Las fuentes del viejo Athletic
POCOS apellidos como estos, Irezabal y Elorduy, han marcado de manera tan rotunda la historia del Athletic, han participado en el descubrimiento de sus fuentes. Todo sucedió casi por casualidad: la idea de ponerle freno a la profesionalización de una diversión y la anécdota de un recadista al que le apretó el reloj a última hora.
Era 1923 cuando el presidente del Athletic, Ricardo Irezabal, publicó un artículo en el periódico Euzkadi, texto que, a falta de un manifiesto histórico que marque las pautas de la filosofía del Athletic, ha sido el guion que ha sobrevivido hasta el siglo XXI.
Ricardo Irezabal, que años después en 1937, acompañaría a la selección de Euzkadi como delegado, escribió entonces: “Mi opinión es contraria en todo punto al profesionalismo en la Península, porque si algo es simpático y vulgarizador del deporte en nuestro país es ese entusiasmo, esa unión que cada público toma con sus colores, lo que sería casi imposible tratándose de grupos profesionales, llegando yo, por este propio sentido que busco, hasta a señalar como suprema aspiración que siempre sean de la región respectiva los jugadores de cada club que tomen parte en los campeonatos”.
Eran párrafos cargados de ilusión por vivir el fútbol con amplitud de miras y no un asunto de especialistas. “Es uno de los temas más discutidos y que más se han de discutir en el football, el del profesionalismo, porque se trata nada menos que del tránsito de una afición general, abierta al público, sin comparaciones con técnicos especializados, al establecimiento de una especie de carrera o profesión, que inevitablemente tiende a cerrar el camino al progreso del sport de los amateurs”
Vistos los orígenes de una seña de identidad que asombró a medio mundo, la historia de la procedencia de las camisetas rojiblancas de los leones también tiene su singularidad. Las camisetas que compró el estudiante de ingeniería de minas y jugador del Athletic, Juan Elorduy, en un viaje a Londres por Navidad de 1909 no eran las encargadas. Le habían pedido, por la calidad de sus materiales, medio centenar de prendas arlequinadas en azul y blanco, colores del Blackburn Rovers y del propio Athletic, desde la donación de Juan Moser tiempo atrás. El último día de su periplo Elorduy embarcaba en Southampton para volver a Bilbao y, al no encontrar las camisetas, compró cincuenta del equipo local. “Rojo y blanco, los colores de Bilbao”, pensó. El 9 de enero de 1910 se disputó el primer partido del Athletic en rojo y blanco. Fue en Irún, en el campo de Amute.
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