BILBAO. "Aunque viví hasta el año dos mil... el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica La Luz". Así de rotundo y descarnado se mostró Miguel Delibes en un texto que escribió entre las páginas del primer tomo de sus obras completas, publicadas en 2007 por Destino, subrayando que "en el quirófano entró un hombre inteligente y salió un lerdo". Con ese obituario reveló que El hereje, novela que publicó en 1998, iba a ser su último gran trabajo literario. El escritor vallisoletano ya presagiaba el ocaso de su pluma, que aún tuvo tiempo de respirar en algunos textos sobresalientes.
Aquella operación retrasó su muerte, que le alcanzó ayer, temprano, hacia las siete de la mañana, a los 89 años. El cáncer de colon que le diagnosticaron hace doce años doblegó la resistencia del escritor, que hace tres años mostraba desconfianza ante una enfermedad que le acechaba. "No sé quién ganó aquella batalla", escribió refiriéndose a la operación quirúrgica de 1998. Los últimos cinco meses de vida del escritor fueron "muy difíciles", según relató ayer su familia a la agencia Efe. Su salud se fue deteriorando mucho a lo largo de ese tiempo, y ante el drástico empeoramiento de su estado, sus siete hijos cancelaron todas sus actividades para acudir junto a él. "Toda la familia ha vivido unos momentos de emoción y de cierta desolación, pero también con satisfacción porque su muerte ha sido bastante corta y dulce", dijo su hijo Germán, catedrático de Prehistoria en la Universidad de Valladolid.
brillante Académico de la RAE (ocupaba la silla e del difunto Julio Guillén), Premio Cervantes, Premio Nacional de Narrativa y de Las Letras, Delibes es uno de los grandes autores en lengua castellana del siglo XX, un hombre austero y genial que empezó a forjar su carrera en 1948, cuando consiguió el Premio Nadal con su primera novela (La sombra del ciprés es alargada). A ésta le seguirían medio centenar más de trabajos, entre los que destacan Los santos inocentes, El camino, Las ratas y Cinco horas con Mario.
Su prosa ha recibido toda clase de alabanzas y ha sido descrita como "exacta" y "pura", mientras que en la temática de sus obras destaca su amor por la naturaleza y hacia los más desfavorecidos, a los que defendió a capa y espada.
En los primeros años compaginó la escritura con el periodismo y fue redactor y más tarde director de El Norte de Castilla, donde sufrió los embates de la censura franquista por las denuncias que hizo acerca de la pobre situación del medio rural. Allí aprendió que "había que decir lo más posible con el menor número de palabras posibles", según desveló años más tarde en una entrevista.
También tuvo éxito en el teatro con Cinco horas con Mario, uno de los monólogos más célebres de la literatura española. Además de novelas, entre sus obras también destacan ensayos y libros de viajes que recogen su experiencia viajera por Europa y América.
Para Miguel Delibes una buena novela necesitaba, al menos, un hombre, un paisaje y una pasión, y entre los temas más recurrentes que maneja en sus muchas obras están la naturaleza, la muerte, la memoria de la guerra, la soledad y la infancia.
ecologista La vida del escritor quedó marcada por la muerte de su esposa Ángeles, acontecida en 1973, con quien tuvo siete hijos y cuyo fallecimiento le hundió en una depresión que hizo que abandonara la escritura durante varios años. En 1991 publicó Señora de rojo sobre fondo gris, donde evoca la figura de una mujer que fue según sus palabras "la mejor mitad de mí mismo".
Sobrio y precursor de los ecologistas, su carácter huraño y su marcada tendencia al pesimismo convivían con el perfil de un amante de la conversación y de un hombre de familia. Con su cara de sabueso triste, siempre sincero y genial, Miguel Delibes plasmó su perfil humanista y comprometido en casi todo lo que escribió. Gran aficionado a la caza y la pesca, vivió sus últimos años retirado en su Valladolid natal, esperando quizá el Nobel que nunca habría de llegar.
Autoridades, académicos, admiradores, familiares y amigos le rindieron ayer un sentido homenaje visitando su capilla ardiente, instalada en el ayuntamiento de Valladolid.