bilbao. El autor murió a los 35 años tras una brutal borrachera. Solía escribir bebido, pero eso no le impidió crear 18 obras en tan sólo tres años. Entre ellas, Las presidentas, que la compañía vasca Nexoteatro interpretará mañana en euskera y el viernes en castellano en el Teatro Campos Elíseos de Bilbao. "Werner Schwab fue un escritor atormentado", explica Ricardo Padilla, director de la obra. "Su madre fue una señora de la limpieza abandonada por su padre, que era nazi. Esto le marcó hasta el punto de que su vida se convirtió en un desastre".

Las presidentas es una profunda y brutal crítica de Austria: de su pasado, de su presente y de su sótano más íntimo, secreto e interior. Pero lejos de centrarse en un país, permite reconocer algunos males extendidos en otras sociedades. "Es una propuesta contundente, lo menos parecido a una comedia nada ligera o facilona", cuenta Padilla. En escena, tres actrices. Maribel Salas, Sol Maguna y Gemma Martínez en la versión en castellano y Lola Markaida, Karmele Larrinaga y Justi Larrinaga en la de euskera. "Schwab hace una crítica feroz de la sociedad de bienestar. Para él, esas mujeres representan la madre patria, la familia y la religión".

La acción se desarrolla en una vieja casa de las afueras de una ciudad industrial, donde tres señoras jubiladas y con una pensión mínima conviven enfrentadas a la penuria de su propia existencia. "Es una función arriesgada. No tiene nada que ver con los estereotipos teatrales a los que muchas veces se ve sometida la mujer. Los personajes se mueven en el esperpento, son grotescos, son destructivos entre ellos y a la vez se necesitan", describe Gemma Martínez. "El papel es un bombón pero exige un trabajo de comprensión muy fuerte".

De hecho, cuando Ricardo Padilla leyó el texto por primera vez no consiguió entenderlo del todo. "Lo vi como un reto, lo curioso es que conforme hemos ido desarrollando la puesta en escena se ha abierto a un público más amplio, un público inteligente y con ganas de ver cosas distintas".

Julia Marín ha sido la encargada de traducir la obra al euskera, un trabajo que les ha llevado más tiempo del habitual. "Lo hemos hecho con mucho mimo, a pesar de que sólo hemos contado con la ayuda de la embajada de Austria y de que hemos echado de menos el apoyo de las instituciones vascas", critica Padilla. El texto exigía muchísima precisión y, tal y como explica Lola Markaida, un gran trabajo interpretativo. "Conforme más lo lees, más cosas encuentras. Tiene muchísimos matices. Es un desafío inmenso porque te lleva al límite en todos los sentidos".