Sting, entre atriles y con batuta en BEC
El británico, acompañado de una orquesta, repasó sus éxitos en solitario y con Police ante 3.000 fans
barakaldo. "Es un desafío, me mueve la curiosidad", argumenta Sting para justificar su actual gira mundial, en la que esta rock star que ha vendido más de cien millones de discos se hace acompañar por la Royal Philarmonic Concert Orchestra. Así se mostró ayer en el Bizkaia Arena del BEC, en Barakaldo, empequeñecido en un escenario copado por unos 50 músicos y rodeado de atriles y trajes de etiqueta. Alrededor de 3.000 fans respondieron a la llamada y disfrutaron, tímidos al principio y exaltados al final de dos horas largas de concierto, con el repaso con arreglos sinfónicos que hizo Sting de su repertorio, en solitario y con The Police. Una batuta vistió de solemnidad clásicos pop como Roxanne, When we dance o Every breath you take.
En torno a 3.000 personas respondieron anoche a la llamada de la única cita vasca de la gira mundial Symphonicity Tour de Sting. Gente madura, que le sigue desde hace décadas, y con "posibles", claro. Y es que las entradas oscilaban entre los 47 y los casi 130 euros. Todo por volver a embelesarse con uno de los repertorios más populares y comerciales del pop y rock de las últimas décadas. Además, en este caso, en un nuevo y atractivo formato, adaptado a una orquesta sinfónica, la Royal Philarmonic Orchestra, dirigida por Steven Mercurio (su batuta ha dado órdenes a Andrea Bocelli y Pavarotti) y cuyos 45 miembros aparecieron en BEC sentados, de rigurosa etiqueta y con sus atriles correspondientes.
Sting, con una imagen juvenil, elegante y en magnífica forma física y vocal, apareció gesticulante en un escenario copado por tantos músicos. Fue algo momentáneo, hasta que sonó If I ever lose my faith in you, tema cuya melodía ya avanzó lo que sería el largo recital: la revisión de un repertorio de pop mayoritario embutido en traje sinfónico con una "sisa" que, en ningún caso, esconde la comercialidad y el atractivo de unos éxitos coreados ya por varias generaciones. El concierto, una ampliación de su disco actual, Symphonicities, prosiguió con la perfecta conjunción de estribillo pop y solemnidad sinfónica del single de Police Every little thing she does is magic.
ritmo sin pausa Y siguió con la cadencia perezosa, elegante y a ritmo reggae de Englisman in New York, con un clarinete que añadió color nostálgico a su desarrollo jazzístico antes de adaptar otro clásico, Roxanne, en una ralentizada versión con unos bellos arreglos de violonchelo y el público ayudando en el estribillo.
Midiendo bien los tempos y combinando las canciones más y menos conocidas, Sting se adueñó pronto del escenario del BEC, que ofreció un sonido prístino, apoyándose también en cinco pantallas de vídeo, tres cenitales y móviles, y un juego de luces lujoso y sensual que jugó muy bien con la combinación de colores.
Sting, que no se acercó al bajo en todo el recital pero sí interpretó la armónica y la guitarra acústica en varias ocasiones, alternó la placidez sinfónica con el dinamismo orquestal, demostrando una gran compenetración con los "maestros". A su favor jugó también el estar rodeado por un cuarteto de músicos a los que conoce bien desde hace años, liderado por el guitarrista Dominic Miller, su mano derecha en todo el recital, que alternó las eléctricas y las acústicas.
Sabio, Sting, que llegó a Bilbao en vuelo privado a media tarde tras descansar dos días en su mansión de Florencia tras su último concierto, supo alternar los tempos pausados con el dinamismo de la orquesta, despliegue de vientos en la folkie You will be my ain true love o con su sección de cuerdas echando humo y copando el lugar de las guitarras eléctricas en Next to you, incluida en el debut de Police y que cerró la primera parte del recital, que se interrumpió durante 20 minutos.
Las percusiones de David Cossin añadieron exotismo en varios cortes y el grupo se adueñó del sonido en los temás más pop y menos sinfónicos como Fields of gold, The end of the game, que sonó en la recta final del concierto, o When we dance, que presentó como una canción de amor no correspondido en un castellano perfecto y que interpretó mientras una pareja baliaba un tango.
En la despedida, vuelta al rescate "policial" con un King of pain con "solo" de guitarra eléctrica incluido y, ya con el público desatado y entre palmas y vítores, con Every breathe you take, que demolió todas las barreras y acercó al BEC al ambiente más cercano a un concierto de pop y rock.
En unos curiosos bises marcados por los ritmos más plácidos, dejó Desert rose, sin los melismas del argelino Cheb Mami y la programaciones del original, y la sentida Fragile, en la que interpretó la guitarra acústica y se acercó a los aires de la bossa, antes de decir adiós con I was brought to my senses.