Se les conoce como médicos de cabecera, como si fuesen uno de esos libros inamovibles de la mesilla, pero en verdad bien pudieran ser médicos de casa porque su gran virtud siempre ha sido y es ganarse la confianza de los pacientes, tranquilizándoles, escuchándoles, dándoles remedios, hasta el punto de convertirse en uno más de la familia. Se han perdido ya. “Llama a Don Mengano, el médico” se decía en los hogares como bien pudiera decirse “llama al primo Carlos”, pongamos por caso. Les hablo de Gregorio de Urkaregi Madariaga, un médico nacido en Zabalbide el día de Nochebuena, un 24 de diciembre de 1909. Su vida, ahora lo verán, fue intensa y trepidante.
Fue el menor de cinco hermanos y estudió el bachiller en el Colegio del Salvador de los Maristas en Bilbao. Comenzó el primer curso de la carrera de medicina en Valladolid y después se trasladó a Zaragoza donde la concluyó en 1934. En aquellas tierras mañas ya se apreciaron sus inquietudes. No en vano, en marzo de 1932, había constituido, junto con otros estudiantes vascos, Zaragoza’ko Euzko Ikasle Batza (Agrupación Vasca de Estudiantes de Zaragoza), de la que fue su primer lehendakari. Cuentan las crónicas que asistió, en calidad de lehendakari de la Agrupación de Zaragoza, al I Congreso de Estudiantes Vascos celebrado en Bergara el 7 de agosto del mismo año. En dicho Congreso, además, es elegido, formando parte de la directiva de la Federación Vasca de Estudiantes, como bibliotecario de la misma.
En marzo de 1932 constituyó, junto con otros estudiantes vascos, Zaragoza’ko Euzko Ikasle Batza que presidió
Oigamos lo que dice de él Auñamendi Euzko Enziklopedia. “Terminada la carrera y con el título de Licenciado en Medicina y Cirugía vuelve a su Begoña natal, en donde empieza a ejercer su verdadera vocación, como ayudante del Dr. D. Antonio Eguiluz. Con el inicio de la Guerra Civil en el 36 se incorpora al Ejército de la República como Capitán Médico del Batallón Amaiur en el cuartel de Mundaka, estando en el frente de Otxandiano, para ser destinado después por Sanidad Militar del Gobierno vasco a los Hospitales de Amurrio (Araba), Hospital Médico de Durango (Bizkaia) hasta el bombardeo, y Lujua (Bizkaia). Con la caída de Bilbao es movilizado por los nacionales y enviado a una batería de costa en Vinaròs (Castellón)”.
Está registrado que, finalizada la contienda civil y de regreso a Bilbao, se casa en 1941 con Charo de Urruchua, en la Basílica de Nuestra Señora de Begoña, con la que tuvo tres hijos. Devoto de la Amatxu de Begoña y defensor del lema Jaungoikoa eta Lege zarra. Trabajó de médico de cabecera (como antaño se conocía la medicina general, pongamos por caso...) durante más de cuatro décadas en Begoña y también en Bilbao, donde se trasladó a vivir a finales de los 50, sin abandonar nunca su consulta de Begoña, en la Plaza Juan XXIII detrás de la Basílica; tanto en la Seguridad Social (Ambulatorio de Bailén y el Consultorio del Carmelo donde se jubiló) como en el Igualatorio Médico Quirúrgico desde su fundación.
Su vida fue trepidante en lo que se refiere a su entorno más cercano. Perteneció a la Academia de Ciencias Médicas, e impulsó su Sección de Humanidades. Era experto filatélico y aficionado a la pintura como coleccionista (no en vano entre sus amigos artistas se encuentran Manuel Losada, Rafael Figuera, Jorge Oteiza, Agustín Ibarrola o, José Barceló...). También apreció la realización de cine amateur en super 8 (con la película Elantxobe ganó el primer premio Bobina de Plata...) y fue socio del Athletic; y de la Sociedad Deportiva Begoña de la que fue médico y componente de su junta directiva durante varios años, contando en su plantilla, entre otros, con Jesús Garay, y presidente las temporadas 1950-51 y 1951-52. Se jubiló en diciembre de 1979. Begoña no le olvida.