El "exilio" francés de los Stones
bilbao
PUEDE que sea cruda e imperfecta, pero Exile on main st. (Universal) es una obra maestra. Disco obligado a la hora de referirse a lo mejor de la historia del rock´n´roll, como los también dobles Blood on the tracks, de Dylan, el Revolver, de Beatles, o The river, de Springsteen, fue grabado por los Rolling Stones en su exilio francés, en un palacio propiedad de Keith Richards que acogió a una treintena de personas durante medio año, en un entorno dominado por el caos, el sexo, las drogas, los celos y los robos. Y las magníficas canciones, que supuran un rock blanco de herencia r&blues, y guiños country y gospel. El disco se reedita con un Cd de inéditos. Un documental y un libro, que verán la luz en unas semanas, narran los entresijos de esa grabación mítica.
Puede resultar redundante glosar las bondades de un disco - se iba a llamar Tropical disease- que es parte de la historia, pero no podemos resistirnos a loar un repertorio que representa lo mejor del quinteto. Algunos pensamos que Jagger es la voz e imagen de los Rolling. Y Richards su esencia, las tripas y la actitud de los Stones. Y Exile... es Stones cien por cien. Keith lleva las riendas de este álbum de 18 canciones con sabor/olor a azufre y "jaco". Desde el r&b clasicista que lo abre, ese Rocks off de alto contenido sexual - "estos días trabajo la cremallera a la velocidad del rayo/empalmado, la saco, lucho, jodo y doy de mamar"- al rock´n´roll sucio de Rip this joint o el boogie Shake your hips, de Slim Harpo, una de las dos versiones del Cd, junto a la de Stop breaking down, de Robert Johnson.
Exile... es, ante todo, el disco que incluye dos gemas Stones como Tumblin dice, ese r&b machista que dice "todas las mujeres sois jugadores de lo más bajo/esta mala puta tiene a mis pobres pies rabiando", y, especialmente, Happy, donde Richards, adueñado hasta del micro, canta "necesito un amor que me mantenga feliz". Ambas brillan todavía cuando el grupo sale a la carretera. Pero conviene no olvidar pelotazos influenciados por el colega Gram Parsons como esa delicia country llamada Sweet Virginia o ese country blues, con marimba caribeña, denominado Sweet black angel. O la balada Let it loose y los gospel I just want to see his face y Shine a light.
inéditos Son los Stones en los que la (corta) asociación Richards/Mick Taylor funcionó de traca. Un grupo robusto ampliado con la trompeta y el trombón de Tim Price, el saxo estrella del "pieza" Bobby Keys, y el piano de, especialmente, Nicky Hopkins, aunque también se atreven con las teclas Ian Stewart y Billie Preston. Un álbum que en su reedición actual, en múltiples formatos, incluido uno lujoso con libro de 50 páginas, eleva la voz de Jagger, en origen enmarañada entre guitarras y vientos, y ofrece, por vez primera en su carrera, un Cd adicional con una decena de inéditos. Si exceptuamos un divertimento instrumental, el resto presenta un nivel estimable. Destacan, además de las tomas alternativas de Loving cup y Soul survivor, los efluvios orientales de So divine (Aladdin story), el sonido funk y pre-disco de Pass the wine (Sophia Loren) y un raro baladón comercial y orquestal, Following the river.
Exile... no es sólo mítico por sus canciones, sino por las condiciones en que se grabó, en un tiempo donde el rock parecía que podía cambiar el mundo. Stones in exile es el documental, supervisado directamente por Jagger y estrenado esta semana en el Festival de Cannes, que narra la grabación del disco después de que el quinteto abandonara Gran Bretaña por presiones fiscales y se instalara en la Costa Azul francesa, en la Châtelain de Nellcôte, un palacio con multitud de jardines y con puerto privado a un canal.
Las imágenes, introducidas por personajes famosos como Binicio del Toro, Jack White y Martin Scorsese, que asegura que el disco "tenía la responsabilidad de representar a toda la cultura del rock", presentan a los Stones trabajando en diferentes habitaciones - "había una humedad increíble, me quedaba sin voz, no podía soportarlo", recuerda Jagger- entre un mar de cuerpos que paseaban semidesnudos debido a los 40 grados de temperatura, sesiones musicales maratonianas sin dormir, ingesta excesiva de diversas drogas - "yo liaba los porros", recuerda un hijo de Keith, entonces un niño- y robos de guitarras. El Dvd se pondrá a la venta el 14 de junio.
Con el mismo nombre del disco, Hanky Panky Records, desde Bilbao, editará en la primera quincena de junio el libro escrito por John Perry, guitarrista de The Only Ones, otro diagnóstico exhaustivo sobre las sesiones de grabación. Prologado por Eduardo Ranero, activista musical vasco muy bien formado e informado, ofrece una serie de antecedentes históricos de los Stones; una entrevista con Anita Pallenberg, casi el sexto Stone en aquel principio de los 70 y esposa de Richards; una serie de claves para comprender el disco- el alejamiento entre Jagger y Richards por sus mujeres, la mayor "autoría" del guitarrista sobre el disco que el cantante, y el "olor" a rock inglés que desprendía- y un repaso a las canciones, una por una y de forma pormenorizada.
El libro se abre con una cita de Anthony Powell: "El exilio es la herida de la realeza". Y los Stones eran sus satánicas majestades. "Nos creíamos los reyes del castillo", dijo Pallenberg. Por eso, ya que abandonaban su país, lo hicieron a lo grande. Perry recoge en estas páginas multitud de claves y anécdotas, y tiene la virtud de dejar hablar a una invitada de primera fila como Anita, que no se corta al relatar el papel en el grupo de las drogas: "Tuvimos suerte de que nadie muriese en esa casa". O anécdotas morbosas, como que Jagger le tiró los trastos a Mick Taylor. "Ya sabes, Jagger es bisexual", asegura.
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