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Cuernos traviesos de un niño malo

Cuernos traviesos de un niño malo

La locomotora de un ferocarril, el retumbar de los cañones, el tañido infernal de las campanas; unos dibujos animados aptos para mayores de 18 años; litros de cerveza que corrieron por las venas del personal; viejos rockeros de chupa de cuero, Harley y pañuelo a la cabeza; díscolos traviesos de pantalón corto y corbata colgada al cuello a modo de una soga del legendario juez Linch... Nada fue sencillo, nada pasó desapercibido en la noche del pasado lunes en San Mamés, donde su majestad el fútbol cedió terreno y dejó que su majestad, Satán, dios del rock puro, se adueñase de la hierba, más fumada que pisada casi...

Era la noche de los hermanos escoceses Malcolm y Angus Young, el niño travieso que hace de la guitarra un jueguete eléctrico. Suya fue la noche y suyos, también, los agitados corazones de los presentes, flechados por las letras en forma de relámpago que dan fama de la histórica banda. "Amor al rock", decían los tatuajes invisibles del alma de los presentes. Sobre el césped, en la grada o en el propio palco de San Mamés; no había un sólo esqueleto quieto. El viejo rock es una enredadera, una veneno que agita la osamenta de quien lo escucha. Disfrutaron del concierto el lehendakari, Patxi López; el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, adorador del amable diablo al que veneran los rockeros de medio mundo y de las Harley Davidson, a cuyos lomos llegaron Iñigo Carreto, Juan Ramon Oregi, pasando por Iñigo Carreto, Alberto Etxebarria, Mari Feli Sagastagoitia, Itziar Iturbe, Mabel Orellana, Josetxu Beobide, Fernando Zugazagoitia, Nerea Zugazagoitia y una legión de caballeros de hierro; Blanca Beramendi, Juan Mari Aburto, Irene Pardo, el portero del Athletic juvenil, recientemente consagrado en Almuñecar como campeón de España, Gorka Magunazelaia, Iñaki Hidalgo, Patxi Sierra Sesumaga, Sabin Anuzita, Ricardo Barkala, Asier Abaunza, Efrén Vázquez, quien por contraste llegó a pie, acompañado por Mireia Díaz de Mendibil; Gabino Martínez de Arenaza; Aitor Elizegi, tocado con los sagrados cuernos rojos y acompañado por Joseba Hirsuta y Edu Bustamante; Ibon Areso; el presidente del Athletic, Fernando García, Macua, el rockero Fito Cabrales; Fermín Palomar, Nisio Wences, recién llegado de Llanes; Olga Martínez, Ángel y Aitor Muñoyerro, Alejandro Fernández, Santiago Díez Ponzoa, el cocinero Rafael García Rosi, Álvaro Cardoso, José Miguel Corres, Begoña Loizaga, Kristina Bilbao, la joyera Inma Allende, Jon Andoni Zarate, junto a su hijo Andoni, Jon Ander Maiz, el traumatólogo José Antonio Aróstegi y Rosa Mari Uribe, todos ellos encadenados a una noche que no olvidarán jamás de los jamases; una noche pasada por emoción.

Tanto vestuario negro hubo en San Mamés que se diría que José Ángel Iribar fue el más feliz de los treinta mil seguidores largos que arrastró la histórica formación. También disfrutaron ese encuentro Josean Martínez Alija (no por nada le apodan El Heavy), Juan Carlos Ibarra; Jon Larrauri y Aner Gondra, poseídos; Aitor Bilbao, Concha Millán, la domadora de cheerleaders, Kristina Pérez, Javier Algersuari, Javier Acebes, quien en tiempos recientes hizo la ruta 66 por EE.UU.; Mikel Odriozola, Rafa Alkorta, Luis Hermosa, Patricia Álvarez de Velasco, Sergio Corino, Garbiñe Idigoras, Matxalen Ortiz de Zarate y un sinfín de seguidores de AC/DC.

El concierto tuvo el efecto de un número de magia prodigioso, todo el show que se les atribuye a los reyes del rock y una descarga eléctrica que recorrió San Mamés como en las grandes ocasiones. Y, sin embargo, hubo voces discrepantes; gente que habló de un sonido sucio. Fue los de menos. La adrenalina galopaba por San Mamés como antaño Piru Gainza. Los ángeles negros sobrevolaban la vieja catedral. ¿Profanación...? No. El rock, esa música que recuerda a una galopada de acordes, encaja como un guante en el juego clásico del Athletic.