Casi, casi puede hablarse de un hombre de piedra, de un tipo duro que hizo camino cuando la naturaleza y los tiempos duros de entresiglos que le tocó vivir parecían condenarle a la desgracia. Vicente Blanco Echevarría no se rindió jamás a la adversidad. Su corazón le boxeaba dentro del pecho cada vez que veía una bicicleta, por mucho que el ciclismo fuese, a principios del siglo XX, un deporte de élite. Y Vicente, nacido en 1884, no vino al mundo en cuna de seda, no.

El escritor Álvaro Arbina recuerda la historia de este hombre inquebrantable. Oigámosle. Vicente trabajó desde los 13 años en un barco, primero como pinche de cocina y más tarde como palero en la sala de máquinas. Se dice que de esa manera, paleando carbón y aguantando condiciones extremas de calor, forjó un físico realmente duro y una resistencia al sufrimiento que le ayudaría en los años venideros.

Sigue Álvaro en su relato. En 1904 tuvo que cambiar de trabajo. Y a partir de este año, su vida cambió por completo. Entró en una fábrica siderúrgica, La Basconia, y muy pronto el carácter jovial y festivo y algo dado al alcohol estuvieron a punto de acabar con él varias veces. La primera de ellas, por una apuesta con sus compañeros que terminó con Vicente cayendo desde una casa en construcción. Increíblemente, sobrevivió. Poco después, un año aproximadamente, una barra de metal al rojo vivo le entró de abajo a arriba por el talón, dejándole todos los músculos del pie izquierdo destrozados. Y menos de un año más tarde, en los diques de Euskalduna, los engranajes de una máquina le atraparon el pie derecho y cortaron de cuajo cinco dedos. Ahí le tenemos, cualquiera diría que estaba hecho un mediohombre.

Tras los mencionados accidentes laborales, Vicente trabajó como botero en la ría, empleo con el que consiguió ahorrar para su primera bicicleta. En 1907 comenzó a participar como federado en pruebas regionales, y la verdad es que no tardó en demostrar su valía. En el año 1908 El Cojo se proclamó campeón de España, y de la picaresca. Esta carrera, de 100 kilómetros de distancia, tenía un control de paso a mitad de trayecto en el que los corredores debían firmar. Cuatro fueron los ciclistas que llegaron los primeros a este punto intermedio, y Vicente estaba entre ellos. Aquí tiró de picaresca y, tras firmar el primero, le rompió la punta al lápiz para que el resto perdiese tiempo. ¿El resultado? Campeón de España. Hay que decir que también lo fue el siguiente año (1909) y con 30 minutos de ventaja sobre el segundo, por lo que su victoria en 1908 no había sido de casualidad.

Algunas páginas de la historia hablan de él como pionero en el Tour de Francia. No está claro. Durante casi un siglo se creyó que él fue el primer español en participar en el Tour, sin embargo, en 2004 la revista bimensual belga Coups de pédales investigó y descubrió que tal honor pertenecía a un corredor llamado José María Javierre, que pasó a llamarse Joseph Habierre. En todos los archivos del Tour Javierre figura como francés, eso sí. Había corrido el Tour un año antes, en 1909.

Vicente marchó hacia París en 1910. Pero claro, como no había dinero, y ya demasiado había sido conseguir el suficiente para la participación, tuvo que hacerlo por su propia cuenta. Y a Vicente no se lo ocurrió otra manera que cubrir el camino entre Bilbao y París en bicicleta, con un zurrón y con unos pocos mendrugos de pan. 1.100 kilómetros a recorrer en cinco días si quería llegar a tiempo. Aunque Vicente Blanco no figura en la clasificación de la primera etapa, 270 km de París a Roubaix, aseguró que sí la había completado. Aunque fuera de control, eso sí. El Cojo regresó a casa, esta vez, en tren. Y al llegar a Bilbao fue recibido como un auténtico héroe.