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El Arriaga, al "beat" de los 70

"Fiebre del sábado noche", uno de los musicales más aclamados de la década, llegó ayer a Bilbao. El ritmo de los Bee Gees convertirá el teatro en una gran discoteca hasta el 16 de mayo

Fue Federico de Ugalde quien reconstruyó el Teatro Arriaga después del incendio que lo redujo a cenizas en 1914. Cinco años después, el 5 de junio de 1919, la ópera Don Carlo de Giuseppe Verdi levantó el telón del renovado edificio. Verdi, gran romántico italiano, es también quien culmina la lista de grandes artistas que coronan el escenario del teatro. Junto a él, Trueba, Benavente, Gayarre, Sarasate y Quintero recuerdan quienes han escrito la historia de las Artes Escénicas en el último siglo. Ayer, a esos seis maestros se les unió un séptimo genio: Manero.

Fiebre del sábado noche, la mítica película que impulsó definitivamente a John Travolta, ha llegado, en forma de musical, al Teatro Arriaga. "Es uno de los mejores espectáculos de teatro musical", en palabras de Juan Pablo di Pace, protagonista absoluto en esta producción. Pero su afirmación va respaldada de las magníficas críticas que ha recibido la obra en todos los países que ha visitado. "Tiene muchísima energía, la gente siempre termina de pie y con ganas de bailar. Es una gran fiesta", concluye este espléndido Tony Manero, con acento argentino. Y no exagera. Al apagar las luces y subir el telón, el teatro se llena de luz, colorido y los ritmos de Bee Gees, convirtiendo la platea del Arriaga en una auténtica sala de fiestas.

Un Travolta bonaerense

Di Pace protagonizó "Grease" y ahora "Fiebre del sábado noche"

Juan Pablo dejó atrás su Buenos Aires natal con tan solo 19 años, la misma edad que el protagonista de Fiebre del sábado noche. Tenía un sueño y lo persiguió. "Fue una decisión totalmente Manero", explica el actor. "Fui muy instintivo e imprudente, era muy joven, pero me fue bien". Y tanto, porque a los tres años de comenzar los estudios de Artes Escénicas -canto, baile y danza- empezó a trabajar en una gran producción: Chicago. "Además, es curioso, porque nada más llegar allí vi el musical de Fiebre y pensé que los dos únicos musicales en los que me gustaría trabajar eran Chicago y Fiebre y, fíjate, ya los he hecho".

Siendo actor, cantante y bailarín, estaba predestinado a enfundarse los pantalones acampanados, peinarse un tupé y ser el rey de la pista de baile, a lo Tony Manero. "Pero hubo mucha competencia", aclara. "Aunque es cierto que el perfil era muy adecuado para mí porque llevo diez años entrenándome y trabajando en Londres; era el momento justo para el papel, después de haber trabajado en Chicago, Mamma mia!, Grease...".

Más allá de los escenarios, di Pace ha trabajado en televisión, cine e, incluso, como director de cortometrajes y videoclips. "Para mi Fiebre es como la vuelta al teatro. No había hecho nada desde hacía mucho tiempo. Pero el cuerpo humano no olvida. Con unos meses de entrenamiento volví a ser lo que era".

Antes de sumergirse en los trabajos de pantalla, Juan Pablo di Pace encarnó sobre los escenarios a otro mito de los setenta: Danny Suco. Chulito de instituto elevado a leyenda, gracias, una vez más, a la interpretación de Travolta en Grease.

"Los dos personajes tienen algo en común pero Danny es peor persona. Tony Manero es más sensible e inocente", puntualiza el actor argentino. Desde el punto de vista psicológico, di Pace explica que "Danny es muy plano y bidimensional. Manero, sin embargo, tiene más vida, más familia, más entorno... Karen (Bruce, la coreógrafa) a veces me decía: En esta parte Tony es más Danny que Tony, y yo sabía que me tenía que poner más chuleta. En esos breves momentos se unen Suco y Manero".

"Tony Manero es un personaje con tres dimensiones, que pasa por todo tipo de emociones en la obra. Es un chulito de barrio y un canallita arrogante, pero con gran corazón. A sus 19 años está perdido y buscando su sitio. Es tierno y le tengo mucho cariño porque es un personaje muy real, un adolescente como era yo con esa edad". Pero, ¿tiene más de soñador o de iluso? "Pues la verdad es que tiene un poco de los dos. No tiene una gran noción de la realidad; pero eso le viene bien porque ve que en la disco tiene un poder que no tiene en la vida real y eso le da fuerzas para salir de esa mierda que es, en realidad, ese Manhattan". Para di Pace esta obra "no es como otros musicales, que se salen de la realidad, que son mero entretenimiento. Esto primero es una historia y luego es un musical".

Karen Bruce ha creado una obra con "gran equilibrio" entre los tres géneros del teatro musical. Es un espectáculo que explota el canto, la danza y la interpretación. Tiene una historia, una coreografía y unas canciones muy potentes", afirma Juan Pablo.

Un musical muy físico

"Es como estar de gira con Michael Jackson, agotador"

Los Bee Gees son imperecederos, eternos. Cada canción del musical "es un temazo", dice di Pace. Y a esos "beat" discotequeros Karen Bruce ha adaptado unas coreografías "espectaculares, acrobáticas y muy físicas", explica Juan Pablo. "Son pura gimnasia y fuerza". Más aun, si cabe, para el protagonista, que sólo está fuera de escena diez minutos, a lo largo de las dos horas largas que dura el musical: "Es muy jodido porque el pive no es nada light, pasa por todos los estados anímicos y es pura energía".

Allá donde van, transforman las salas en una gran discoteca de los setenta. "Con las luces y las bolas iluminadas se crean unos ambientes impresionantes", explica di Pace, antes de puntualizar que "es la misma producción que se estrenó en Londres en 1998. Cuando me la ofrecieron pregunté: ¿es aquella primera producción? Porque hay muchas imitaciones alrededor del mundo pero no son tan espectaculares como ésta. El público de Bilbao verá la misma que triunfó en Broadway y en el West End londinense". Además, la compañía, tras un año de gira, dejará de lado la obra dentro de poco y los actores están "dándolo todo en las últimas actuaciones". "Recomiendo fervientemente a la gente que acuda, porque merece la pena y se termina", concluye di Pace... o Manero, antes de volver a saltar a la pista de baile. Sube la temperatura en el Arriaga; fiebre que incendia los ánimos del público. Pero que no lleguen las llamas a los cimientos del teatro, que ya se sabe lo que pasa.