Bilbao

Guillermo del Toro, el responsable de El laberinto del Fauno y el ansioso director que espera filmar Hobbbit, es el productor ejecutivo de Splice: experimento mortal, una película que podría haber sido mucho más interesante si el venerado productor mexicano hubiera querido hacer suya la película. El potente imaginario visual de Guillermo del Toro es incuestionable tanto como su astucia para liderar producciones más cautivadoras. ¿Pero en qué ha fallado esta tentativa sobre el ser y el saber, la ciencia y la conciencia?

un proyecto paralizado

Condicionado por los efectos

Como otros filmes dependientes del preciso desarrollo de los efectos digitales, el proyecto estuvo paralizado en un cajón. El primer intento de llevarlo al cine se inició en 1999, pero en aquel momento la creación de Dren, el personaje principal, superaba el presupuesto de la película. En los últimos años las técnicas digitales han avanzado de tal manera que posibilitaron el agrandamiento de los ojos de la actriz que interpreta al monstruo. Además, en 2005 Guillermo del Toro se interesó por la historia y decidió que llegó la oportunidad de crear "uno de los monstruos estilo Frankenstein más memorables de la historia del cine".

Los productores eran conscientes de que tras Alien, de H.R. Riger, las demás criaturas serían simples derivados. Pero parecen obviar la importancia misma de la creación y de la búsqueda de un nuevo paradigma. Los dos investigadores carecen del carisma, cuidado y background necesarios para sostener la intriga sobre la evolución de ese ser mitad mujer mitad anfibio. Catalogarlos de responsables de "empalme de genes" no ayuda a que el espectador se entusiasme con la prohibida mutación que tienen en sus manos. Tampoco se entiende que el hermano del investigador, después de enterarse de que está realizando el experimento más novedoso de la historia, le reproche a su familiar que pueden quedarse en la calle.

debate científico

Clonar, mutar o esperar

Las noticias publicadas en todos los medios sobre los indistintos intentos de fusión, clonar o mutar las células humanas y óvulos de algunos animales tienen en Splice: un experimento mortal una contrapartida contraproducente. En este caso la realidad supera a la ficción. Los productores han puesto todas sus esperanzas en la impresión que podría generar la criatura en cuestión, dueña y señora del cartel de la película y un monstruo que se divierte tragando papillas de sacarosa y jugando con una Barbie ante la atención de su gato.

El intento de dotar a la historia una dimensión humana (incluso maternal) no funciona. Dren no es un monstruo ambivalente y con entidad suficiente para pasar a la historia. Con permiso del sr. del Toro, es una criatura lograda, pero no memorable. Más bien posmoderna. Sublime y ridícula.

escenas bizarras

Amor entre especies

Llegado el caso, Adrian Brody, que interpreta al investigador Clive Nicoli, no consigue separar su mundo científico del personal y dirige su fiebre pasional y ambición desmedida hacia Dren, la criatura que cuidan y explotan. El momento en el que intenta hacer el amor con el monstruo en cuestión aparecerá en los anales de las escenas más bizarras de la historia del cine. Y eso es un logro. La competencia es muy dura.