional que sufre este colectivo. Una llamada de atención a médicos, enfermeros y ciudadanos en general. Los familiares del documental se quejan de la falta de tacto de muchos profesionales de la medicina que comunican con extrema dureza algunos diagnósticos o la poca atención que prestan a veces a los cuidadores, que son la voz y los ojos de los enfermos. El bastón en el que se sustentan sus esperanzas.
En ese sentido, Oskar Tejedor trata con soltura y humanidad el drama diario que supone el cuidado y la atención pormenorizada de cada uno de los enfermos, en su mayoría ausentes de una existencia que no reconocen. Cada caso que presenta es único, pero tienen algunos puntos en común y la necesidad de compartir sus dudas y preocupaciones.
recuerdos Son los cuidadores los que levantan la película: una hija que se responsabiliza del cuidado de su madre, varias esposas que ya no reconocen a sus maridos, y que han desplazado sus planes de vida, un anciano que se desvive por su esposa... Con sus nombres y apellidos. Como Alicia, que se olvida de sí misma, o Maribel, Carlos o Txus. Los cuidadores reconocen que se aferran a los recuerdos para soportar el día a día, y hacen gala de un sentido del humor ejemplar para intentar elevar sus ánimos. Como relata Oskar Tejedor, "aprenden a relativizar las cómicas y embarazosas situaciones cotidianas. Necesitan ser escuchados para resolver el sentimiento común de ansiedad, culpabilidad y enfado". Testimonios de personas que no se esconden. Abren sus casas al espectador y dialogan con él, por lo que buena parte del público potencial se identificará con su problemática.
El documental ha tenido la colaboración de ETB y varias instituciones que han creído en este proyecto. En definitiva, son historias universales, humanas que merecen la pena ser contadas con la frescura y determinación de Tejedor. Podría decirse que el director de Txalaparta, El eco de un pueblo o Balenciaga ha hecho algo muy difícil: concienciar, emocionar y predicar con el ejemplo.